[Predicación a los docentes del Liceo Boston, en Bogotá. Marzo de 2015.]
* Lejos de ver la cuaresma como una carga, es posible descubrir en ella una magnífica oportunidad.
* Hay en efecto desafíos que brotan de los males de nuestro tiempo:
(1) La prisa hace vertiginosa nuestra vida, pero es que también los niños y jóvenes están quemando sus etapas aceleradamente sólo para encontrarse prematuramente hastiados de todo y con las manos vacías.
(2) La superficialidad se refleja no sólo en la vanidad o el juzgar por apariencias sino sobre todo en la destreza con que aprendemos a patinar por la superficie de nuestra vida como en perpetua huida de nosotros mismos.
(3) El ruido es un habitante permanente de nuestros lugares de vivienda y trabajo; aún peor, la confusión de voces en nuestro interior nos empuja a la postura cómoda que iguala todas las opiniones privándonos de un verdadero norte moral o de criterios claros de discernimiento ético.
(4) El engaño ha alcanzado el estatuto de lenguaje habitual en amplios sectores de nuestra vida, con lo que ello implica de ofensa permanente que genera rabia e incluso vandalismo, particularmente en los jóvenes.
* Frente a estos desafíos uno ve que los espacios de silencio, desierto, escucha de la Palabra y examen crítico de uno mismo para tomar opciones de mejoramiento sólo pueden ser vistos como una bendita oportunidad; y eso es la cuaresma.