La encomienda

La encomienda fue en el XVI la clave de todas las discusiones sobre el problema social de los indios en América. Cuando los españoles llegaron a las Indias, aquel inmenso continente, de posibilidades formidables en la agricultura, ganadería y minería, estaba prácticamente sin explotar. La mayoría de los indios eran selváticos, pero los mismos indígenas más desarrollados, como aztecas e incas, tenían muy reducidas sus áreas de cultivo, pues ignoraban el arado, la rueda, no tenían animal alguno de tracción, y desconocían en general las técnicas que hacen posibles los amplios cultivos agropecuarios.

Pero, sobre todo, ignoraban las formidables posibilidades creativas de un trabajo humano fijo y diario, organizado y sistemático. Así las cosas, ¿cómo hispanos e indios podían colaborar, asociados en un gigantesco trabajo común, que aunase la técnica e iniciativa moderna y la fuerza y habilidad de los indios? ¿Cómo establecer un sistema laboral que permitiese multiplicar la producción, como así sucedió, por diez o por cien en unos pocos decenios?…

Prohibida la esclavitud por la Corona, se fue imponiendo desde el principio, con una u otra forma, el sistema de la encomienda, que ya tenía antecedentes en el Derecho Romano, en las leyes castellanas medievales y en algunas costumbres indígenas. Solórzano la define así: «Un derecho concedido por merced real a los beneméritos de las Indias para recibir y cobrar para sí los tributos de los indios que se le encomendaren por su vida y la de un heredero, con cargo de cuidar de los indios en lo espiritual y defender las provincias donde fueren encomendados» (Política indiana II,8). Carlos Alvear Acevedo, historiador mexicano actual -cuya Historia de México, por cierto, en 1986 había tenido ya 40 ediciones- describe así la encomienda:

«Un grupo de familias de indios, que vivían en sus lugares de costumbre, que disponían de la propiedad de sus tierras y que contaban con la autoridad de sus mismos caciques, fueron sometidas al gobierno de un español. Los indios eran los encomendados. El español era el encomendero» (161).

Unos y otros tenían sus derechos y obligaciones. El encomendero tenía la obligación de dirigir el trabajo de los indios, de cuidarles, y de procurarles instrucción religiosa, al mismo tiempo que tenía el derecho de percibir de los indios un tributo.

Aun conscientes de los muchos peligros de abusos que tal sistema entrañaba, Cortés, los gobernantes de la Corona, y en general los misioneros, concretamente los franciscanos, aceptaron la encomienda, y se preocuparon de su moderación y humanización. A la vista de las circunstancias reales, estimaron que sin la encomienda apenas era posible la presencia de los españoles en la India, y que sin tal presencia corría muy grave peligro no sólo la civilización y humanización del continente, sino la misma evangelización. Por eso, cuando las Leyes Nuevas de 1542, bajo el influjo de Las Casas, quisieron terminar con ellas, los superiores de las tres Ordenes misioneras principales, franciscanos, dominicos y agustinos, intercedieron ante Carlos I para que no se aplicase tal norma.

De todos modos, la institución de la encomienda siempre fue criticada y moderada por los misioneros, que veían en ella una ocasión para múltiples abusos, y siempre fue restringida por la Corona, en parte por escrúpulos de conciencia, y en parte porque, como señala Céspedes del Castillo, «no podía tolerar la aparición [en América] de una nueva aristocracia señorial y con ribetes de feudal que, si lograba afirmarse, no habría modo de controlar desde el otro lado del Atlántico».

Por eso, las leyes españolas de Indias, siempre con el apoyo de los misioneros, fueron siempre muy restrictivas, haciendo que la encomienda de servicio fuera derivando a ser encomienda de tributo, «sin que el encomendero tenga contacto con los indios ni autoridad sobre ellos» (América hisp. 92-93).

