En plena tormenta post-conciliar, el 4 de junio de 1970 en Munich de Baviera, el entonces profesor Joseph Ratzinger pronunció una conferencia titulada “¿Por qué permanezco todavía en la Iglesia?”. Dijo que “la reforma, en su significado original, es un proceso espiritual muy cercano a la conversión y, en este sentido, forma parte del corazón del fenómeno cristiano; sólo a través de la conversión nos volvemos cristianos, y esto es válido para toda la vida del individuo y para toda la historia de la Iglesia”. “Si la reforma se aleja de este contexto, del esfuerzo de la conversión – concluía Ratzinger -, y si se espera la salvación sólo del cambio de los demás, de la formas y de adaptaciones al tiempo siempre nuevas”, la reforma “se convierte en una caricatura de sí misma”.