156 Inseparablemente unido al tema de los derechos se encuentra el relativo a los deberes del hombre, que halla en las intervenciones del Magisterio una acentuación adecuada. Frecuentemente se recuerda la recíproca complementariedad entre derechos y deberes, indisolublemente unidos, en primer lugar en la persona humana que es su sujeto titular.322 Este vínculo presenta también una dimensión social: « En la sociedad humana, a un determinado derecho natural de cada hombre corresponde en los demás el deber de reconocerlo y respetarlo ».323 El Magisterio subraya la contradicción existente en una afirmación de los derechos que no prevea una correlativa responsabilidad: « Por tanto, quienes, al reivindicar sus derechos, olvidan por completo sus deberes o no les dan la importancia debida, se asemejan a los que derriban con una mano lo que con la otra construyen ».324
NOTAS para esta sección
322Cf. Juan XXIII, Carta enc. Pacem in terris: AAS 55 (1963) 259-264; Concilio Vaticano II, Const. past. Gaudium et spes, 26: AAS 58 (1966) 1046-1047.
323Juan XXIII, Carta enc. Pacem in terris: AAS 55 (1963) 264.
324Juan XXIII, Carta enc. Pacem in terris: AAS 55 (1963) 264.
Este Compendio se publica íntegramente, por entregas, aquí.
Hace mucho tiempo, un rey colocó una gran roca obstaculizando un camino.
Se escondió y miró para ver si alguien quitaba la tremenda piedra. Algunos pasaron simplemente dando una vuelta. Muchos culparon al rey por no mantener los caminos despejados, pero ninguno hizo nada para sacar la piedra del camino.
Un campesino, que pasaba por allí con una carga de verduras, la vio. Al aproximarse a ella, puso su carga en el piso y trato de mover la roca a un lado del camino. Después de empujar y fatigarse mucho, con gran esfuerzo, lo logró.
Mientras recogía su carga de vegetales, vio una bolsa en el suelo, justo donde había estado la roca.
La bolsa contenía muchas monedas de oro y una nota del mismo rey diciendo que el oro era la recompensa para la persona que removiera la piedra del camino.
El campesino aprendió ese día que cada obstáculo puede estar disfrazando una oportunidad.
“Hay diez falsas razones por las que una persona puede casarse, según recoge uno de los mejores filósofos de nuestro país, Tomás Melendo, uno de los mayores especialistas en la persona y la familia, en su libro «Asegurar el amor, antes y durante el matrimonio» . El libro lo ha escrito junto a su mujer, la también filósofa Lourdes Millán-Puelles, y señala diez errores que, según apuntan, «son mucho más frecuentes de lo que pudiera parecernos»…”
[Serie de reflexiones para la Asociación de Vírgenes Seglares Dominicas, en Colombia.]
Tema 10 de 10: Antropología Teológica
* El término del camino del conocimiento de sí mismo está en aquello que dice la Santa: que el alma esté en Dios, y Dios en el alma, como el pez está en el agua y el agua en el pez. El ser humano es ininteligible, y profundamente infeliz, si pierde su relación de amor con Dios, su Padre. Por eso la verdadera antropología es siempre hija de la mejor teología.
* Por eso, después de hablar del conocimiento de sí, y de los caminos de la oración, hemos de preguntarnos qué ser humano surge y se levanta con la fuerza del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Catalina, en esto heredera de una rica tradición agustiniana, presenta la semejanza original y final del ser humano en términos trinitarios:
* Hay tres potencias en el alma: memoria, inteligencia y voluntad. La voluntad tiene hambre de amor; la inteligencia tiene hambre de sabiduría; la memoria se ensancha para dar cabida a aquello que ha dejado huella, aquello que ha mostrado poder.
* Pues en Dios están estas tres, que por apropiación se describen así: En Dios Padre brilla el poder; en Dios Hijo, la sabiduría; en Dios Espíritu Santo, el amor.
* Y así vemos que la doctrina espiritual de Santa Catalina es como un círculo, o como una espiral: aquello que mencionamos al principio, que el hombre está hecho para Dios, se divisa con mayor claridad al término de nuestro recorrido. Y ese término nos invita a mirar con mayor ardor la “orilla” de Dios, y a caminar con mayor convicción por ese Puente.
