Hola, fray Nelson Medina. Mi nombre es Marcela H., y soy estudiante de psicología en una universidad pública. Me gusta la parte clínica y la consejería, y de hecho, aunque no me he graduado, he visto que mis amigas me toman confianza y me consultan muchas cosas sobre todo de su familia y de sus noviazgos. Por eso, y por una experiencia más bien negativa que yo misma tuve, me han interesado mucho las relaciones de pareja, las diferencias entre hombres y mujeres, y todo lo que tiene que ver con esa llamita que se conoce como “amor”. Relacionado con el tema, me hizo reír mucho una imagen que ud. publicó, donde salía una libro gigantesco, y el pie de foto decía que era la “introducción a la psicología de la mujer”. Yo he tenido buenas (y malas) amigas toda la vida y de verdad que admito que las mujeres somos complicadas, aunque también es cierto que el tiempo y el corazón de una buena amiga es algo que no se puede describir con palabras. Bueno, para no alargarme más, mi pregunta es esta: admitiendo que las mujeres somos “complejas”, porqué cree ud. que es así? ¿Eso es malo o bueno? Gracias por su tiempo. Supongo que también tendrá otras preguntas, tal vez más importantes que responder.
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Empiezo por el final. Pienso que la complejidad de la mente y del corazón femeninos son, en principio, una buena noticia. La vida misma es compleja y los hilos que la tejen no son elementales ni obvios. De modo que todo aquel (o aquella) que quiera leer la vida, o escribir algún párrafo en ella, necesita una elevada capacidad de procesar información compleja, fluida y en buena parte imposible de prever.
Hay causas orgánicas para la complejidad de la mujer. (1) Su cerebro está mucho más conectado interiormente, de modo que sus hemisferios suelen trabajar en mayor acuerdo y velocidad. Esta es la base del famoso “procesamiento en paralelo” que es muy propio de la mujer y muchos menos frecuente en el hombre. (2) La capacidad perceptiva, a nivel de órganos de los sentidos, suele ser mayor en la mujer, de modo que la cantidad de datos ya es mayor de entrada. Es mayor también la forma como se combinan esos datos cuando se conectan con recuerdos, fantasías, alusiones, procesos comunicativos, etc. (3) La mujer, de otra parte, está inmersa en un océano de interacciones hormonales que tienen un impacto real y prácticamente continuo sobre la percepción de sí misma y del mundo alrededor. A veces pasa que las mismas palabras, dichas de la misma forma, no resuenan igual en distintos días porque los días mismos son distintos interiormente.
La educación y las experiencias familiares y escolares iniciales pronto refuerzan esas disposiciones o indisposiciones naturales, de manera que los grupos de niñas amigas refuerzan mutuamente sus capacidades perceptivas y comunicativas, mientras que los grupos de niños se vuelcan más hacia el mundo exterior, y hacia metas definidas y de muy bajo nivel de complejidad, como por ejemplo, meter un gol en la cancha ajena. Mayor y mejor comunicación significa mayor y mejor capacidad de convocatoria hacia la cooperación, la convivencia y al formación equlibrada de seres humanos.
Sin embargo, no todo lo que aprenden así las niñas o las jóvenes es bueno. Pueden aprenden, y algunas aprenden muy bien, a manipular sentimientos, a fingir estados internos de ánimo, a llamar la atención y hacer creer al universo que ellas son sólo víctimas de circunstancias. Estas armas psicológicas a veces son utilizadas posteriormente con destreza y eficiencia, incluso para perjuicio de la misma mujer. Otras veces, este talento “dramático” es utilizado por las mujeres a manera de “sonda” que explora las reacciones de amigas, amigos, parientes o novios; así pasa, a menudo, en la adolescencia. Tales experimentos, vistos desde fuera, pueden producir una sensación de desconcierto e incluso de exasperación.
Finalmente, la mujer, así como está más atenta a su mundo interior, que “escanea” con frecuencia, así también se interroga por el mundo interior de emociones, frustraciones, esperanzas, sueños, miedos, dolores ocultos, alegrías secretas, de los demás. Por lo mismo, las mujeres suelen ser mucho más capaces de percibir “ambientes” y contextos, y también de actuar en consecuencia. Para un observador externo, que no esté viendo lo que la mujer ve, tal comportamiento parece errático o sin propósito.
La complejidad de interacción, conocimiento y acción de la mujer son en principio un bien para la sociedad. La lógica interna, a menudo más simple y persistente del hombre, puede dar algunos frutos notables, pero la planta no crecerá sin la savia que le regala la mujer.