Fr Nelson, soy estudiante universitaria, o sea, he terminado mi college hace casi un año.me considero una católica convencida pero a la vez reconozco que tengo muchas preguntas. Algunas amigas de la Iglesia me dicen que si yo tuviera más fe no estaría preguntando tanto, y creo que la verdad algunas se han alejado de mí porque les molesta en cualquier retiro o actividad de la Iglesia que yo vaya, siempre que puedo hago alguna o algunas preguntas. ¿Es eso malo? ¿Se puede decir que mi fe es mala, pobre o débil porque me gusta preguntar? – M.F., Estado de California.
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Me haces acordar del comienzo del Evangelio según San Lucas. Allí se cuenta de cómo el Ángel Gabriel es enviado a dos personas distintas, para dar dos anuncios parecidos. Tanto a Zacarías, esposo de Isabel, como a la Virgen María, esposa de José, el ángel debe anunciarles que tendrán hijos. En ambos casos, los aludidos hacen, cada uno, una pregunta. Zacarías pregunta esto: “¿Y yo cómo puedo estar seguro de eso?” María pregunta: “¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?” Ambos textos están en el capítulo primero de San Lucas. Son dos preguntas de dos personas en situación parecida; y sin embargo, su disposición interior es muy distinta: Zacarías quiere saber si tiene control de la situación; María quiere abrirse al plan de Dios, a quien reconoce en control de todo, incluyendo la vida de ella.
Se ve que hay por lo menos dos modos de preguntar, que corresponden a dos maneras de aplicar nuestra inteligencia al dato que nos ofrece la fe. Está el modo controlador, en el fondo descreído, que quiere saber si Dios entra en lo que yo puedo aceptar. Por supuesto, ese modo acaba en incredulidad. Está en cambio, el modo controlado, lleno de fe y humildad, que quiere saber cómo se puede servir mejor al plan de Dios. Este segundo modo es el de la verdadera teología y la verdadera formación cristiana.