[Reflexión ofrecida a los Pre-Novicios dominicos de Colombia, en Abril de 2013.]
* ¿Qué lugar tienen los estudios de humanidades en una sociedad cuyo progreso parece depender únicamente del avance de la tecnología y de la eficacia en la administración?
* Pare responder a esa pregunta nos vamos a la Antigüedad clásica, porque allí se encuentran raíces profundas de nuestra propia civilización, y porque su relación con lo tecnológico era distinta de la nuestra.
* Las “artes” (actividades, quehaceres, oficios, trabajos) se clasificaban en esa época en dos: serviles (las de los siervos) y “liberales” (las de los “liberi,” los “libres”). Las actividades serviles son indispensables para sustentar la vida pero no dan de suyo un sentido o significado a la vida.
* De hecho, en el ámbito de las artes o actividades consideradas “serviles” lo que prima es el ciclo: producir, consumir y entretenerse, un ciclo que compartimos con las especies animales. Estas actividades son además repetitivas y en ellas prima lo puramente material o físico.
* Quienes hoy consumen a través de la tecnología acercan su vida al esquema servil: producen, consumen y se entretienen. Su capacidad crítica se halla a menudo muy limitada, hasta el punto de que la publicidad les puede hablar de un modo “mágico,” aludiendo por ejemplo a componentes que nadie conoce ni entiende pero en los que sencillamente cree.
* Las llamadas “artes liberales” son, por contraste, un modo de responder a la pregunta por el sentido de la vida. Son siete estas artes y tradicionalmente se clasifican en dos grupos: el trivium (gramática, dialéctica y retórica), y el quadrivium (aritmética, geometría, astronomía y música). En esta reflexión interesa sobre todo el trivium por su relación más próxima a las humanidades.
* La gramática quiere en el fondo que podamos tomar posesión de la casa mental y existencial que habitamos, y que es el lenguaje. Hace accesible el pasado. Nos pone a la altura de los tiempos. Supone poder entender lo que uno escucha o lee, ver lo que tiene de fuerte y de débil, cuál es su propósito y su alcance.
* La dialéctica es un ejercicio de toma de opciones. Enseña a razonar. Ayuda a distinguir los razonamientos correctos de los sofísticos. Educa en el control de las reacciones primarias o puramente emocionales.
* La retórica es el arte de influir, convencer, persuadir, y en el fondo, liderar. Aquel que ha tomado una postura desde su capacidad de argumentación necesita saber cómo llevar esa convicción a otros.
* Se ve, pues, que el estudio de las humanidades, bien entendido, es una escuela de libertad, en lo personal, y una escuela de liderazgo, en cuanto a lo social. Hace bien a todos, y en particular, resulta indispensable a quienes quieren servir el Evangelio a sus hermanos.