J. H. Elliot explica bien esta importante cuestión: «Para una Corona deseosa de consolidar y asegurar su propio control sobre los territorios recientemente adquiridos, el auge de la esclavitud y del sistema de encomienda constituía un serio peligro. Desde el principio, Fernando e Isabel se habían mostrado decididos a evitar el desarrollo, en el Nuevo Mundo, de las tendencias feudales que durante tanto tiempo habían minado, en Castilla, el poder de la Corona. Reservaron para ésta todas las tierras no ocupadas por los indígenas, con la intención de evitar la repetición de los hechos del primer período de la Reconquista, cuando las tierras abandonadas fueron ocupadas por la iniciativa privada sin títulos legales. Al hacer el reparto de las tierras tuvieron mucho cuidado en limitar la extensión concedida a cada individuo, para prevenir así la acumulación, en el Nuevo Mundo, de extensas propiedades según el modelo andaluz […]

«El desarrollo del sistema de la encomienda, sin embargo, podía frustrar perfectamente los planes de la Corona. Existían afinidades naturales entre la encomienda y el feudo, y se corría el peligro de que los encomenderos llegaran a convertirse en una poderosa casta hereditaria. Durante los primeros años de la conquista la Corte se vio inundada de solicitudes de creación de señoríos indianos y de perpetuación de encomiendas en las familias de los primeros encomenderos. Con notable habilidad, el Gobierno se las arregló para dar de lado a estas peticiones y retrasar las decisiones que los colonizadores aguardaban con ansiedad. Debido a esto las encomiendas no llegaron nunca a ser hereditarias de un modo formal, y su valor se vio constantemente reducido por la imposición de nuevas cargas tributarias, cada vez que se producía una vacante. Además, cuantas más encomiendas revertían a la Corona más decrecía el número de los encomenderos, y éstos fueron perdiendo importancia como clase a medida que transcurría el siglo» XVI…

No logró, pues, formarse en la América hispana una clase poderosa de grandes propietarios.

«En vez de ello, los funcionarios de la Corona española consolidaron lentamente su autoridad en todos los aspectos de la vida americana, y obligaron a los encomenderos y a los cabildos a sometérseles. La realización es mucho más notable si se la ve recortada ante el sombrío telón de fondo de la Castilla del siglo XV. A mediados de este siglo, los reyes castellanos no podían ni siquiera gobernar su propio país; un centenar de años después eran los gobernantes efectivos de un vasto imperio que se hallaba a miles de millas de distancia. El cambio sólo puede explicarse gracias a la extraordinaria realización real durante los años intermedios: la edificación de un Estado por Isabel y Fernando» (La España 74-75).

La concentración de la propiedad agraria en pocas manos, tan común hoy en muchas partes de Hispanoamérica, rara vez procede de la época primera del descubrimiento y la conquista, sino que se fue desarrollando con el tiempo, sobre todo a partir de la Independencia.

Para valorar la repercusión social de este hecho se debe además tener en cuenta el cambio profundo que durante este proceso se fue operando en la misma concepción jurídica de la propiedad, y particularmente en lo referente a la propiedad de gran número de bienes que pertenecieron a los comunales de los pueblos o a la Iglesia, y que procedían, al paso de los años, de legados y donaciones.

Estos bienes, de ser bienes vinculados, no vendibles, «de mano muerta», protegidos así para cumplir su función esencial al servicio del bien común -mantenimiento del culto y de doctrinas, de escuelas, hospitales y asilos, de tierras de pastos y de cultivos comunales o arrendadas para ayuda de los más necesitados-, pasaron en la «desamortización», durante la revolución liberal del XIX, a ser propiedades de libre disposición, con nuevos dueños que comerciaron con ellas, obtuvieron notables enriquecimientos, y consiguieron una acumulación progresiva de grandes propiedades.

Este proceso ya fue parcialmente anticipado por la política ilustrada del XVIII, como se ve, por ejemplo, en la extinción de las reducciones jesuíticas. En efecto, la expulsión de los jesuitas (1768), inspirada por esa política, trajo consigo el empobrecimiento y la dispersión de los indios, cuando los padres de la Compañía de Jesús fueron sustituídos por administradores, y éstos más tarde por propietarios privados.

De este modo, en el transcurso de algunas generaciones, gran número de tierras fueron pasando a manos de muy reducidos grupos oligárquicos, con lo cual los ricos se enriquecieron más y los pobres se quedaron más pobres. De ahí suelen proceder muchos de los grandes propietarios que han llegado hasta nuestros días.

