Al cumplir los noventa años deseo informarte de algunas normas que han orientado mi vida.
1.- Me ordené a los 33 años, he cumplido los 90 y no me he arrepentido ni un minuto. Elegí bien. Si volviera a nacer elegiría lo mismo.
2.- Valora tu vocación. El sacerdote es el mayor bienhechor de la humanidad, pues sólo él puede dar la vida eterna.
3.- La autoestima es razonable; pero la vanidad, no. Ignorar los dones recibidos de Dios es ingratitud; pero envanecerse de ellos es ridículo, pues Dios pudo habérselos dado a otro y no a ti. Ya dijo San Pablo: ¿Qué tienes que no hayas recibido? Y si los has recibido, ¿de qué te engríes?
4.- Procura tener una buena cultura, sobre todo en las materias afines al sacerdocio. Pero no olvides que la virtud es más importante que la cultura. El Cura de Ars, con poca cultura, ha salvado más almas que muchos sacerdotes muy cultos.
5.- El tiempo es para evangelizar, estudiar y orar. Nada más. Descansar sólo lo indispensable.
6.- Cuida tu salud para estar apto a las exigencias de la evangelización.
7.- Cuida tu imagen; no por vanidad mundana, sino para ayudar a que reciban tu mensaje. Si resultas repelente, el rechazo a tu persona arrastrará el rechazo a tu mensaje.
8.- Es posible que alguna mujer se enamore de ti. Recházala con caridad, pero con firmeza. No te creas invencible. Todos podemos perder la cabeza. No serías el primero ni el último. Sé humilde y toma precauciones.
9.- Sé fiel al celibato que has prometido a Dios. No caigas en la tentación de casarte. Difícilmente harás feliz a una mujer. Te pongo dos frases de esposas de sacerdotes: “Muchachas, nunca os caséis con un sacerdote, porque no podréis quitaros de la cabeza que le habéis robado a Dios un ministro”. Y otra: “Lo dejé porque me harté de él: no podía quitarse de la cabeza su sacerdocio”.
10.-La codicia es peor que la lujuria. El dinero hace falta para evangelizar. Muchos instrumentos de evangelización cuestan dinero. Pero el apego al dinero puede apartarnos de Dios.
11.- Sé fiel al MAGISTERIO OFICIAL DE LA IGLESIA. Debemos dejarnos conducir por quien Dios ha puesto al timón de la Iglesia, y no por las opiniones de un marinero de cubierta.
12.- Debemos procurar ser “otros Cristos” en la tierra: pasar haciendo el bien. Que todo el que se acerque a nosotros se aleje mejorado espiritualmente.
13.- Y por supuesto, atiende a todos siempre con buena cara. Que nunca nadie pueda considerar que no lo has atendido bien.
13.- Cuida mucho los juicios que emites de otros. Alguna persona se apartó de la Iglesia por lo que dijo de ella un sacerdote. Hay que combatir el error, pero sin despreciar a la persona equivocada.
14.- Si te equivocas, reconócelo; y pide perdón si alguien se ha sentido herido por tu culpa. La soberbia en un sacerdote es funesta. La humildad resulta atractiva.
15.- En tu predicación procura las tres “c”: claro, corto y convincente.
16.- Pero la brevedad no es el supremo de los valores. Por ser breves no debemos omitir cosas importantes. Aunque siempre será verdad que lo bueno y breve es dos veces bueno.
17.- Antes de predicar debes hacer el guión: en el papel o en la cabeza. No hables si no tienes claro lo que vas a decir.
18.- Y habla con naturalidad: lo amanerado resulta repelente.
19.- Que lo que dices sea provechoso para el oyente. Nuestra misión no es entretener, sino evangelizar.
20.- Procura hablar de modo que te entienda todo el mundo, pero con toda exactitud para que las personas cultas acepten lo que dices.
21.- No pretendas jamás tu propio éxito personal, sino el bien de las almas. Buscar el éxito debe ser tan sólo para facilitar la evangelización.
22.- Utiliza una propaganda adecuada. Es absurdo pretender tener un buen auditorio si no informamos a la gente.
23.- Procura despertar en el oyente interés por lo que dices. Si no, desconectará.
24.- Si utilizas aparatos, que todos funcionen bien: es lamentable que mientras el mal se difunde con técnicas perfectas, la evangelización utiliza, a veces, aparatos mediocres.
25.- Que se te vea piadoso. Trata a la Eucaristía con todo respeto y devoción. El P. Ángel Peña, agustino recoleto, tiene un bonito libro titulado SACERDOTE PARA SIEMPRE, que termina con este consejo:
Sacerdote, celebra tu misa
Como si fuera tu primera misa,
Como si fuera tu última misa,
Como si fuera tu única misa.