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Alimento del Alma
Jueves 19 de febrero de 2015
Convento de Santo Domingo, Bogotá, COLOMBIA.
Tel. +57 (1) 249-3385
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No. 8404
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Cada día tiene su gracia…
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Mensaje del Papa Francisco para la cuaresma 2015
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Queridos hermanos y hermanas:
La Cuaresma es un tiempo de renovación para la Iglesia, para las comunidades y para cada creyente. Pero sobre todo es un «tiempo de gracia» (2 Co 6,2). Dios no nos pide nada que no nos haya dado antes: «Nosotros amemos a Dios porque él nos amó primero» (1 Jn 4,19). Él no es indiferente a nosotros. Está interesado en cada uno de nosotros, nos conoce por nuestro nombre, nos cuida y nos busca cuando lo dejamos. Cada uno de nosotros le interesa; su amor le impide ser indiferente a lo que nos sucede. Pero ocurre que cuando estamos bien y nos sentimos a gusto, nos olvidamos de los demás (algo que Dios Padre no hace jamás), no nos interesan sus problemas, ni sus sufrimientos, ni las injusticias que padecen… Entonces nuestro corazón cae en la indiferencia: yo estoy relativamente bien y a gusto, y me olvido de quienes no están bien. Esta actitud egoísta, de indiferencia, ha alcanzado hoy una dimensión mundial, hasta tal punto que podemos hablar de una globalización de la indiferencia. Se trata de un malestar que tenemos que afrontar como cristianos.
Cuando el pueblo de Dios se convierte a su amor, encuentra las respuestas a las preguntas que la historia le plantea continuamente. Uno de los desafíos más urgentes sobre los que quiero detenerme en este Mensaje es el de la globalización de la indiferencia.
La indiferencia hacia el prójimo y hacia Dios es una tentación real también para los cristianos. Por eso, necesitamos oír en cada Cuaresma el grito de los profetas que levantan su voz y nos despiertan.
Dios no es indiferente al mundo, sino que lo ama hasta el punto de dar a su Hijo por la salvación de cada hombre. En la encarnación, en la vida terrena, en la muerte y resurrección del Hijo de Dios, se abre definitivamente la puerta entre Dios y el hombre, entre el cielo y la tierra. Y la Iglesia es como la mano que tiene abierta esta puerta mediante la proclamación de la Palabra, la celebración de los sacramentos, el testimonio de la fe que actúa por la caridad (cf. Ga 5,6). Sin embargo, el mundo tiende a cerrarse en sí mismo y a cerrar la puerta a través de la cual Dios entra en el mundo y el mundo en Él. Así, la mano, que es la Iglesia, nunca debe sorprenderse si es rechazada, aplastada o herida.
El pueblo de Dios, por tanto, tiene necesidad de renovación, para no ser indiferente y para no cerrarse en sí mismo. Querría proponerles tres pasajes para meditar acerca de esta renovación.
1. «Si un miembro sufre, todos sufren con él» (1 Co 12,26) – La Iglesia
La caridad de Dios que rompe esa cerrazón mortal en sí mismos de la indiferencia, nos la ofrece la Iglesia con sus enseñanzas y, sobre todo, con su testimonio. Sin embargo, sólo se puede testimoniar lo que antes se ha experimentado. El cristiano es aquel que permite que Dios lo revista de su bondad y misericordia, que lo revista de Cristo, para llegar a ser como Él, siervo de Dios y de los hombres. Nos lo recuerda la liturgia del Jueves Santo con el rito del lavatorio de los pies. Pedro no quería que Jesús le lavase los pies, pero después entendió que Jesús no quería ser sólo un ejemplo de cómo debemos lavarnos los pies unos a otros. Este servicio sólo lo puede hacer quien antes se ha dejado lavar los pies por Cristo. Sólo éstos tienen “parte” con Él (Jn 13,8) y así pueden servir al hombre.
La Cuaresma es un tiempo propicio para dejarnos servir por Cristo y así llegar a ser como Él. Esto sucede cuando escuchamos la Palabra de Dios y cuando recibimos los sacramentos, en particular la Eucaristía. En ella nos convertimos en lo que recibimos: el cuerpo de Cristo. En él no hay lugar para la indiferencia, que tan a menudo parece tener tanto poder en nuestros corazones. Quien es de Cristo pertenece a un solo cuerpo y en Él no se es indiferente hacia los demás. «Si un miembro sufre, todos sufren con él; y si un miembro es honrado, todos se alegran con él» (1 Co 12,26).
