[Retiro Espiritual con un Grupo de Servidores de la Comunidad Hispana en Lafayete, Louisiana, EEUU, en Mayo de 2013.]
* Pentecostés nunca está lejos. lo sabemos porque Cristo ha prometido: “Pues si vosotros siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?” (Lucas 11,13).
* La dinámica del discipulado. Dos verbos destacan como propios de los discípulos, en los cuatro evangelios: aprender y colaborar. Discípulo es el que aprende, por supuesto, pero Cristo no quiere una simple acumulación de conocimiento, porque el tema de aprendizaje es el Reino de Dios, y Dios no llega a reinar solamente con lo que sabe nuestra cabeza sino sobre todo con lo que practicamos y vivimos. Por eso la importancia del “laborar.” Pero no laboramos solos; Él está cono nosotros, y nosotros co-laboramos.
* Sobre esa base se establecen las etapas del discipulado, que pueden condensarse en cuatro: comienzo, crecimiento, madurez y donación.
* El COMIENZO supone recibir a Cristo por alguna de las puertas que la vida suele dejar abiertas: sanación, liberación y perdón. Lo característico de esta primera etapa es el gozo que Cristo describe en varias de sus parábolas, como por ejemplo, la del hombre que encontró un tesoro en un campo, o el comerciante que halló una perla de grandísimo valor. Esta alegría es importante porque suele suceder que quien no conoce esta clase de gozo tenga siempre espacio en su alma para otro tipo de gozo, que ya no será según Dios.