Ciencia de la Cruz, 2 de 4, Lo contradictorio

Serie de predicaciones con las Monjas del Monasterio de Carmelitas Descalzas de Santa Fe, en Argentina.

Tema 2 de 4: Lo contradictorio

* Si lo inevitable nos revela nuestros límites, puede en cambio decirse que son las contradicciones las que nos revelan que, aun dentro de los límites de lo posible, no podemos conseguir todo lo que quisiéramos. Una contradicción es un “NO” que se planta frente a nosotros, y que nos incomoda, frustra o enoja.

* La contradicción de nuestra inteligencia sucede cuando encontramos opiniones opuestas, o más todavía, cuando debemos admitir que estábamos equivocados. Hay algo positivo: así aprendemos una nueva verdad.

* La contradicción de la voluntad, en cuanto motor de proyectos y planes, suele generar disgusto e ira. pero podemos aprender esto: que nuestra voluntad cuando todo le sale bien no puede estar segura de coincidir con la voluntad divina; cuando halla oposición, sí que sabe que hace caso a Dios. En esto no interesa qué motivaciones tengan las mediaciones humanas.

* La contradicción de la voluntad, en cuanto capacidad amatoria y lugar de afecto, suele engendrar tristeza, pero una cosa es cierta: que lo que finalmente entristece no es el amar sino la expectativa de ser amado; por eso es posible superar este tipo de contradicción por la ampliación de la capacidad, pureza y manera de amar.

* La contradicción de la memoria es el llamado que hace Dios a la amada del Rey: “Escucha, hija, mira, inclina el oído; olvida tu pueblo y la casa paterna.” Pero ese olvido va unido a una certeza y una promesa: “Prendado está el rey de tu belleza… a cambio de tus padres tendrás hijos.”

Ciencia de la Cruz, 1 de 4, Lo inevitable

Serie de predicaciones con las Monjas del Monasterio de Carmelitas Descalzas de Santa Fe, en Argentina.

Tema 1 de 4: Lo inevitable

* La vida de Teresa Benedicta de la Cruz (Edith Stein) aparece marcada por dos palabras: ciencia y cruz. Entendida en su sentido original, muy amplio, “ciencia” es conocimiento cierto. Ya en él hay una renuncia a las opiniones personales, y hay una marcha hacia lo verdadero y sus implicaciones, es decir, ya hay un anticipo de la renuncia propia de la cruz.

* Más explícita se ve esa renuncia en la tradición filosófica que Edith principalmente siguió en su juventud. La fenomenología de Edmund Husserl propone una “epojé,” palabra por la que el filósofo entiende un “poner entre paréntesis” los datos (ciertos, probables o falsos) de las ciencias, para buscar un piso que dé fundamento a todo conocer. Despojo y fundamento son entonces dos expresiones que acompañan la maduración intelectual de Edith Stein y que tendrán luego su expresión en la experiencia de despojo del Monasterio Carmelitano y en el fundamento de cristo como roca única.

* Llegamos al conocimiento por vía inicial de experiencia. Y las experiencias que conducen a percibir la cruz van en cuatro áreas, que de menor a mayor intensidad pueden quizás ordenarse así: lo inevitable, lo contradictorio, lo doloroso y lo adverso.

* Lo inevitable, lo que escapa a nuestro control, lo que impone su ley en nosotros, es siempre un recordatorio de una verdad fundamental: somos creaturas; no somos el Creador. El primer paso hacia la Cruz consiste en algo tan sencillo pero tan profundo como reconocer que no somos dioses. Frente a la arrogancia de pensadores como Nietzsche, Freud o Sartre, es falso que la sola voluntad o la palabra humanas puedan definir lo que somos y tenemos.

* Jesús nos enseña sobre este límite de creaturas cuando recuerda que no podemos alargar nuestra vida o nuestro cuerpo a placer: dependemos de otros, estamos sometidos a leyes naturales, nuestra esencia y naturaleza no están al arbitrio de cualquier deseo que tengamos. Así va uno descubriendo el camino de la Cruz, no para quedarse en el límite sino para ver en la Cruz la revelación del genuino amor y el comienzo de la gloria que perdura.

De budista a seminarista

“Juan es un joven valenciano que a sus 26 años acaba de entrar en un seminario español. Pero su itinerario ha sido muy especial. Siendo de familia católica no practicante, a los 8 años, un lama tibetano llegó a su casa, convencido de que el chico era la reencarnación de un antiguo maestro budista. Tutores tibetanos le formaron y a los 15 años, ya lo nombraron lama. Su encuentro con Cristo llegó de una forma completamente asombrosa. Este es su testimonio, tal como contó en una entrevista…”

budista a seminarista

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