La Iglesia es communio sanctorum porque en ella participan los santos, pero a su vez porque es comunión de cosas santas: el amor de Dios que se nos reveló en Cristo y todos sus dones. Entre éstos está también la respuesta de cuantos se dejan tocar por ese amor. En esta comunión de los santos y en esta participación en las cosas santas, nadie posee sólo para sí mismo, sino que lo que tiene es para todos. Y puesto que estamos unidos en Dios, podemos hacer algo también por quienes están lejos, por aquellos a quienes nunca podríamos llegar sólo con nuestras fuerzas, porque con ellos y por ellos rezamos a Dios para que todos nos abramos a su obra de salvación.
2. «¿Dónde está tu hermano?» (Gn 4,9) – Las parroquias y las comunidades
Lo que hemos dicho para la Iglesia universal es necesario traducirlo en la vida de las parroquias y comunidades. En estas realidades eclesiales ¿se tiene la experiencia de que formamos parte de un solo cuerpo? ¿Un cuerpo que recibe y comparte lo que Dios quiere donar? ¿Un cuerpo que conoce a sus miembros más débiles, pobres y pequeños, y se hace cargo de ellos? ¿O nos refugiamos en un amor universal que se compromete con los que están lejos en el mundo, pero olvida al Lázaro sentado delante de su propia puerta cerrada? (cf. Lc 16,19-31).
Para recibir y hacer fructificar plenamente lo que Dios nos da es preciso superar los confines de la Iglesia visible en dos direcciones.
En primer lugar, uniéndonos a la Iglesia del cielo en la oración. Cuando la Iglesia terrenal ora, se instaura una comunión de servicio y de bien mutuos que llega ante Dios. Junto con los santos, que encontraron su plenitud en Dios, formamos parte de la comunión en la cual el amor vence la indiferencia. La Iglesia del cielo no es triunfante porque ha dado la espalda a los sufrimientos del mundo y goza en solitario. Los santos ya contemplan y gozan, gracias a que, con la muerte y la resurrección de Jesús, vencieron definitivamente la indiferencia, la dureza de corazón y el odio. Hasta que esta victoria del amor no inunde todo el mundo, los santos caminan con nosotros, todavía peregrinos. Santa Teresa de Lisieux, doctora de la Iglesia, escribía convencida de que la alegría en el cielo por la victoria del amor crucificado no es plena mientras haya un solo hombre en la tierra que sufra y gima: «Cuento mucho con no permanecer inactiva en el cielo, mi deseo es seguir trabajando para la Iglesia y para las almas» (Carta 254,14 julio 1897).
También nosotros participamos de los méritos y de la alegría de los santos, así como ellos participan de nuestra lucha y nuestro deseo de paz y reconciliación. Su alegría por la victoria de Cristo resucitado es para nosotros motivo de fuerza para superar tantas formas de indiferencia y de dureza de corazón.
Por otra parte, toda comunidad cristiana está llamada a cruzar el umbral que la pone en relación con la sociedad que la rodea, con los pobres y los alejados. La Iglesia por naturaleza es misionera, no debe quedarse replegada en sí misma, sino que es enviada a todos los hombres.
Esta misión es el testimonio paciente de Aquel que quiere llevar toda la realidad y cada hombre al Padre. La misión es lo que el amor no puede callar. La Iglesia sigue a Jesucristo por el camino que la lleva a cada hombre, hasta los confines de la tierra (cf. Hch 1,8). Así podemos ver en nuestro prójimo al hermano y a la hermana por quienes Cristo murió y resucitó. Lo que hemos recibido, lo hemos recibido también para ellos. E, igualmente, lo que estos hermanos poseen es un don para la Iglesia y para toda la humanidad.
Queridos hermanos y hermanas, cuánto deseo que los lugares en los que se manifiesta la Iglesia, en particular nuestras parroquias y nuestras comunidades, lleguen a ser islas de misericordia en medio del mar de la indiferencia.
