Parte de nuestra fe como Iglesia es ofrecer el Sacrificio de la Misa para que las almas del purgatorio salgan “pronto”, eso hace pensar que en el purgatorio todavía nos rige tiempo. También estaremos limitados por el espacio, allá “arriba”? – M. Ceballos, preguntado en formspring.me/fraynelson
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En el número 1032 del catecismo leemos: “Desde los primeros tiempos, la Iglesia ha honrado la memoria de los difuntos y ha ofrecido sufragios en su favor, en particular el sacrificio eucarístico (cf. DS 856), para que, una vez purificados, puedan llegar a la visión beatífica de Dios. La Iglesia también recomienda las limosnas, las indulgencias y las obras de penitencia en favor de los difuntos.”
Es evidente que se trata de una purificación y que no es eterna, porque tiene un final, y en ese sentido, transcurre dentro de un tiempo. La pregunta es si ese tiempo puede darse en la condición que la teología clásica llama de “alma separada” o si, quizás, pertenece a la experiencia interior que viven algunos en su camino hacia la separación que llamamos “muerte.” Obsérvese que, en el primer caso, ello implicaría que no hay relación espacial alguna, al no haber propiamente unión con el cuerpo, ni por tanto, referente material. En el segundo caso, en cambio, sí podría darse una condición espacial, algo así como una conexión con el mundo físico de la persona que fallece, incluyendo algunas experiencias que la religiosidad popular asocia con perturbaciones que tienen origen en los difuntos.
No hay dogma definitivo de la Iglesia en esta materia, que permanece abierta a la investigación teológica, y a las opiniones fundamentadas. Yo personalmente, apoyo más el segundo modelo: creo que el proceso de purificación va asociado al proceso del morir, que es eso, un proceso, cuyo tiempo interior o psicológico puede ser extremadamente complejo y subjetivamente comparable a prácticamente cualquier cantidad de tiempo “objetivo.” Esta interpretación parece también más abierta a recibir un elenco nuevo y fuerte de preguntas sobre la corporalidad humana, incluyendo los límites espaciales y temporales. Se trata de cuestiones como esta: ¿Mis uñas son parte de mi cuerpo? ¿Y al cortarlas ya no lo son? ¿Es parte de mi realidad corporal el mundo que habito, por ejemplo, incluyendo mi casa?
Está además, el hecho, muy común en la fe popular, y que quizás tenga un significado teológico poco apreciado hasta ahora, de celebrar la eucaristía con mayor fervor o frecuencia cuando se presentan fenómenos paranormales en el entorno de un (reciente) difunto.
En resumen: el asunto no está definido por la Iglesia pero cabe pensar que sí hay una constricción temporal en el caso de las almas del purgatorio, y que esa constricción se manifiesta en el mundo propio de la persona fallecida.