ORACIÓN DE PERDÓN
El poder sanador del perdón no tiene límites. Una madre tenía dos hijas que hacía tiempo no se hablaban: una era casada y la otra, soltera, y vivía con su madre, viuda. La soltera era bonita y simpática; la casada era menos atractiva, motivo por el cual envidiaba a su hermana y decía que su madre la prefería y, por ello no volvió a casa. Habiendo empezado la madre a orar con insistencia por sus dos hijas, ambas se dieron cuenta de su situación, oraron perdonándose mutuamente y, después de dos años se encontraron nuevamente en casa. Allí se perdonaron nuevamente y sellaron en ese momento con un abrazo las tres.
Un joven profesional cometió adulterio y su esposa, mal aconsejada, decidió no perdonarlo y separarse. El la buscaba desesperado, ella le huía y no quería verlo ni oírlo. El empezó a orar por ella, a pedirle perdón al Señor y a ella en su oración; además envió a su esposa un folleto sobre el perdón. Finalmente ella entendió que con su orgullo no restauraría su hogar. Con la gracia del perdón que los dos recibieron iniciaron nuevamente su vida de pareja cristiana.
Les invito a que hagamos una oración de perdón, aunque sea corta. Pero que les ayude a que también ustedes hagan algo parecido en sus vidas y que tomen la costumbre de estar perdonando con frecuencia y siempre que tengan algo contra alguna persona que les haya ofendido.
Ante de hacer la oración inicia orando al Espíritu Santo para poder entrar en oración de perdón. Cierra los ojos. Desde la fe y con la imaginación mira a Jesús y a las personas necesitadas de tu perdón y que el Señor te va mostrando. Relájate: respira pausadamente, profundamente. Siente que, al entrar el aire en ti, va entrando Jesús, no como una persona sino como una presencia. El aire que entra en ti es más claro. Detén tu respiración, haciendo que Jesús pase por todo tu interior y lo vaya purificando. Exhala el aire: es un aire viciado que, al salir, lleva consigo el desamor, la violencia, tus rencores, tus dolencias y tus angustias.
Al Señor, que está en tu corazón, dile confiada y amorosamente: ¡Padre!, te adoro presente en mí, quiero amarte de todo corazón. ¡Grande y maravilloso eres! Te pido la gracia de amar a todas las personas que tú has puesto cerca de mí en mi vida. Quiero darles hoy el perdón que tú me entregas para ellos. Hoy quiero perdonar como Tú lo hiciste en la cruz, cuando tus enemigos eran fuertes. Espíritu de amor, ayúdame a reconciliarme hoy y a restablecer las relaciones rotas o interrumpidas en mi corazón. ¡Gracias, de antemano, mi Señor por esta misericordia que me regalas para entregarla!
Jesús amoroso, te bendigo, te amo y quiero alabarte con todo mi ser, con todo lo que soy. Gracias, mi buen Jesús, por el amor que me regalas, por la misericordia que tienes para conmigo. Hoy quiero presentarte las personas a quienes he ofendido, y también aquellas que me han ofendido. Dame la gracia del perdón (voy recordando las personas que me han ofendido, las ofensas que he recibido a través de mi vida, las heridas que me han quedado convertidas en rencores, en odios hacia alguien o hacia algo).
Señor Jesús, hoy perdono de todo corazón a esas personas que me han herido, a aquella en especial cuyo recuerdo aún me llena de rencor, de frialdad, a aquellos a quienes he herido; te pido que les des la gracia de perdonarme; declaro inocentes a mis enemigos, retiro la demanda que te he hecho contra ellos y me perdono a mí mismo. Como Tú lo hiciste en aquella tarde del viernes santo, hoy le digo a mi Padre querido: Padre, perdónalos, ellos no saben lo que estaban haciendo!
Gracias, Señor, por darme el don del perdón; sáname de mis recuerdos y heridas. Gracias, Señor.