3. «Fortalezcan sus corazones» (St 5,8) – La persona creyente
También como individuos tenemos la tentación de la indiferencia. Estamos saturados de noticias e imágenes tremendas que nos narran el sufrimiento humano y, al mismo tiempo, sentimos toda nuestra incapacidad para intervenir. ¿Qué podemos hacer para no dejarnos absorber por esta espiral de horror y de impotencia?
En primer lugar, podemos orar en la comunión de la Iglesia terrenal y celestial. No olvidemos la fuerza de la oración de tantas personas. La iniciativa 24 horas para el Señor, que deseo que se celebre en toda la Iglesia —también a nivel diocesano—, en los días 13 y 14 de marzo, es expresión de esta necesidad de la oración.
En segundo lugar, podemos ayudar con gestos de caridad, llegando tanto a las personas cercanas como a las lejanas, gracias a los numerosos organismos de caridad de la Iglesia. La Cuaresma es un tiempo propicio para mostrar interés por el otro, con un signo concreto, aunque sea pequeño, de nuestra participación en la misma humanidad.
Y, en tercer lugar, el sufrimiento del otro constituye un llamado a la conversión, porque la necesidad del hermano me recuerda la fragilidad de mi vida, mi dependencia de Dios y de los hermanos. Si pedimos humildemente la gracia de Dios y aceptamos los límites de nuestras posibilidades, confiaremos en las infinitas posibilidades que nos reserva el amor de Dios. Y podremos resistir a la tentación diabólica que nos hace creer que nosotros solos podemos salvar al mundo y a nosotros mismos.
Para superar la indiferencia y nuestras pretensiones de omnipotencia, quiero pedir a todos que este tiempo de Cuaresma se viva como un camino de formación del corazón, como dijo Benedicto XVI (Ct. enc. Deus caritas est, 31). Tener un corazón misericordioso no significa tener un corazón débil. Quien desea ser misericordioso necesita un corazón fuerte, firme, cerrado al tentador, pero abierto a Dios. Un corazón que se deje impregnar por el Espíritu y guiar por los caminos del amor que nos llevan a los hermanos y hermanas. En definitiva, un corazón pobre, que conoce sus propias pobrezas y lo da todo por el otro.
Por esto, queridos hermanos y hermanas, deseo orar con ustedes a Cristo en esta Cuaresma: “Fac cor nostrum secundum Cor tuum”: “Haz nuestro corazón semejante al tuyo” (Súplica de las Letanías al Sagrado Corazón de Jesús). De ese modo tendremos un corazón fuerte y misericordioso, vigilante y generoso, que no se deje encerrar en sí mismo y no caiga en el vértigo de la globalización de la indiferencia.
Con este deseo, aseguro mi oración para que todo creyente y toda comunidad eclesial recorra provechosamente el itinerario cuaresmal, y les pido que recen por mí. Que el Señor los bendiga y la Virgen los guarde.
Fr. Nelson M.
amigos@fraynelson.com
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La Foto de Hoy
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¿No te hace pensar en camellos?
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Santo del Día
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Álvaro de Córdoba, Beato († 1430).-
No hay que confundirlo con el conocidísimo Álvaro de Córdoba, Paulo, que vivió en el gran siglo IX de los Mártires cordobeses y que fue íntimo amigo del Mártir San Eulogio.
Ese Paulo estuvo desempeñando un papel de apologeta en la España mozárabe de los Omeyas, carteándose con su maestro Espeaindeo, dejando escritos, -aunque en bajo latín-, que defendían los misterios de la fe cristiana con un apasionamiento y una fortaleza inusual, aún cuando ponía en peligro su vida.
Éste fue un hombre casado y con hijos, fuerte en la fe, íntegro en la verdad de la coherencia, intelectual vibrante hasta el agotamiento. Pasó su existencia practicando la vida de fe, que profesaba en un continuo alentar a los creyentes en Cristo durante un tiempo que llevó a bastantes, incluso a pastores cualificados, a la apostasía de ella.
Nunca admitió la componenda ni el rebaje de los compromisos adquiridos. Estuvo al lado de sus hermanos sufrientes, minusvalorados, arrinconados, maltratados socialmente, a veces perseguidos y algunos martirizados.
Murió en pobreza con la entereza de la fe. Quizá mereciera ser llevado a los altares, sirviendo de ejemplo y ayuda para los audaces que en todo tiempo y en cualquier lugar del mundo, se ven forzados a defender su condición cristiana.
