Aprender a obedecer

Templa tu voluntad, viriliza tu voluntad: que sea, con la gracia de Dios, como un espolón de acero. -Sólo teniendo una fuerte voluntad sabrás no tenerla para obedecer.

Obedeced, como en manos del artista obedece un instrumento -que no se para a considerar por qué hace esto o lo otro.

El enemigo: ¿obedecerás… hasta en ese detalle “ridículo”? -Tú, con la gracia de Dios: obedeceré… hasta en ese detalle “heroico”.

¡Qué lástima que quien hace cabeza no te dé ejemplo!… -Pero, ¿acaso le obedeces por sus condiciones personales?… ¿O el “obedite praepositis vestris” -obedeced a vuestros superiores-, de San Pablo, lo traduces, para tu comodidad, con una interpolación tuya que venga a decir…, siempre que el superior tenga virtudes a mi gusto?

¡Qué bien has entendido la obediencia cuando me has escrito: “obedecer siempre es ser mártir sin morir”!

Más pensamientos de San Josemaría.

Invitación a Lumen Fidei, 05 de 10, Iglesia

[Estudio introductorio a la Encíclica Lumen Fidei, del Papa Francisco. Predicación en los Monasterios de las Dominicas Contemplativas de Murcia y de Lerma, en España, Octubre de 2013.]

Tema 5 de 10: Iglesia

* Nuestra fe no es un acto individual. Una fe individual sería indistinguible de la fantasía.

* Siguen de moda expresiones como “Cristo, sí; Iglesia, no.” O también: “Sí a la espiritualidad; no a la religión.” Pero eso es inconsecuente: el subjetivismo de una opción individual cae en el ámbito del mito y carece de toda fuerza o relevancia pública.

* La Iglesia no es comparable a ninguna sociedad humana ni su gobierno es comparable a otro. Algo hay de democracia, aristocracia, monarquía, pero la estructura de la Iglesia es única porque brota de la predicación. La fe y la Iglesia nacen de un mismo origen: la Palabra recibida, en último término, de los apóstoles.

* Mientras que las sociedades humanas surgen de un origen “simétrico,” es decir, de un grupo de iguales que delegan, de manera pragmática, poder para organizar lo que es en igual medida de todos.

* La Iglesia, en cambio, surge de manera “asimétrica,” es decir: no en condición de igualdad, porque hay uno que habla y otro que escucha. La Iglesia nace jerárquica, entendiendo bien que todo poder es siempre poder de ser instrumentos dóciles con los que el Señor construye su obra.