Jesús nace en medio de la noche.
Era de noche, en más de un sentido, aquella vez.
Noche de la tierra, privada de la luz del sol; noche del pecador, lejos de la claridad de la gracia; noche del egoísmo, que nos hace prisioneros de horribles mazmorras a todos; noche del miedo ante el imperio homicida que se endiosa a precio de sangre humana.
Jesús nace en medio de la noche.
Las voces de los ángeles rompen la serenidad de la campiña, y los pastores se ven rodeados de un gozo inesperado, inusitado, inexplicable. La gloria del cielo visita la tierra: una tierra ennegrecida por las huellas del mal y de la ignorancia. No le pareció mal a Dios que el esplendor angelical bañara con su luz al lodo de tantas injusticias, tantas torpezas, tantos engaños, tantas impurezas.
Jesús nace en medio de la noche.
¿Qué está “de noche” en mí? ¿Cuál es la “noche” de mi familia, de mi país, de mi generación? ¿Y en dónde y cómo va amaneciendo la gracia?
El amor de María, la diligencia de José, el resplandor de la estrella, la adoración de los pastores, el peregrinar de los magos de Oriente: Dios siempre regala señales que alivian la noche, que consuelan durante la noche, que son capaces de vencer a la noche. No critiques más a la noche, que así no la alumbras; no maldigas la noche, porque se te entra en el alma; no lamentes la noche, porque el eco de tu lamento te atrapará hasta asfixiarte. Mira, en cambio las señales de luz; bendice las señales, agradece las señales, y vence la noche.
¡Feliz Navidad 2011!