[Curso presencial ofrecido en la Facultad de Teología de la Universidad Santo Tomás, en Bogotá. 2014.]
* Origen de este curso: Toma elementos que se ofrecían tradicionalmente en otros cursos: De Deo creatore y De gratia, especialmente.
* ¿Por qué el cambio? Por un cambio en el horizonte cultural. Por una parte, está la primacía del paradigma del conocimiento científico, que, en un caso extremo, lleva al cientificismo, es decir, la ideología que presenta como único conocimiento válido el de la ciencia.
* La crítica al cientificismo parte de la crítica a sus presupuestos y condiciones. El ser humano, en particular, no es repetible, lo cual lleva a la paradoja: la ciencia abre el conocimiento de todo pero cierra el conocimiento del hombre, que a través de la ciencia, pretende controlarlo todo.
* Otra crítica: no todo es controlable en el estudio del ser humano; no sólo es imposible sino que resuta a menudo inadmisible desde el punto de vista ético. Conclusión: sí a la ciencia y no al cientificismo.
* Las razones para rechazar el cientificismo no están fundamentadas en la fe ni en textos sagrados: el cientificismo debe ser descartado por su incoherencia intrínseca.
* Si no cabe conocer al ser humano como un “objeto,” ¿cómo queremos conocerlo? Como sujeto, como capaz de decisiones que definen sus futuros posibles. En la teología de Santo Tomás, esta línea de análisis lleva al estudio de la “voluntariedad,” es decir: del carácter voluntario de los actos propiamente humanos.
* Deseamos cambiar el enfoque, subrayando al ser humano como principio de sus propias acciones. En este sentido, hay una categoría que toma gran importancia: experiencia. El tipo de experiencias vividas es el contexto inmediato de las decisiones que uno toma.
* La fe no llega al ser humano como el agua que se vierte en un vaso. No es extrínseca y ajena al tejido de experiencias que han ido modelando la historia de cada persona.
* Esa fe que abre la puerta a la acción de Dios, hace posible la gracia de Dios en nosotros. Entonces la gracia no es una “cosa” que uno tiene y que puede perder como el que extravía un objeto. Es propósito de nuestro curso superar la mentalidad “cosista” en la descripción de nuestra relación con Dios.
* Dios entonces no viene a imponerse en nuestra vida ni a reemplazar la realidad humana. Al mostrarse nos revela nuestra propia plenitud. La revelación de Dios es también revelación del ser humano.
* Por eso hay que superar la “mentalidad del balancín,” según la cual para comprender al ser humano hay que despojarlo de toda religiosidad, porque la afirmación de la fe sería una negación u oscurecimiento de la realidad humana.
* Dios no es un estorbo, ni una competencia, en contra de lo que afirmaba Sartre, que creía que la libertad humana es el suspenso en una indecisión radical, en medio de un universo de posibilidades sin coacción.
* La agenda secularista y laicista cree que para hacer antropología hay que acabar la teología. Para muchos, no se puede encerrar en una expresión “antropología” y “teología.” La teología sería un mundillo imaginario, a lo sumo inocuo; la antropología sería conocimiento serio, a partir de la ciencia (cientificismo) y de una libertad absolutizada.
* La democracia ha consagrado así un nuevo tirano: la mayoría. Y eso implica que en la democracia moderna gobierna quien tenga dinero para pagar publicidad e ingeniería social. Nótese cómo una antropología ajena a la dignidad del ser humano, que se radica en Dios, termina siendo una nueva forma de esclavitud y de tiranía, que destruye al hombre al que pretendía endiosar.
* La antropología teológica quiere mostrar cómo la más plena afirmación del hombre va unida a la profunda afirmación del Dios que se ha revelado en la historia, concretamente, en la historia del pueblo de Dios.