Es cierto, sin embargo, y conviene recordarlo, que algunos de estos nuevos grandes propietarios, manteniendo la conciencia católica y la tradición hispana, permanecieron en sus tierras, y administraron sus fundos con un cierto sentido benéfico hacia los trabajadores -procurando casas y escuelas, velando por su seguridad social, organizando misiones, etc.-; pero los más, integrándose en la alta burguesía de las capitales, cayeron de lleno en la dureza del capitalismo liberal.

Pues bien, mientras la encomienda estuvo vigente, tuvo formas concretas, e incluso jurídicas, bastante diversas según las regiones de América. Frecuentemente restringida en el XVI, su extinción legal se fue preparando a lo largo del XVII -por ejemplo, con gravámenes desventajosos para los encomenderos-. Y por último, cambiadas ya las circunstancias sociales y laborales, la encomienda fue suprimida prácticamente en todas las Indias en 1718.

Buena parte de los debates jurídicos y teológicos del XVI giraron en torno a la encomienda y el repartimiento, que fueron viéndose como un mal menor.

A medida que se fue creando una opinión generalizada en cuanto a la inevitabilidad de la encomienda, la indignación de Las Casas fue creciendo, pues en ellas él veía algo, por decirlo así, intrínsecamente perverso. No era para él la encomienda un tema social y político discutible, sobre el cual varones prudentes y sinceramente amantes de los indios se dividían en sus opiniones, sino que era algo malo per se. Por eso cuando, ya muy anciano, supo que sus mismos hermanos dominicos de Guatemala informaban favorablemente de la situación de los indios, les envió en 1563 una carta amarga, llena de reproches. Pero hablemos del padre Las Casas más detenidamente, pues en el siglo XVI él fue sin duda el eje principal de todo el debate moral hispano sobre las Indias.

El autor de esta obra es el sacerdote español José Ma. Iraburu, a quien expresamos nuestra gratitud. Aquí la obra se publica íntegra, por entregas. Lo ya publicado puede consultarse aquí.

Invitación a la Filosofía, 05, Elementos de Lógica, 1 de 3

[Curso de Fin de Año ofrecido por Fr. Nelson en Diciembre de 2013 – Enero de 2014]

Tema 5: Elementos de Lógica, Parte 1 de 3

APROXIMACIÓN HISTÓRICA

* En un discurso hay que distinguir entre estructura y contenido; en la estructura: si hay validez, y en el contenido: si hay veracidad. Verdad de un Discurso: Estructura válida y Contenido verdadero.

* El fundador de la lógica es Aristóteles, que plante que el conocimiento es como un edificio, unas cosas se apoyan de otras. Él toma la lógica como herramienta para distinguir el pensamiento correcto del incorrecto. Los siguientes seis títulos, que en su conjunto reciben el nombre de Órganon:

1. De las categorías: Estudio de cómo se utilizan los nombres; uso de las palabras.
2. Sobre la Interpretación
3. Primeros Analíticos: Silogismos como el camino firme para el razonamiento.
4. Segundos Analíticos: Demostración; Utilizar argumentos completos.
5. La dialéctica: Afirmaciones que no son 100% verdaderas.
6. Refutaciones Sofísticas: Argumentos Falsos. Sofistas con los maestros de la época de Sócrates que se consideraban como guías de la sociedad, maestros de vida. Un sofisma: Pensamiento que no es válido pero parece convincente.

* El ejercicio de desenmascarar una mentira es importante, y eso se hace usando la lógica, reconociendo argumentos lógicos para evitar sofismas.

* Kant expone las Categorías como modos que tiene nuestra razón para asomarse a la realidad. Para él no había nada que agregar a la lógica aristotélica. Esta opinión resulta risible si se piensa en todo lo que se puede calcular sobre las combinaciones de los pensamientos humanos, como por ejemplo se hace en la lógica matemática y sus derivados. Pero la misma opinión cobra sentido cuando se piensa en el problema que Aristóteles quería resolver: cómo ayudar a razonar mejor a los seres humanos en sus discusiones reales.

* Nuestro interés en cuanto a la lógica radica en tomar discurso humano (político, literario, teológico…) y en él distinguir estructura y contenido.

