Señor presidente,queridos amigos: Os saludo a todos de corazón y agradezco calurosamente al señor presidente, Mahmoud Abbas, sus palabras de bienvenida. Mi peregrinación a la tierra de la Biblia no habría estado completa sin una visita a Belén, la Ciudad de David y del nacimiento de Jesucristo. No podría haber venido a Tierra Santa sin aceptar la gentil invitación del presidente Abbas a visitar estos Territorios para saludar a la población palestina. Conozco lo mucho que habéis sufrido y lo que seguís sufriendo a causa de la agitación que ha afligido a esta tierra durante decenas de años. Mi corazón está con las familias que se han quedado sin hogar. Esta tarde, visitaré el Campo de Refugiados Aida para expresar mi solidaridad con la gente que ha perdido tanto. A aquellos de vosotros que lloráis la pérdida de familiares y personas queridas en las hostilidades, particularmente en el reciente conflicto de Gaza, os aseguro mi más profunda compasión y el recuerdo frecuente en la oración. De hecho, os tengo a todos vosotros en mis oraciones diarias e imploro ardientemente al Todopoderoso por la paz, una paz justa y duradera, en los Territorios Palestinos y en toda la región.
Señor presidente, la Santa Sede apoya los derechos de su población a una soberana patria palestina en la tierra de vuestros antepasados, segura y en paz con sus vecinos, en el interior de unas fronteras reconocidas internacionalmente. Incluso si en la actualidad ese objetivo parece lejos de lograrse, le insto, a usted y a toda su población, a mantener viva la llama de la esperanza, esperanza en que puede encontrarse una vía de encuentro entre las legítimas aspiraciones, tanto de los israelíes como de los palestinos, hacia la paz y la estabilidad. En palabras del difunto Papa Juan Pablo II, no puede haber “paz sin justicia ni justicia sin perdón” (Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz del año 2002). Imploro a todas las partes implicadas en este largo conflicto que aparten todo rencor y división que puedan quedar todavía en el camino de la reconciliación y lleguen a todos por igual, con generosidad y compasión y sin discriminación. Una coexistencia pacífica entre las poblaciones de Oriente Medio sólo puede conseguirse con un espíritu de cooperación y respeto mutuo, en el que los derechos y la dignidad de todos sean reconocidos y respetados. Os pido a todos vosotros, pido a vuestros líderes, que tomen un compromiso renovado para trabajar por estos objetivos. En particular pido a la comunidad internacional que utilice su influencia a favor de una solución. Creo y confío que, a través de un honesto y constante diálogo, con todo el respeto a las peticiones de justicia, se puede conseguir una paz duradera en estas tierras.
Es mi ardiente esperanza que los graves problemas que afectan a la seguridad en Israel y en los Territorios Palestinos sean pronto lo suficientemente mitigados como para permitir una mayor libertad de movimiento, especialmente respecto a los contactos entre familiares y al acceso a los lugares santos. Los palestinos, como cualquier otro pueblo, tienen un derecho natural a casarse, a formar una familia y a acceder al trabajo, la educación y a la asistencia médica. Rezo también para que, con la ayuda de la comunidad internacional, el trabajo de reconstrucción pueda realizarse rápidamente allí donde casas, escuelas u hospitales han sido dañados o destruidos, especialmente durante el reciente conflicto de Gaza. Esto es esencial para que la población de esta tierra pueda vivir en condiciones que favorezcan la paz duradera y la prosperidad. Una infraestructura estable ofrecerá a vuestros jóvenes mejores oportunidades para adquirir valiosas especialidades y obtener empleos remunerados y les habilitará para ofrecer su aportación en la construcción de la vida de vuestras comunidades. Hago este llamamiento a los muchos jóvenes presentes hoy en los Territorios Palestinos: no permitáis que la pérdida de vidas humanas y la destrucción de las que habéis sido testigos, despierten resentimiento o amargura en vuestros corazones. Tened el coraje de resistir cualquier tentación que sintáis de recurrir a los actos de violencia o de terrorismo. Por el contrario, dejad que lo que habéis experimentado renueve vuestra determinación de construir la paz. Dejaos llenar de este profundo deseo de ofrecer una contribución duradera al futuro de Palestina, para que pueda ocupar el lugar que le corresponde en el escenario mundial. Dejaos inspirar por sentimientos de compasión hacia todos los que sufren, por el celo por la reconciliación y por una firme confianza en la posibilidad de un futuro más luminoso.
Señor presidente, queridos amigos reunidos aquí en Belén, invoco sobre toda la población palestina la bendición y la protección de nuestro Padre celestial, y rezo fervientemente para que se cumpla el canto que los ángeles cantaron en este lugar: “paz en la tierra a todos los hombres de buena voluntad”. Gracias. Y que Dios esté con vosotros.
Benedicto XVI, Discurso a su llegada a Belén, e 13 de Mayo de 2009