Todo lo que es la Cruz

8. La Cruz es Signo, Canon y Cátedra de Dios. Es decir La Cruz representa y evoca a la Santísima Trinidad; cuando hacemos el signo de la Cruz lo hacemos invocando el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Este Signo con el cual vencemos al mal es odiado por el enemigo de Dios porque representa su vencimiento, sometimiento, sujeción, muerte y aniquilación. Quien levanta la Cruz, porque es fiel al camino de Jesús, derrota infaliblemente al demonio, acabando con sus insidias y erradicando sus obras. Quien es fiel -y por tener a Cristo-, se viste con las armas de Cristo: una corona de espinas como casco para vencer la soberbia (con sus malos pensamientos e insidias), un manto y una túnica púrpuras por la sangre para vencer la vanidad y la perversión y, como cetro, una caña cascada para vencer la injusticia. Cristo se vistió de llagas y sangre para vencer a todo mal con el bien y a todo odio con el amor. Así es como se vistió el Guerrero Invencible en su último y triunfal combate. Así se preparó para recibir la Cruz, ¿quién como Él? Sin Él nadie es capaz de la Cruz.

“Cristo Jesús, quien a pesar de tener la forma de Dios, no codició ser igual a Dios, antes se anonadó, tomando la forma de siervo y haciéndose semejante a los hombres… se humilló, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz” (Flp 2, 5-8).

Cristo obedeció hasta morir de manera ignominiosa, de este tamaño es su amor a nosotros, igual al amor a la voluntad del Padre. La Cruz es, pues, medida, canon del amor de Dios. Sólo con la Cruz podemos comprender a Dios, pues con la Cruz recibimos establemente al Espíritu Santo quien lleva a la Iglesia a la verdad plena. El Espíritu Santo, quien conoce lo íntimo de Dios, nos hace capaces de comprender a Dios, nos da una conciencia capaz de comprender el “misterio de la iniquidad”, o sea el misterio del mal y el pecado. La Cruz es el centro de la Redención puesto que por ella es aniquilado el mal y su autor el diablo.

Jesús había anunciado: “Cuando hayáis levantado al Hijo del hombre, entonces sabréis que Yo Soy” (Jn 8, 28); Jesús es levantado en la Cruz como en un trono, y así la Cruz se convierte en Cátedra, sede de Jesús. La Cruz es cuna, mesa, tálamo, altar, cátedra, cetro y estandarte de Jesús, pues desde su Nacimiento hasta su Muerte y Resurrección, el proceso lo vivió en la Cruz: “Desdichado y agónico estoy desde mi infancia, he soportado tus terrores, y ya no puedo más” (Sal 88, 16), puesto que “No hay, ni hubo ni habrá hombre alguno por quien no haya padecido Cristo” (CEC 605).

Y la Cruz es Cátedra también porque desde ella, levantado en ella, Jesús, Maestro divino, enseña la Ciencia de la Cruz, ciencia eminentemente católica, que es también la Ciencia del Amor, porque “Nadie tiene amor mayor que este de dar uno la vida por sus amigos” (Jn 15, 13). La Cruz es la expresión del amor divino.