Sé que esto será polémico, pero también puede resultar enriquecedor.
Tuve una conversación con un conocido mío, José Antonio, de confesión Pentecostal, y el tema, como suele suceder en estos casos, fue la Iglesia. Dado el reciente viaje del Papa a Tierra Santa, mi amigo hizo sus respectivos comentarios y preguntas. En particular hubo un punto que yo por lo menos no lo había pensado antes: ¿Qué significado tiene que un cristiano deje una oración suya en el Muro de las Lamentaciones? Trato de transcribir las palabras de José Antonio, aunque por supuesto no hay grabación de lo hablado. Dijo él:
Todo el mundo sabe que ese Muro es importante porque forma parte del conjunto arquitectónico de lo que fue el segundo templo, en Jerusalén. Es una reliquia preciosa para los judíos, sea que se mire al pasado, al presente o al futuro. Con respecto al pasado, es como una manera de aferrase a lo que fue, a lo que existió. Es un modo de recordar de cuántas cosas han sido despojados los judíos, con cuánto odio han sido perseguidos, y qué poco ha quedado de lo que en una época existió. Con respecto al presente es un símbolo de unidad, un lugar único de peregrinación que hasta cierto punto simboliza la supervivencia y los lazos de unidad de los judíos hoy, casi que sin importar qué tan practicantes u ortodoxos sean, pues aquellos más secularizados también ven en ese lugar un símbolo de unidad nacional y judaica. Y con respecto al futuro, no faltan los que creen que el templo tendrá que ser restaurado, piensan que YHWH lo hará posible, y por supuetso esperan el tiempo en que puedan ofrecerse de nuevo los sacrificio prescritos en el Levítico y el Deuteronomio.
Según todo eso, ¿qué significa orar en ese lugar? Obviamente significa mucho. Uno como cristiano puede orar diríamos que en cualquier parte, y los sufrimientos de los judíos jamás pueden ser indiferentes para nosotros. Pero llegar hasta el punto de dejar un papel enrollado, como lo hacen los judíos, ¿no es asociarse demasiado con un lugar que finalmente representa una fe que no es la nuestra, en la medida en que nuestra esperanza está en la Sangre de Jesucristo y en el Don del Espíritu Santo, y no está puesta en la Torah o en los sacrificios de ese templo que ahí se recuerda? Si yo fuera judío, además, sentiría como un abuso que llegara una persona que no es de mi nación ni de mi raza, que no practica la Ley, y que en el fondo cree que los sacrificios de ese templo están desuetos, como dice la Carta a los Hebreos.
Claro, siempre se puede decir que es una manera de predicar paz y reconciliación, y buen entendimiento y respeto mutuo. O sea, diplomacia. Pero es un signo muy equívoco el que escoge el Papa, y sin dejar de hacer diplomacia, porque también es deber suyo, podría preferir otros signos más propios del Nuevo Testamento.
Eso dijo José Antonio.
ACTUALIZACIÓN, después de más de 50 comentarios en Infocatólica:
Bueno, yo puse los reparos del pentecostal aquel y no expresé mi opinión, que ahora expreso:
1. Pienso que es importante todo gesto de respeto y benevolencia entre las distintas religiones, sobre todo cuando la Historia denuncia heridas mutuas.
2. Creo igualmente que nuestra relación, en cuanto cristianos, con el judaísmo, no tiene paralelo con la que podemos tener con otras religiones, sin importar si son más antiguas, extendidas o si comparten una parte de lo que nosotros afirmamos. Con el término “otras religiones” me refiero a lo que suele quedar incluido bajo el epígrafe “diálogo interreligioso,” o sea, con el Islam, el Budismo, etc.
3. Veo con buenos ojos peregrinar a la tierra de Jesús, conocer los lugares y condiciones en que se hizo posible la revelación de Dios a su pueblo, y también establecer relaciones normales y abiertas con las autoridades legítimas de esos lugares actualmente.
4. Considero que ni la oración ni el ser visto orando pueda presumirse que entrañen un gesto hipócrita o superficial. Es especulación, y raya en calumnia, hablar así.
5. Otra cosa es orar “a la manera” de un determinado grupo, comunidad o religión. Si Lex Orandi, Lex Credenci, tanto deben cuidarse los gestos y símbolos como los enunciados doctrinales.
6. Estimo que una oración en el Muro no es algo requerido para los fines de mostrar respeto e incluso sincero afecto y gratitud hacia el pueblo de la Antigua Alianza. Es mejor, me parece, hacer oración en el lugar, sin más aditamentos.
7. En lo que a mí atañe, nadie interprete un comentario como este en la línea de un acto de desamor o desobediencia al Papa. Muy al contrario, como lo muestra la misma Escritura (En Gálatas, por ejemplo) es propio de nuestra fe que todos podamos corregirnos unos a otros. Si bien la palabra final puede y en algunos casos debe quedar reservada al Papa, eso no quiere decir que a él queden reservadas todas las palabras y opiniones.
Cierro este comentario recordando un hecho que quizás ya algunos hayan echado en olvido: durante décadas se volvió costumbre casi obligada del protocolo pontificio besar la tierra de un país al llegar a él, por lo menos por primera vez. Es un gesto que puede interpretarse de varios modos positivos: como cariño, como acto de humildad, etc. Pero tiene sus inconvenientes: resultaba casi gracioso ver que, dadas las condiciones de edad y enfermedad de Juan Pablo II, al final tenían que acercarle una especie de matera para que la besara. Más importante: habiendo tanto auge de las religiones “de la Madre Tierra” (cf. Bolivia, Dinamarca y el Oeste de EEUU, por citar casos visibles) aquel beso empezaba a resultar ambiguo o inconveniente. Felizmente–en mi opinión–Benedicto no lo ha vuelto a hacer. Es decir: no todo gesto es útil y conveniente todo el tiempo, suponiendo que lo sea en una determinada circunstancia.