John Wayne murió católico

John Wayne

El 11 de junio de 1979 murió el legendario John Wayne, una de las más grandes estrellas de Hollywood. A los pocos días, se supo que había abrazado el catolicismo en su lecho de muerte. Muchos quisieron desautorizar esa noticia, y la duda permaneció durante algunos años. Tiempo después, cuando las aguas volvieron a su cauce, dos personas muy cercanas al actor contaron lo sucedido: su nieto, el sacerdote Matthew Muñoz, y su hijo, el también actor Patrick Wayne.

El sacerdote, que vive actualmente en California, recordó que la primera esposa del actor –y su abuela- Josefina Wayne Sáez, fue el principal instrumento que Dios utilizó para evangelizar a la estrella del cine. De origen dominicano, Josefina “tuvo una maravillosa influencia sobre la vida de mi abuelo, y lo introdujo en el mundo católico”.

John Wayne se casó con Josefina Sáez en el año 1933. Tuvieron cuatro hijos; la menor de ellos, Melinda, es la madre del Padre Muñoz. John se divorció de Josefina años más tarde. Por su fe católica, la joven decidió no volver a casarse hasta la muerte de su ex marido, por cuya conversión rezó siempre a Dios.

Fr. Matthew Muñoz tenía 14 años cuando su abuelo murió de cáncer. Siempre recuerda que Wayne tuvo un gran aprecio por las enseñanzas cristianas. “Desde temprana edad, mi abuelo tuvo un gran sentido de lo que era moralmente correcto. Se crió en un mundo regido por principios cristianos y una especie de ‘fe bíblica’ que, creo, tuvo un fuerte impacto sobre él”. También recuerda que “pasado el tiempo, mi abuelo fue involucrándose en la recaudación de fondos para los pobres y para las labores sociales de la Iglesia que organizaba siempre mi abuela, y después de un tiempo, notó que la visión caricaturesca que le habían infundido sobre los católicos no se correspondía con la realidad”.

De hecho, sus siete hijos y sus 21 nietos fueron bautizados en la Iglesia católica. Y su amistad con el director católico John Ford, que le lanzó a la fama con la película “La diligencia” (1939) se notó con el paso del tiempo.

Según explica el sacerdote, en la conversión de Wayne jugó también un papel clave el Arzobispo de Panamá, Mons. Tomas Clavel, con quien compartía una estrecha amistad. Fue él quien “fue formando, poco a poco, conversación a conversación, a mi abuelo, hasta que un día le dijo: ‘De acuerdo, estoy preparado’. Deseaba ser bautizado y convertirse en católico”. Para nosotros “fue maravilloso verle alcanzar la Fe y dejar ese testimonio a nuestra familia”.

Sin embargo, el conocido actor no se atrevía a dar el paso. Intuía el revuelo que se podría formar en Hollywood. Y decidió esperar. Se definía “católico cardíaco”, porque lo era ya en su corazón, pero se veía incapaz de dar el paso. Más de una vez afirmó su deseo de “convertirme el día antes de morir”. Y eso fue exactamente lo que sucedió.

Su hijo Patrick, que actuó con él en varias películas (entre ellas, “Centauros del desierto”, 1956), recuerda lo que sucedió el último día de la vida de su padre:

“Cuando estaba muriéndose en el hospital todavía no había sido bautizado. (…) Los últimos diez días los pasó en coma. El sábado por la noche, dos días antes de morir, salió del coma cuando mis hermanos Michael, Toni y Aissa estaban presentes. En el rato que estuvo despierto dijo otra vez que quería convertirse, pero al poco tiempo entró de nuevo en coma. El lunes, yo estaba con él y vi que se estaba poniendo peor. Sonó el teléfono. Era el capellán católico que quería pasar a verlo. Colgué. Aunque mi papá estaba todavía dormido, le dije sin esperar respuesta: “Papá, el capellán quiere verte”. Entonces le oí decir: “Okay.” Me quedé atónito, pero llamé al capellán, que apareció en menos de media hora. Con él todavía dormido, le dije: “Papá, el capellán está aquí”, y otra vez dijo: “Okay”. Entonces se despertó. Abandoné el cuarto durante unos minutos. Desde fuera pude oír el murmullo de su conversación. Cuando el capellán salió, me dijo que mi papá había sido bautizado. Esa misma tarde falleció”.