RECONOCER ESTRUCTURAS

tablero_2013-12-30 10.08.42

De los tres ejemplos presentados se puede reconocer una estructura, la que es propia de un cierto tipo de silogismo:

Primera Premisa: Afirmación- Premisa Mayor- General
Segunda Premisa: Afirmación- Particular
Conclusión

Una misma estructura puede presentarse con usos de lenguaje distintos.

Cuando las dos premisas son verdaderas, la conclusión es verdadera. Un silogismo correcto garantiza eso: que de lo verdadero siempre llegaré a lo verdadero. Por accidente, un silogismo correcto puede llevar a conclusiones verdaderas aún teniendo falsedad en una o las dos premisas.

Ejemplo del uso de la garantía que da la lógica:

1. Todos los hombres son mortales.(verdadera)
2. Sócrates es hombre.(v)
C. Sócrates es mortal.(v)

Pero de dos premisas falsas, se puedo sacar algo verdadero. Ejemplo:

1. Todo hombre es inmortal (falso)
2. El Teorema de Pitágoras es hombre(f)
C. El Teorema de Pitágoras experimenta la no muerte

Y de una premisa falsa y una verdadera se puede concluir algo verdadero. Ejemplo:

1. Todo católico tiene biblia.(f)
2. Nelson es católico.(v)
C. Nelson tiene biblia.(v)

¿Agua bendita para proteger al Santísimo?

Queridísimo Padre: al grano. En nuestra parroquia se celebra, una vez al mes, la antigua misa de sanación, hoy llamada, misa de oración y unción de los enfermos. A ella concurrre un sacerdote ( asesor diocesano de la RCC ) de otra localidad y antes de su llegada, lo hace un equipo de servidores de la RCC, de la misma localidad del sacerdote; quienes encontrándose aún la iglesia sin abrir, comienzan a rociar el templo con agua bendita o exhorcizada, según me señalaron, y también esparce sal por el templo. Al ser consultados me señalan que eso siempre se hace pues hay que cuidar al Santísimo. Yo opino que eso es indebido pues en el templo está el Santísimo sacramento, Dios vivo y el templo, por cierto, es un lugar santo por sí. ¿Estaría bien lo que hacen esos hermanos de la RCC ? –H.R.

* * *

Es un gesto innecesario y confuso el que esos hermanos, quizás con la mejor buena voluntad, están realizando. Claramente los recursos que ellos quieren utilizar son espirituales (agua bendita sal exorcizada). ¡Pero ningún recurso espiritual es mayor que la presencia misma de Cristo en la Eucaristía, como la cree y confiesa la Iglesia!

Si queremos orar, cosa buena y santa, hemos de pedir por las PERSONAS, incluyendo a aquellas que en mala hora podrían pensar en ofender el lugar santo de la Casa de Dios. Fuera de eso, el tipo de protección que la Iglesia enseña que hay que dar al Santísimo, y a los templos y cosas sagradas, y a veces a las personas consagradas, es de orden físico, por ejemplo, para el caso de los templos: en la manera como deben construirse y cuidarse para evitar robos y sacrilegios.

Invitación a la Filosofía, 04, Despuntar de la filosofía en la Grecia antigua

[Curso de Fin de Año ofrecido por Fr. Nelson en Diciembre de 2013 – Enero de 2014]

Tema 4: Despuntar de la filosofía en la Grecia antigua

* Varios modos de preguntar

+ La razón sale al encuentro de la realidad hablando. La razón interpela la realidad a través de una pregunta, un logos. Y lo que desea es también un logos.

+ Estos logoi son múltiples. Uno puede preguntar cómo, por qué, a partir de qué, en función de qué, para qué, o simplemente preguntar qué.

+ En cierto sentido está última pregunta: “¿qué es?” las agrupa todas. Pero eso no es evidente desde el principio. Al comienzo, la pregunta desnuda por el ser parece abstracta, inútil, exótica o incluso irrelevante.

