7. “Estaban junto a la Cruz de Jesús su Madre… Jesús, viendo a su Madre y al discípulo a quien amaba, que estaba allí, dijo a la Madre: Mujer he ahí a tu hijo. Luego dijo al discípulo: He ahí a tu Madre. Y desde aquella hora el discípulo la recibió en su casa” (Jn 19, 25-27).
Muchos son los frutos del árbol de la cruz, el cual con Jesús es Árbol de la Vida, pues todos sus frutos alimentan para alcanzar la vida eterna en plenitud. Otro fruto especialísimo es María Santísima, pues Ella se recibe, tal como la recibió san Juan, al pie de la Cruz, o sea, en la crucifixión. En este hecho bendito muy importante en el Misterio Cristiano, san Juan representa a la Iglesia, a la humanidad y, con Jesús, al “Linaje de la Mujer”. San Juan “que estaba allí”, es decir, que al igual que María Santísima también había aceptado y recibido la Cruz de Jesús, recibe como don y herencia a la Madre del Redentor en nombre de todos nosotros. Y la recibe “desde aquella hora” en su casa, en su corazón, para que Jesús y María se establezcan en su interior y lo transfiguren en morada de Dios Trino.
María, cuya misión es “dar a Luz” al Hijo de Dios para el mundo y para el corazón de cada hombre, puede acercarse a nosotros; pero para que esté en nuestro corazón y dé a luz a Jesús en él, es menester que nuestro mal (consecuencia del pecado original y de nuestro pecar) esté sometido y sujeto para que no atente contra Ella y contra su Hijo. Pues el mal que somos, mientras no alcancemos la Resurrección, sólo puede ser sometido y sujeto por la Cruz de Jesús. Es por esto que otro fruto excelso de la Cruz es María, la cual por obra y gracia del Espíritu dará a luz a Jesús como un Niño, para que bajo sus cuidados crezca y se forme en nosotros.