En una entrevista concedida a la prensa, Fr. Matthew Muñoz contaba: “Cuando éramos pequeños íbamos a su casa y sencillamente pasábamos el rato con el abuelo, jugábamos y nos divertíamos. Una imagen muy diferente de la que tenía la mayoría de la gente de él”.

[Fuente: Catolicidad]

Himnos litúrgicos para la Virgen de Guadalupe

Guadalupe!

Para Laudes:

Ayer, alba en el alba, subiste presurosa
por servir a tu prima, cual sierva ante los siervos.
Hoy a México bajas, cual Rosa misteriosa,
para anunciar al indio que en sus ratos acerbos

jamás estará solo; porque jamás, oh Madre,
has sido en nuestra historia cobarde subterfugio;
porque tú eres la escala ante el Hijo del Padre:
¡tú el regazo y el puente; tú, defensa y refugio!

Eres cifra y compendio de nuestra patria suave;
eres signo y substancia de nuestra nueva raza;
eres lámpara y cuna, eres báculo y ave,
eres vínculo y nudo, eres tilma, eres casa.

Por tus manos en hueco, patena de ternura,
consagramos al Padre de todos los consuelos,
por el Hijo, en la Llama quemaste la amargura
del sudor hecho lágrimas y el júbilo hecho anhelos.

Amén.

Para Vísperas:

Morenez de morena hermosura,
no nevado candor de jazmín;
sí amalgama, crisol que madura
nuestra sed del Amor, mar sin fin.

Ella es reina, nosotros vasallos;
ella es río, nosotros la sed;
ella estrella, nosotros los rayos;
ella nave, nosotros la red.

Sobre el surco del llanto, sus ojos,
sobre el hambre de Madre, su amor;
sus dos manos, que quitan abrojos
en la noche de América: sol.

Cuando el valle se viste de sombras
y el silencio es la voz del hogar,
te loamos, Señor, que te nombras
el Amor no agotado de amar.

Amén.

Otra mirada sobre la conquista en América

La Reconquista que España hace de sí misma no es sino una preparación para la Conquista de América, que se realiza en perfecta continuidad providencial. El mismo impulso espiritual que moviliza a todo un pueblo de Covadonga hasta Granada, continuó empujándole a las Canarias y a las Antillas, y de allí a Tierra Firme y Nueva España, y en cincuenta años hasta el Río de la Plata y la América del Norte. La Reconquista duró ocho siglos, y la Conquista sólo medio. Esta fue tan asombrosamente rápida porque España hizo en el Nuevo Mundo lo que en la península venía haciendo desde hace ocho siglos. Estaba ya bien entrenada.

Y del mismo modo, en continuidad con la tradición multisecular de avanzar, predicar, bautizar, alzar cruces, iglesias y nuevos pueblos para Cristo, ha de entenderse la rápida evangelización de América, esa inmensa transfusión de sangre, fe y cultura, que logró la total conversión de los pueblos misionados, fenómeno único en la historia de la Iglesia.

«Sin los siglos de batallas contra el moro, enemigo del Altísimo, de María, de Cristo y de sus Santos, sería inexplicable el anhelo cristianizante de los españoles en América, basado en la misma férvida fe» (106).

En las Indias, otra vez vemos unidos en empresa común a Reyes y vasallos, frailes y soldados, teólogos y navegantes. Otra vez castellanos y vascos, andaluces y extremeños, se van a la conquista de almas y de tierras, de pueblos y de oro. Otra vez las encomiendas y las cartas de población, los capitanes y adelantados, las capitulaciones de conquista, las libertades municipales de nuevos cabildos, los privilegios y fueros, la construcción de iglesias o la reconversión de los templos paganos, y de nuevo la destrucción de los ídolos y la erección de monasterios y sedes episcopales.

