Ese descorazonamiento que te producen tus faltas de generosidad, tu caídas, tus retrocesos -quizá sólo aparentes- te da la impresión muchas veces de que has roto algo de subido valor (tu santificación). No te apures: lleva a la vida sobrenatural el modo discreto que para resolver conflicto semejante emplean los niños sencillos. Han roto -por fragilidad, casi siempre- un objeto muy estimado por su padre. -Lo sienten, quizá lloran, pero van a consolar su pena con el dueño de la cosa inutilizada por su torpeza…, y el padre olvida el valor -aunque sea grande- del objeto destruido, y, lleno de ternura, no sólo perdona, sino que consuela y anima al chiquitín. -Aprende.
Más pensamientos de San Josemaría.