El periódico EL TIEMPO ha publicado recientemente una breve entrevista con Iván Cepeda, director y promotor de una marcha que habrá de realizarse el próximo 6 de marzo, como iniciativa del Movimiento Víctimas de Crímenes de Estado. Según un comunicado oficial del Movimiento:
El Movimiento Nacional de Víctimas de Crímenes de Estado ha convocado para el 6 de marzo de 2008 a actos públicos en homenaje a los desplazados, los desaparecidos y los asesinados, por grupos paramilitares y agentes estatales. También el Movimiento ha invitado a quienes quieran volver a manifestar su solidaridad con las personas secuestradas por la guerrilla, a que nos acompañen en esa jornada. El objetivo es hacer un reconocimiento a las víctimas del conflicto armado y lograr el respeto de sus derechos a la verdad, la justicia, y la reparación integral.
Quiero comentar algunas dificultades que veo en el planteamiento sobre la marcha y luego referirme a algunos aspectos por los que considero que esta nueva convocatoria debe importarnos a todos.
El primer escollo es la fecha. Entre los comentarios puestos por los lectores de EL TIEMPO, alguien con el seudónimo Mauro78 escribe:
Yo no voy a marchar porque esta marcha se da como respuesta a la del 4 de febrero. ¿Por qué no marcharon antes? ¿Antes no dolía y ahora si? los colombianos tenemos que honrar a todas las víctimas, pero claramente esta marcha tiene un tinte político muy feo.
Es de notar que con el sistema de comentarios del periódico mencionado, una persona como Mauro, a quien no conozco personalmente, puede ser plenamente identificada en caso por ejemplo de un proceso legal. Esto lo destaco por el compromiso que implica adoptar una postura en tales circunstancias y también para asegurar que ninguna de las opiniones que cite ha sido hecha por mí mismo.
Conclusión: la fecha escogida es mala. ¿Pretende aprovechar una oleada de sensibilidad por lo social? ¿Pretende contestar al evento sin precedentes del 4 de febrero? Lo cierto es que al elegir el 6 de marzo Cepeda y sus simpatizantes condenan su marcha a convivir bajo la sombra (inmensa) de lo sucedido el 4 de febrero, así que, si es cierto que todas las comparaciones son odiosas, lo del 6 de marzo ha nacido para ser comparado. Mala cosa.
El segundo escollo es la opción política del organizador, Iván Cepeda, cuyo padre fue asesinado pro grupos paramilitares. Los iniciadores de la marcha del F4 (sigamos la nomenclatura que propone MOVICE, que habla del M6) aparecen a todas luces como ciudadanos ordinarios que lanzan una idea en Facebook, y empiezan a cautivar la atención de miles y miles, hasta crear un efecto de alud como no se ha visto en la historia reciente de Colombia. Hay algo de autenticidad y de sensación de que “el pueblo ha hablado.” Es verdad que luego el aparato estatal y algunos gremios prestaron sus recursos y micrófonos para amplificar la convocatoria pero ello sucedió cuando el alud ya estaba en marcha. La cosa es muy distinta para el M6. Esta última marcha nace de una opción política peculiar como se nota en hechos como este: al hablar de genocidio en Colombia el link remite únicamente a los crímenes de Estado.
El tercer y último escollo que quiero señalar es la ambigüedad de la convocatoria. M6 nace para protestar contra los “crímenes de Estado” pero luego quiere denunciar “todas las formas de violencia.” Son dos cosas muy distintas, y uno siente que al hablar de “todas las víctimas” están tratando de aumentar el número de participantes o esquivando indispensables discusiones sobre ideas y políticas.
En otro sentido, afirmo que esta convocatoria debe importarnos a todos. No puede ser que unos muertos importen y otros no. No puede ser que se hable hasta la saciedad de los 700 secuestrados por la guerrilla sin mencionar el número oculto de secuestrados por los grupos de extrema derecha, con el terrible agravante de la posible complicidad del Estado. No puede ser que José Obdulio Gaviria, consejero del presidente Alvaro Uribe, lance un manto de sospecha sobre supuestos nexos de Cepeda con la guerrilla en la organización del M6 y luego no se presenten pruebas. Eso es jugar sucio.
Por otra parte, tampoco hay que hacerse demasiadas ilusiones con lo sucedido el F4. Es verdad que se vieron millones en las calles, pero ¿hay unidad o sólo masa en esas fotos impresionantes? La diferencia es importante. No se nos olvide que el egoísmo se aposenta en el alma y cuando se habla de secuestro cada uno piensa en su familia y en la espantosa posibilidad de que le hagan algo así a alguien cercano a uno, o a uno mismo. Pero ese miedo no une. La gente se junta con otra gente por un par de horas, a lo sumo, toma fotos, guarda anécdotas, y vuelve a su vida individualista, centrada en metas de éxito puramente personal mientras los garves asuntos de la agenda social quedan sin quién los aborde realmente.
En ese sentido, iniciativas como MOVICE van mucho más allá. Yo difiero, por supuesto, en muchas de las ideas de ellos, pero no puedo sino felicitar que se mantenga viva y a la luz la realidad de empobrecimiento, de represión sistemática, de olvido de renglones inmensos de la población colombiana (no es demasiado distinto en otros países de Latinoamérica).
¿Ha nacido algo del F4? ¿Algo que mejore las condiciones de distribución de la riqueza o dé siquiera un primer paso en esa dirección, de modo que no solo se acabe la guerrilla sino sobre todo que se acaben las razones que justifican la lucha de la izquierda radicalizada y violenta? Yo no veo eso. Y como discípulos de Jesús no podemos hacer la vista a un lado y mirar sólo a los parientes y amigos, mientras muchos se han quedado sin parientes, porque se los han “desaparecido,” y se han quedado sin amigos, porque al pobre solo lo persiguen los cobradores.