Ciencia de la Cruz, 1 de 4, Lo inevitable

Serie de predicaciones con las Monjas del Monasterio de Carmelitas Descalzas de Santa Fe, en Argentina.

Tema 1 de 4: Lo inevitable

* La vida de Teresa Benedicta de la Cruz (Edith Stein) aparece marcada por dos palabras: ciencia y cruz. Entendida en su sentido original, muy amplio, “ciencia” es conocimiento cierto. Ya en él hay una renuncia a las opiniones personales, y hay una marcha hacia lo verdadero y sus implicaciones, es decir, ya hay un anticipo de la renuncia propia de la cruz.

* Más explícita se ve esa renuncia en la tradición filosófica que Edith principalmente siguió en su juventud. La fenomenología de Edmund Husserl propone una “epojé,” palabra por la que el filósofo entiende un “poner entre paréntesis” los datos (ciertos, probables o falsos) de las ciencias, para buscar un piso que dé fundamento a todo conocer. Despojo y fundamento son entonces dos expresiones que acompañan la maduración intelectual de Edith Stein y que tendrán luego su expresión en la experiencia de despojo del Monasterio Carmelitano y en el fundamento de cristo como roca única.

* Llegamos al conocimiento por vía inicial de experiencia. Y las experiencias que conducen a percibir la cruz van en cuatro áreas, que de menor a mayor intensidad pueden quizás ordenarse así: lo inevitable, lo contradictorio, lo doloroso y lo adverso.

* Lo inevitable, lo que escapa a nuestro control, lo que impone su ley en nosotros, es siempre un recordatorio de una verdad fundamental: somos creaturas; no somos el Creador. El primer paso hacia la Cruz consiste en algo tan sencillo pero tan profundo como reconocer que no somos dioses. Frente a la arrogancia de pensadores como Nietzsche, Freud o Sartre, es falso que la sola voluntad o la palabra humanas puedan definir lo que somos y tenemos.

* Jesús nos enseña sobre este límite de creaturas cuando recuerda que no podemos alargar nuestra vida o nuestro cuerpo a placer: dependemos de otros, estamos sometidos a leyes naturales, nuestra esencia y naturaleza no están al arbitrio de cualquier deseo que tengamos. Así va uno descubriendo el camino de la Cruz, no para quedarse en el límite sino para ver en la Cruz la revelación del genuino amor y el comienzo de la gloria que perdura.