Pero, eso no nos corresponde a nosotros. De hecho, la grandeza de este Álvaro es notable. Sin embargo, no ha sido invocado como Santo en la Iglesia universal, y no aparece, a pesar de su grandeza, entre los Santos de su tiempo que pasaron por el martirio, dejando su sangre. Pertenece al numerosísimo grupo de Santos anónimos que hicieron «los moros» mientras tuvieron al cordobés dominado.
Álvaro de Córdoba, el Beato, es otro no menos insigne en sus obras, santidad y apostolado. No menos grande por lo difícil que lo tuvo en las circunstancias del siglo XV, ni menos incisivo en la repercusión posterior de su obra.
Nació a finales del siglo XIV y murió en el año 1430. Pasó primero su vida entre el claustro y la docencia en la Universidad de Salamanca. En los albores del siglo XV dejó la cátedra, para recorrer los senderos de España, Provenza, Saboya e Italia, vibrante de inquietud y con dinamismo paulino, aguijoneado por la urgencia del apostolado.
Los tiempos eran difíciles, malos. Pasó la peste negra asolando Europa y dejando los conventos vacíos, que luego intentaron llenarse con gente no preparada, por lo que decayó la tensión religiosa.
La corrupción de costumbres estaba de hecho generalizada. Los pastores sesteaban. Había, con ínfulas de legitimidad, tres tiaras. Unos obedecían como legítimo al Papa de Avignón, otros al de Roma y otros al que se encontraba en Pisa.
A Álvaro le dolía el alma. Predicaba, observaba, rezaba y hacía penitencia por la unidad tan deseada. A su vuelta a España lo nombraron confesor de la reina Catalina de Lancaster y de su hijo Juan II.
Pero, Álvaro dejó pronto la corte, porque anhelaba la reforma dominicana. Obtuvo los permisos para establecer Conventos reformados en los reinos de España. Martín V lo nombró Prior de todos los Conventos dominicos reformados en España.
Fundó Escalaceli, a siete kilómetros de Córdoba, primero de los reformados de la Orden dominicana, que muy pronto se extendería con Portaceli en Sevilla.
Enamorado de la Pasión de Cristo, -la que le llevó a Tierra Santa-, plantó pasos que recuerdan la Pasión de Jesús en la Sierra de Córdoba, desde Getsemaní hasta la Cruz del Gólgota. Piadosamente rezaba, meditaba y recorría una y otra vez los distintos momentos, o pasos, o estaciones del Itinerario Doloroso del Señor.
Era para Álvaro y sus religiosos la Vía Dolorosa recordadora. Luego, el holandés Adricomio y el Padre Daza, darían la forma y fijarían en catorce las estaciones al primer Via Crucis que Leonardo de Porto Mauricio populizaría más adelante también en Italia, importándolo de España.
Escalaceli es centro de peregrinaciones de las gentes, que cada vez desde sitios más distantes, pasan noches en vela, rezan, lloran sus pecados, piden perdón, expían y luego cantan.
De ella recibió buen influjo y enseñanza la devoción del pueblo andaluz por sus Macarenas, sus Cristos crucificados y sus «pasos» de Semana Santa.
¡Sí! Aquello abrió tan profundo surco en la cristiana alma andaluza, como las heridas que hicieron en la madera las gumías de Martínez Montañés, Juan de Mesa y Cristóbal de Mora.
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Cumpleaños
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César Silva.- Dios te bendiga! Feliz Cumpleaños!
Lina Narváez.- Bogotá, Colombia
Serafin Gómez Uribe.- Girón, Santander – Feliz Cumpleaños!
Enrique Gerardo Cortés Bolaños.- Alajuela, Costa Rica (1964) – Que el Señor de la Vida le Bendiga siempre.
María Dussán.- Bogotá, Colombia
Rosanna de Amorim.- Santa Cruz, Bolivia (1947) – Oración en el día de mi cumpleaños.
Francisco Javier Molini.- Cañada de Gomez, Argentina (1987) – Damos gracias a Dios por la vida de nuestro segundo hijo. Y pedimos que el Señor continue visitando su corazón, iluminando su camino y animando las decisiones de su proyecto de vida.
