Hay una soledad buena y necesaria: la que nos lleva a buscar el encuentro sincero, de corazón a corazón, con el Señor. Esta soledad se ve amenazada por el ruido y los múltiples ídolos de nuestro tiempo. Por contraste, en cambio, hay una soledad mala, la propia del egoísmo y de la mirada que sólo sabe desconfiar del prójimo, engendrando dureza en el alma y paranoia y depresión en la mente. Distinguir entre estas soledades, y cómo preservar la primera y no caer en la segunda, es vital. Predicación en la Asociación “María Santificadora.”
Agosto 1: Que es ser rico ante Dios?
Homilia para el domingo No. 18 del Tiempo Ordinario, Ciclo C, con una invitacion a reflexionar sobre la verdadera riqueza