«El “Maestro bueno” indica a su interlocutor –y a todos nosotros– que la respuesta a la pregunta “¿qué he de hacer de bueno para conseguir la vida eterna?”, sólo puede encontrarse dirigiendo la mente y el corazón a Aquel que “sólo es el Bueno”: “Nadie es bueno sino sólo Dios” (Mc 10, 18; cf. Lc 18, 19). Sólo Dios puede responder a la pregunta sobre el bien, porque Él es el Bien.» (Veritatis Splendor 9b)
«En efecto, interrogarse sobre el bien significa en último término dirigirse a Dios, que es plenitud de la bondad. Jesús muestra que la pregunta del joven es en realidad una pregunta religiosa y que la bondad, que atrae y al mismo tiempo vincula al hombre, tiene su fuente en Dios, más aún, es Dios mismo: Aquel que sólo es digno de ser amado “con todo el corazón, con toda el alma y con toda la mente” (cf. Mt 22, 37), Aquel que es la fuente de la felicidad del hombre. Jesús relaciona la cuestión de la acción moralmente buena con sus raíces religiosas, con el reconocimiento de Dios, única bondad, plenitud de la vida, término último del obrar humano, felicidad perfecta.» (Veritatis splendor 9c)
[De los escritos de Juan Pablo II, llamado El Grande]