[Añade otro cumpleaños]
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Bautismos
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Aniversario de Ordenación Sacerdotal
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Aniversario de Matrimonio
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Grupos, Comunidades, Congregaciones…
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Evangelización Viva para hoy y los próximos días
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Otras fechas importantes para ti
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Fallecieron en un día como hoy…
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Enlace recomendado para este día
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Un cura afirma cómo el Reiki es un instrumento del demonio
“Cuando el centro ya no es Cristo, cuando estás fuera de Cristo, ahí no hay sanación verdadera…” Haz click AQUÍ.
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Un poco de Humor…
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Más auxilio
Josefa sale corriendo y grita:
– “Auxilio, me robaron mi camioneta”.
Un señor se acerca y le pregunta…
– ¿4 x 4?
– Mmmmmm… 16… pero ahora ayúdeme.
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Palabra de Dios
para alimentar tu día
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Lecturas de la S. Biblia
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Temas de las lecturas: Hoy te pongo delante bendición y maldición * Dichoso el hombre que ha puesto su confianza en el Señor. * El que pierda su vida por mi causa la salvará
Textos para este día:
Deuteronomio 30,15-20:
Moisés habló al pueblo, diciendo: “Mira: hoy te pongo delante la vida y el bien, la muerte y el mal. Si obedeces los mandatos del Señor, tu Dios, que yo te promulgo hoy, amando al Señor, tu Dios, siguiendo sus caminos, guardando sus preceptos, mandatos y decretos, vivirás y crecerás; el Señor, tu Dios, te bendecirá en la tierra donde vas a entrar para conquistarla. Pero, si tu corazón se aparta y no obedeces, si te dejas arrastrar y te prosternas dando culto a dioses extranjeros, yo te anuncio hoy que morirás sin remedio, que, después de pasar el Jordán y de entrar en la tierra para tomarla en posesión, no vivirás muchos años en ella. Hoy cito como testigos contra vosotros al cielo y a la tierra; te pongo delante vida y muerte, bendición y maldición. Elige la vida, y viviréis tú y tu descendencia, amando al Señor, tu Dios, escuchando su voz, pegándote a él, pues él es tu vida y tus muchos años en la tierra que había prometido dar a tus padres Abrahán, Isaac y Jacob.”
Salmo 1 :
Dichoso el hombre / que no sigue el consejo de los impíos, / ni entra por la senda de los pecadores, / ni se sienta en la reunión de los cínicos; / sino que su gozo es la ley del Señor, / y medita su ley día y noche. R.
Será como un árbol / plantado al borde de la acequia: / da fruto en su sazón / y no se marchitan sus hojas; / y cuanto emprende tiene buen fin. R.
No así los impíos, no así; / serán paja que arrebata el viento. / Porque el Señor protege el camino de los justos, / pero el camino de los impíos acaba mal. R.
Lucas 9,22-25:
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser desechado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar al tercer día.” Y, dirigiéndose a todos, dijo: “El que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz cada día y se venga conmigo. Pues el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mi causa la salvará. ¿De qué le sirve a uno ganar el mundo entero si se pierde o se perjudica a sí mismo?”
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Homilías para escuchar
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Versión
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Escuchar
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Más…
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1
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1997/02/13 |
El bien se alcanza por medio de la cruz.
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2
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1998/02/26 |
Necesitamos del auxilio del Espíritu Santo y del ejemplo de Cristo, para decir “sí” a la voluntad del Padre.
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3
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1999/02/18 |
Decidirnos a obrar el bien aunque a veces tengamos que sufrir.
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4
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2010/02/18 |
La gran característica de la cruz es el sufrimiento, pero sufrimiento fecundo.
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5
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2011/03/10 |
El ejercicio fundamental de la cuaresma es la resolución interior de acoger la vida verdadera: la bendición genuina, que nos viene por Cristo y por su Cruz.
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6
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2012/02/23 |
Buscar en lo íntimo del corazón la verdad del plan de Dios parece desperdicio y fracaso, pero lleva en sí el verdadero y dulce fruto de vida.
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7
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2013/02/14 |
La Pascua de Cristo será victoria tuya si abrazas el camino y misterio de la Cruz de Cristo, la que libera de ídolos.
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8
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2013/02/14 |
Las objeciones que la cultura contemporánea pone contra la obediencia caen frente a la preciosa pedagogía bíblica para aprender a obedecer.
