El mismo que levantó a Cristo nos levantará a nosotros, enseña san Pablo (véase 1 Corintios 6,14). Aunque ello se dará en plenitud en la resurrección de la carne, el último día, lo experimentamos ya desde ahora cuando Cristo desocupa las tumbas que vamos cargando dentro. En efecto, los sueños y esperanzas que han muerto y hemos sepultado, y la gente a la que hemos desechado de nuestra vida, van formando un cementerio. Así como en el caso de Cristo, en cada uno de nosotros tiene que cumplirse que el sepulcro queda vacío.