[Serie de reflexiones para la Asociación de Vírgenes Seglares Dominicas, en Colombia.]
Tema 3: Escenas de su biografía, de los 23 a los 30 años
* Hacia los 23 años de edad, Catalina recibe una serie de visiones sobre el infiero, el purgatorio y el cielo, y tiene también varias experiencias de muy alta espiritualidad, incluyendo el matrimonio místico con Cristo. Sin embargo, el desenlace de estas gracias tan singulares vino a ser una sorpresa incluso para la misma santa. Dios la llama a salir de su dura vida de ermitaña penitente para ejercer de un modo cada vez más frecuente e intenso el amor al prójimo.
* Es cierto que ya la caridad estaba presente de varios modos en la vida de Catalina: a través del servicio en muchas tareas de casa en su propio hogar; con mendigos y menesterosos que se acercaban a la puerta de los Benincasa; con sus Hermanas de Comunidad (las Dominicas de la Tercera Orden, o “mantellate”); con alguno parientes y amigos de familia que sabían de su existencia y que tenían algunas conversaciones con ella; en fin, con algunos sacerdotes y religiosos, especialmente de los Predicadores.
* Pero a partir de 1370 las cosas cambian. El llamado del amor se extiende a personas que Catalina sólo lejanamente conocía o había tratado. Veamos dos ejemplos concretos.
* En 1374 se presenta una nueva erupción de la peste. Se trata de una de varias modalidades de enfermedad infecciosa y contagiosa, fatal en su desenlace y extremadamente ágil en su propagación. Catalina despliega una labor intensa de atención a contagiados y agonizantes. Hay que subrayar el carácter integral de su modo de amar: cuidados para el enfermo pero también: oportuna preparación para la muerte, no como desgracia inevitable sino como llamado a una eternidad de bienaventuranza. Después de cuidar por días o semanas a un pariente agónico, al verle morir exclama: “A este ya no lo pierdo.” Lo siente seguro porque sabe cómo ha muerto y a dónde se dirige pasado el umbral que a todos nos aguarda. Ese es verdadero amor, que sabe amar desde la tierra y para el Cielo.
* A fines de 1377 se agudiza la tensión entre Florencia, una de las más prósperas ciudades-estado de aquella época, y el Papa. Hay mucho de mundanidad, egoísmo y oportunismo en este tipo de conflicto, y las armas están a la vista cuando el Papa, a la sazón Gregorio XI, envía a Catalina como legada de paz. Su acción diplomática fue efectiva pero sobre todo de enorme enseñanza para nosotros, porque no corresponde a la imagen que uno suele tener de ese tipo de negociaciones. En efecto:
(1) Catalina trata en primer lugar con personas, no con oficios, instituciones o representantes de grupos de presión.
(2) Avanza en su lenguaje hasta el corazón y la verdad de las personas implicadas: la intensidad de esta verdad es la que finalmente tendrá fuerza en los interlocutores.
(3) Se implica ella misma con todas sus consecuencias, hasta admitir e incluso desear la posibilidad del martirio.