* Qué es una respuesta

+ Qué constituye una respuesta, es algo menos obvio de lo que creemos. Una respuesta es una palabra articulada, un logos, que alivia la tensión que había traído la pregunta. Pero, ¿en qué momento uno se siente “satisfecho” con la palabra o logos que recibe? ¿Cuánto de esa “satisfacción” depende de factores subjetivos, culturales o completamente circunstanciales? ¿No se dice, por ejemplo, “primero comer y después filosofar”? Eso indica que una necesidad imperiosa hace que casi cualquier respuesta sea suficiente y deje satisfecho, aun cuando sea “por el momento.”

+ A veces los filósofos hablan o razonan como si sus “razones suficientes” fueran igualmente obvias, e igualmente suficientes, para todo el mundo. Es una tentación que hay que saber evitar.

+ El hecho de que no tengamos un criterio último para establecer cuándo una respuesta es total se corresponde con el hecho de que no podemos estar seguros de haber encontrado la primera pregunta, es decir, la que tendría que servir de cimiento a todo lo demás.

+ En este sentido, tanto al preguntar como al responder, el verdadero sabio tiene que cultivar una gran humildad.

* Varios modos de responder

+ ¿Qué clase de respuestas se han dado a lo largo de los siglos? Varias:
— El destino (sino, moira)
— El karma.
— Mitos; relatos de origen (cosmogonías, teogonías)
— Elementos (agua, energía, átomos)
— Un Lógos universal, parcialmente conocido.
— Una Gnosis, a la que acceden los “iniciados”
— Leyes (estadísticas, físicas)
— La voluntad de Dios

+ Tres son principalmente las características propias del preguntar en la antigua Grecia:
— El desinterés “estimúlico” que hace posible plantear una pregunta general en grado sumo.
— El propósito de apartarse de los relatos imposibles de verificar (mitología clásica).
— El análisis racional de respuestas alternativas.

Invitación a la Filosofía, 03, Aspectos existenciales del quehacer racional

[Curso de Fin de Año ofrecido por Fr. Nelson en Diciembre de 2013 – Enero de 2014]

Tema 3: Aspectos existenciales del quehacer racional

* Preparación personal para la filosofía

Aprecio del don racional

+ Si el don de la razón es apertura a la verdad, al ser y a la realidad, no se aprende a filosofar ni se hace filosofía como quien logra cualquier otro tipo de conocimiento.

+ De hecho, los antiguos filósofos veían su llegada a la filosofía como una especie de “conversión.” Las escuelas de filosofía se asemejaban bastante a religiones y cultos, como se notaba fuertemente entre los pitagóricos.

+ Era costumbre en muchas escuelas que hubiera escritos, la mayoría, de circulación restringida (esotéricos) por oposición a otros, la minoría, que eran de circulación pública.

+ Esa “disciplina del arcano” reflejaba de alguna manera la conciencia de que el saber conlleva una forma nueva y distinta de vida, y trae también un modo de “poder.”

La ascesis racional

+ El razonar correcto supone un esfuerzo porque el error es múltiple mientras que la verdad es una. A medida que las consideraciones causales se hacen más amplias, ese esfuerzo se hace mayor.

+ Como hemos visto, el razonar supone levantarse por encima de lo “estimúlico” y esto implica ignorar o posponer muchos apetitos, conveniencias, intereses, lucros y placeres. La verdadera vida intelectual requiere muchas renuncias.

+ La verdad obtenida tras largo esfuerzo no es siempre comprensible ni bien recibida por los demás. A menudo tiene que ser defendida con valor, incluso con heroísmo. La ingratitud, la incomprensión y la crueldad son relativamente frecuentes en las vidas de los filósofos.

+ Ayudar a otros a encontrar la verdad puede ser una empresa muy noble pero nunca será fácil ni sencilla.

La coherencia vital

+ Saber del bien sin ser bueno es como llegar a un banquete y no probar bocado.

+ En sus mejores tiempos, los filósofos han entendido su esfuerzo como una forma de vida. Muchos han optado por el celibato.

+ La pureza del razonamiento invita a otras purezas: de intención, de cuerpo, de palabra.

+ La búsqueda de la verdad implica amistad con los caminos que llevan a la verdad: el silencio, la humildad, la pobreza, la bondad.