La Conquista, pues, teniendo la evangelización como lo primero, si no en la ejecución, siempre en la intención, era llegar, ver, vencer, repoblar, implantar las formas básicas de una sociedad cristiana, y asimilar a los indígenas, como vasallos de la Corona, prosiguiendo luego el impulso por una sobreabundante fusión de mestizaje, ante el asombro de la esposa india, que se veía muchas veces como esposa única y no abandonada.

La Conquista de las Indias es completamente ininteligible sin la experiencia medieval de la Reconquista de España.

Concretamente, «la política asimilista pero igualitaria de Castilla, única en la historia de la colonización universal -política que declaró súbditos de la Corona, como los castellanos, a los indios de América y que no convirtió en colonias a las tierras conquistadas sino que las tuvo por prolongación del solar nacional-, no podría explicarse sin nuestro medioevo» (128).

El autor de esta obra es el sacerdote español José Ma. Iraburu, a quien expresamos nuestra gratitud. Aquí la obra se publica íntegra, por entregas. Lo ya publicado puede consultarse aquí.

No sólo celebrar; hay que orar por Mandela

“La acción política de Mandela fué netamente laicista, y en la gran batalla entre la Iglesia Católica y el Humanismo anti-Cristo, recrudecida en la segunda mitad del siglo XX, de la que ya traté en otros artículos de este blog (107 ) y (108 ), se alió decididamente con las sociedades y grandes Organismos Internacionales empeñados en la destrucción de la Civilización Cristiana. Resumo algunos informes recientes de la Human Life International, una de las organizaciones pro-vida más importantes del mundo, expuestos en la Revista ARBIL, nº 61…”

Orar por Mandela

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Oración de Juan Pablo II a la Virgen de Guadalupe

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Oh Virgen Inmaculada, Madre del verdadero Dios y Madre de la Iglesia! Tú, que desde este lugar manifiestas tu clemencia y tu compasión a todos los que solicitan tu amparo; escucha la oración que con filial confianza te dirigimos y preséntala ante tu Hijo Jesús, único Redentor nuestro.

Madre de misericordia, Maestra del sacrificio escondido y silencioso, a ti, que sales al encuentro de nosotros, los pecadores, te consagramos en este día todo nuestro ser y todo nuestro amor. Te consagramos también nuestra vida, nuestros trabajos, nuestras alegrías, nuestras enfermedades y nuestros dolores.

Da la paz, la justicia y la prosperidad a nuestros pueblos; ya que todo lo que tenemos y somos lo ponemos bajo tu cuidado, Señora y Madre nuestra.

Queremos ser totalmente tuyos y recorrer contigo el camino de una plena felicidad a Jesucristo en su Iglesia: no nos sueltes de tu mano amorosa.

Virgen de Guadalupe, Madre de las Américas, te pedimos por todos los Obispos, para que conduzcan a los fieles por senderos de intensa vida cristiana, de amor y de humilde servicio a Dios y a las almas.

Contempla esta inmensa mies, e intercede para que el Señor infunda hambre de santidad en todo el Pueblo de Dios, y otorgue abundantes vocaciones de sacerdotes y religiosos, fuertes en la fe, y celosos dispensadores de los misterios de Dios.

Concede a nuestros hogares la gracia de amar y de respetar la vida que comienza, con el mismo amor con el que concebiste en tu seno la vida del Hijo de Dios. Virgen Santa María, Madre del Amor Hermoso, protege a nuestras familias, para que estén siempre muy unidas, y bendice la educación de nuestros hijos.

Esperanza nuestra, míranos con compasión, enseñanos a ir continuamente a Jesús y, si caemos, ayúdanos a levantarnos, a volver a El, mediante la confesión de nuestras culpas y pecados en el Sacramento de la Penitencia, que trae sosiego al alma.

Te suplicamos que nos concedas un amor muy grande a todos los santos Sacramentos, que son como las huellas que tu Hijo nos dejó en la tierra.

Así, Madre Santísima, con la paz de Dios en la conciencia, con nuestros corazones libres de mal y de odios podremos llevar a todos la verdadera alegría y la verdadera paz, que vienen de tu Hijo, nuestro Señor Jesucristo, que con Dios Padre y con el Espíritu Santo vive y reina por los siglos de los siglos, Amén.

