La Santa Sede desea afirmar su creencia profundamente sostenida de que la sexualidad humana es un don que se expresa de modo genuino en la entrega completa y para toda la vida de un hombre y una mujer en el matrimonio. La sexualidad humana, como cualquier actividad voluntaria, posee una dimensión moral: es una actividad que pone a la voluntad individual al servicio de un fin; no es una ‘identidad’. En otras palabras, procede de la acción y no del ser, incluso aunque algunas tendencias u “orientaciones sexuales” tengan raíces profundas en la personalidad. Negar la dimensión moral de la sexualidad lleva a negar la libertad de la persona en esta materia, y socava en última instancia su dignidad ontológica.
Publicado via email a partir de Palabras de camino
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