Relación entre filosofía y teología

+ La distancia entre la filosofía y la teología es menor de lo que se suele pensar. La novedad en la teología es que el punto de partida es la revelación hecha a un pueblo específico: el pueblo de Israel.

La razón frente a la revelación:

+ La razón evalúa la posibilidad de la revelación, y descubre que un Dios bondadoso, sabio y poderoso podría querer mostrarse a los hombres.

+ La razón evalúa el contenido de la revelación, y descubre que hay coherencia y a la vez avance, por ejemplo, del Antiguo al Nuevo Testamento.

+ La razón evalúa las objeciones contra la revelación y en cada caso descubre como son perfectamente superables.

+ La razón examina el conjunto de la revelación, y ayuda a exponer en orden el contenido de lo revelado.

Invitación a la Filosofía, 02, La filosofía como forma de vida

[Curso de Fin de Año ofrecido por Fr. Nelson en Diciembre de 2013 – Enero de 2014]

Tema 2: La filosofía como forma de vida

* Excesos y defectos al razonar

Por defecto:

+ Si prevalece la sola opinión (doxa); el subjetivismo

+ Los sesgos (“bias”: cf. Lonergan) debidos a emoción, miedo, prejuicio, ignorancia, error, alucinación, fanatismo, superstición, credulidad

Por exceso:

+ Los racionalismos; considerar como irracional lo que no se puede entender o demostrar (que podría ser irracional pero también podría ser supra-racional).

+ La razón “autónoma,” que termina convirtiéndose en otra forma de subjetivismo.

+ La “razón instrumental,” que se convierte en vehículo de intereses ajenos a la verdad.

+ El cientificismo; el neopositivismo; el positivismo lógico.

* Grandeza y límite de la razón

+ Lo propio de la inteligencia es la apertura al ser, la verdad, la realidad, más allá de los estímulos, las conveniencias, los intereses o los posibles beneficios o perjuicios.

+ Dios tiene inteligencia pero su conocer no es deductivo; lo mismo sucede con los ángeles.

+ No es lo mismo inteligencia que razón. Lo propio de la razón es el proceso deductivo. Pero la razón es una forma de inteligencia que supone, como siempre, apertura al ser, la verdad y la realidad.

+ La razón entonces no parte de sí misma; no puede ponerse en marcha a si misma sino a partir de algo anterior, que no es demostrado ni demostrable.

+ En este sentido, toda filosofía es deudora de una forma de fe: de una confianza radical en “algo” que le sirve de punto de partida. No existe el discurso racional “puro.”

+ ¿Qué sirve de base al quehacer racional? En cuanto al obrar, la información sensible; en cuanto al moverse, alguna forma de amor; en cuanto al encontrar un primer interrogante, alguna forma de fe.

+ Por eso no es cierto que haya una racionalidad “sin fe” opuesta a una racionalidad “con fe.” Todo razonar implica una forma de creer, y el punto es: qué tan consciente es uno de lo que quiere creer y de por qué lo cree.

Invitación a la Filosofía, 01, Conocimiento Racional

[Curso de Fin de Año ofrecido por Fr. Nelson en Diciembre de 2013 – Enero de 2014]

Tema 1: Conocimiento Racional

* Presentación

+ Filosofía: amor a la sabiduría; es historia y contenido.
+ “Contenido”: temas; conocimiento según razón.
+ “Historia”: encuentro con personas, en sus contextos y con sus intereses.
+ Caricaturas de la filosofía: distante, irrelevante, atea, incrédula, materialista, fría, masculina.

* Tipos de conocimiento

+ Hay varias clasificaciones; nos ayudan a recordar que el conocimiento formal y filosófico no lo es todo ni puede pretender en cada área de la vida tener el primer lugar.

+ Relacionado: tipos de inteligencia.

+ Conocimiento con formalidad “estimúlica” y con formalidad “de realidad” (Zubiri). Diferencia entre un “problema” y una “pregunta”

+ Conocimiento “connatural” y conocimiento expreso o formal (Tomás de Aquino)

+ La “experiencia” (know-how) y el “manual”

* Conocimiento racional (episteme). Características:

+ Lógico, coherente
+ Real
+ Universal
+ Comunicable
+ Permanente
+ Causal
+ Estructurado