[Serie de reflexiones para la Asociación de Vírgenes Seglares Dominicas, en Colombia.]
Tema 9 de 10: La Oración
* La mayor parte del conocimiento de sí mismo en Dios acontece cuando estamos de modo más claro abiertos a su gracia, su Espíritu y su amor. Así sucede sobre todo en la oración. Sin oración no hay vida en el alma.
* La estructura básica de la oración es cíclica, según lo que ya se explicó de la meditación “sazonada.” La oración es como una danza del Espíritu Santo en el corazón humano, que nos lleva a contemplar las grandezas del amor de Dios y el tamaño de las muchas necesidades nuestras en términos de perdón, peticiones, misericordia, y demás. Teniendo eso claro, algunas anotaciones adicionales vienen al caso:
(1) Sobre la oración vocal y la oración mental. Se simplifican y comprenden mejor las cosas si entendemos por oración “vocal” aquella que recibimos de otras personas, y que por eso, típicamente, la decimos con nuestra voz, es decir, la recitamos. Leer los salmos, incluso si se hace sin proferir sonidos, es oración vocal. Es falso el dilema que pretenden poner algunos protestantes, entre “rezar” y “orar.” Si la diferencia entre las dos es que “rezar” es malo porque implica repetir palabras de otros, entonces Jesús nos indujo a algo malo cuando dijo que oráramos diciendo (repitiendo) el Padrenuestro. Él mismo recitó salmos, hasta la hora de la Cruz. Todos empezamos por la oración vocal, y a ella hay que volver cuando la atención se dispersa sin remedio, porque la oración vocal cumple la misma función que cumplen las repeticiones cuando uno está aprendiendo a hablar, o cuando aprende un nuevo idioma. Pero hay que ir más allá de la repetición: hay que poner el corazón y elevar la mente; hay que ponderar y degustar lo que uno dice; hay que atesorarlo en la memoria y volver a reflexionar sobre ello a menudo. De esa manera la oración crece y hace bien.
(2) Propósitos y disciplina. Hay dos riesgos en esto; dos extremos: En un extremo, la falta de toda disciplina (por ejemplo, un horario) lleva fácilmente a la mediocridad, el descuido y el abandono de la oración. En el otro extremo, la obsesión por cumplir tato tiempo de oración o decir tantas oraciones puede llevar a un legalismo estéril que seca y endurece el alma. Catalina sabe que la disciplina es necesaria pero también sabe que mientras queremos con prudencia, que ella llama “discreción,” seguir nuestros buenos propósitos, debemos estar abiertos a la inspiración de Dios y a la vez trabajar en la purificación de la intención, de modo que no sean los consuelos o emociones lo que nos mueva ni lo que nos sostenga. A la vez, la inspiración momentánea que eleva la devoción, aunque no debe ser despreciada, tampoco debe reemplazar el ritmo constante y disciplinado que ayuda como criterio de perseverancia y crecimiento.
(3) Sobre el valor de la intercesión. Cuando reflexionamos en lo que significa que Cristo haya querido, con amor y obediencia, ser “Puente,” entendemos que esa es la misión que asumimos, aunque en pequeña escala, cuando hacemos intercesión por los hermanos. Pero esa unión con el Crucificado es también una fuente muy fuerte de caridad, de modo que Catalina asegura que el primer acto de caridad ha de ser orar por el hermano. Acto primero también en el sentido de servir de criterio y de luz para todos los demás bienes que queramos o debamos hacer al prójimo. Sin el beneficio de luz que trae el orar por una persona es muy fácil que el bien pretendido no sea el bien verdadero.
(4) Y nunca olvidar que, como dijo Dios a esta santa: el alma humana fue creada por amor y fue hecha de amor, de modo que la oración es alimento que alimenta. Todo su fruto y grandeza proviene de ser, expresar y celebrar el amor que ha sido derramado en nuestros corazones con el Espíritu Santo que se nos ha dado (Romanos 5).