El profeta denuncia con claridad el pecado pero anuncia con firmeza la esperanza de conversión y salvación.
[Esta homilía para el Martes II de Cuaresma fue predicada en el Monasterio de Baeron, Corea, para las Monjas Dominicas y los feligreses que se congregan en esa capilla. La versión que aquí se presenta ha sido editada para dejar sólo la parte en español, sin la traducción que se iba haciendo al coreano. Por eso el ritmo de la palabra puede parecer distinto a otras predicaciones.]