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9
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2014/03/06 |
Tratar de “salvar la vida” es tratar de no perder nada, y eso significa, tratar de no dar nada ni entregarse uno sinceramente a nada.
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10
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2015/02/19 |
Más allá de los condicionamientos y traumas del pasado, hay siempre un margen de libertad; en ese margen quiere empezar a obra Dios hoy mismo.
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Más información sobre este día aquí
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Homilía para leer
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Temas de las lecturas: Hoy te pongo delante bendición y maldición * Dichoso el hombre que ha puesto su confianza en el Señor. * El que pierda su vida por mi causa la salvará
1. Ante ti están la vida y la muerte
1.1 Dios nos invita a elegir y a la vez nos apremia a tomar una determinada opción. Parece contradictorio: el Dios que me hizo capaz de bien y de mal luego me invita a que elija el bien y rechace el mal. Tal vez por eso algún existencialista dijo que el hombre estaba “condenado” a ser libre. ¿Por qué Dios, que sabe cuál es mi bien, abre para mí la tremenda posibilidad de no elegir ese bien?
1.2 Es que el bien no es en primer lugar una “cosa” que hacemos, sino aquello que somos, aquello que alcanzamos ser a través de los que decimos, pensamos, optamos y vivimos. Es verdad que existe el bien forzoso, que a su modo “practican” los planetas, siguiendo rígidamente sus órbitas, o las plantas, cumpliendo las leyes de la biología, o los animales, obedeciendo sin protestas el curso de sus instintos. Esos bienes existen y tiene la altura y cualidad de los seres que los realizan, pero no pueden elevarse de allí a la consideración de su propio ser o de su propio obrar. Desconocen la majestad que revelan en una armonía que les precede y les domina en silencio.
1.3 Algo distinto quiso Dios para unos de sus seres, que somos precisamente nosotros. Sólo en nosotros el pensamiento se levanta a la consideración de su propio origen y de su último fin. Somos las únicas creaturas visibles que pueden decir “no” a sus propios impulsos y detenerse a sí mismos en el curso de los deseos que parecerían inevitables. ¿Has visto a un buey tomando la decisión de ayunar? ¿Conoces conejos que, después de madura deliberación deciden no tener más conejitos? ¿Escuchaste de alguna vaca que analizara juiciosamente si el pasto debe ser su alimento por los siglos de los siglos?
1.4 Dios, pues, nos ha creado con su poder, nos educa con su sabiduría y nos mueve con su amor. Quiere hacer verdad y realidad en nosotros un bien nuevo, un bien inédito entre las creaturas visibles: el bien de aquel que, en libertad, con lucidez y amor, se levanta sobre sí mismo y saluda con gratitud a su Hacedor.
2. Carga con tu Cruz
2.1 Mi experiencia ha sido esta: que entender rectamente qué es eso de la propia cruz es como otra cruz.
2.2 Y sin embargo, la palabra del Señor está ahí, y está para nuestra salvación: “el que quiera venir en pos de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz cada día y me siga”. Es propia de Lucas esa expresión que da un matiz particular a la enseñanza del Señor: cargue con su cruz “cada día”.
2.3 La primera lectura nos invita a elegir; el evangelio de hoy también. El Deuteronomio nos pide elegir la vida; el Evangelio, elegir la Cruz. Sin embargo, es una misma elección, pues Jesús advierte: “el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mí, ése la salvará. Pues, ¿de qué le sirve a uno ganar todo el mundo, si se pierde o se arruina a sí mismo?” (Lc 9,25). Elegir la vida es elegir a Cristo, y elegir a Cristo es elegir al Crucificado.
2.4 ¿Cuál es mi cruz? Sólo puedo conocerlo y decirlo en relación con la Cruz de Cristo. En esa Cruz veo dolor y amor; sufrimiento y paz; veo el límite de las fuerzas humanas y los extremos de la piedad divina; encuentro tragedia y providencia, abandono total y solidaridad sin límites; muerte que acecha y vida que asoma. Son las señales de la Cruz de mi Señor; son las señales de mi propia cruz.
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Tema 4 de 6: Nuestra vida cristiana es combate * El ídolo se alimenta de ti en cambio el Dios verdadero te alimenta. * El nuevo orden mundial es la manera como nos pretenden imponer una serie de instrucciones para modelar la sociedad en una determinada dirección.
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