Amén.

Enero de 1979 – Primer viaje apostólico del Papa Juan Pablo II

Apremiados por el Amor – Retiro de Conversión, 5 de 5

[Predicación ofrecida primero en Adviento de 2013 para la comunidad hispana en Bernardsville, NJ.]

Tema 5 de 5: Parejas renovadas en el amor

* Por la inmensa importancia que tiene la pareja como raíz de toda forma de comunidad humana, conviene sacar algunas conclusiones y aplicaciones prácticas dirigidas a la familia, a partir de “la Fuente que no se cansa.”

* Tres son las trampas principales que se ciernen sobre la pareja y la familia: (1) Ver el amor sólo en clave de deleite, sea sensual, emocional o de otro género; (2) Ver la fidelidad sólo como una restricción de la libertad, es decir, poco más que una prisión; (3) Ver la vida humana como una transacción, según lo dicho de la “lógica de la transacción” en una predicación anterior.

* Si caemos en esas trampas, como sociedad, lo que nos aguarda es amargura, soledad, y el vano intento de llenar con cosas de consumo y tiempos de entretenimiento los vacíos de un corazón que fue hecho apara amar a Dios y al prójimo.

* Para vencer esas trampas hay que seguir la ruta de la letra “L,” primera en la palabra LOVE, amor, en inglés. La L desciende y después mira al frente. El que se sabe colosalmente amado, sabe que amar no es deleitarse sino traer un bien inmenso, verdadero y gozoso a aquel a quien uno ama. Y la fidelidad no es entonces un compromiso externo, ni por tanto es una coacción: es la expresión de un amor maduro que quiere entregar no sólo el presente sino también el pasado y el futuro.

Apremiados por el Amor – Retiro de Conversión, 4 de 5

[Predicación ofrecida primero en Adviento de 2013 para la comunidad hispana en Bernardsville, NJ.]

Tema 4 de 5: Movidos por el Espíritu

* Para comprender la novedad de la “fuente” del amor de Cristo, conviene recordar la diferencia entre su propuesta y la manera que el mundo considera usual y normal en el trato entre la gente. El modo mundano lo llamamos la “lógica de la transacción” porque corresponde a la idea de que todo tiene que ser recíproco: “yo sonrío al que me sonríe; ignoro al que me ignora; pago con la misma moneda; quiero a los que me quieren, y tengo detalles con la gente que los tiene conmigo…”

* Lo grave de esa manera de pensar es que hace imposible el perdón y no deja espacio a la misericordia: ¿por qué hacer un bien al que falló o al que de hecho busca mi mal? ¿Por qué tender una mano al discapacitado, al inútil para la sociedad, al que no podrá retornar la inversión que hagamos en él?

* Frente a esa lógica implacable y dura, Cristo trae una abundancia de amor que “no se cansa;” que “no lleva cuentas” (1 Corintios 13); que retrata el infinito mismo de Dios. por eso el primer Nombre del Espíritu Santo en esta reflexión es: DON. El amor de Dios, que unge a Jesús de Nazareth y que, desde él se derrama en los cristianos, es abundancia de gracia, de regalo, de DON.

* Ese DON inmenso es activo y transformante. Lo que no puede nuestro corazón se parece a lo que el hierro no puede alcanzar jamás en su frialdad. El FUEGO del herrero logra, sin embargo, maravillas; y así logra Dios hacer de nosotros amigos suyos, y santos.

* Transformados por su gracia, capaces de lo que parecía imposible, somos enviados por ese mismo Espíritu, no como un simple trabajo sino como un gozo que se comparte, según lo que nos dice el Papa Francisco: “es la gratitud que brota de un corazón verdaderamente atento a los demás. De esa forma, cuando un evangelizador sale de la oración, el corazón se le ha vuelto más generoso, se ha liberado de la conciencia aislada y está deseoso de hacer el bien y de compartir la vida con los demás” (Evangelii Gaudium, 282).