Ayer fui a ver Enchanted, y aquí están mis impresiones y reflexiones. Advertencia: lo que aquí escribo puede arruinar el desenlace de la película a quien no la haya visto.
Debo decir que la trama no es obvia, y de hecho yo no diría que es una película “para niños.” No es que sea inconveniente para los chiquitos sino que tal vez los mensajes más interesantes están más allá de su percepción promedio. En buena parte este filme se disfruta por la sutileza de las reacciones de los seres humanos ante las graves cuestiones del afecto, la soledad, el conflicto, la separación y el egoísmo, y ello no aparece en grandes efectos especiales sino más bien en alusiones en los diálogos o en el rostro de los actores. De ellos, por cierto, quiero destacar a Patrick Dempsey (el Robert de Nueva York) : es impresionante la expresividad de su rostro en múltiples situaciones. La Encantada, Giselle, actuada por Amy Adams es realmente buena también, sobre todo en eso tan difícil que es transmitir un torrente casi continuo de alegría, donaire y ternura para con todos. Los actores, en general, están a la altura.
La música es agradable pero no hay una melodía que sea lo suficientemente pegajosa como para que uno salga tarareándola del cinema. Tampoco hay una coreografía sobresaliente, con la única excepción de la secuencia en el parque (¡qué bien lo hacen los “obreros” que resultan ser acróbatas maravillosos!).
La trama
La trama no podía ser más clásica: princesa que espera a su príncipe azul, Edward, príncipe con madrastra a bordo, un destino cruel que los pretende mantener separados. Pero entonces se encuentran y la bruja y perversa madrastra hace lo que puede por matar o “neutralizar” a la princesa, pues de otro modo perderá su calidad de reina. En su afán de deshacerse de la princesa, la arroja a una fuente que termina desembocando en una de las calles de Nueva York, y es así como el mundo animado y el mundo real entran en colisión. Giselle se haya explicablemente desorientada y es rescatada por Robert que no sabe que hacer con una muchacha de la que solo puede pensar que es una mujer trastornada y desubicada. Pero los poderes mágicos de Giselle, por loemnos, en lo que atañe a su comunicación con los animales, siguen intactos, y es Morgan, la hija de Robert, la primera en descubrir que Giselle no sólo parece sino que es una princesa.
La situación es de enfrentamiento de dos mundos: la ilusión dorada de Giselle y el frío desencanto de Robert, que además se ha separado de su esposa, y está tratando de perfilar una relación con Nancy, aunque las cosas no van demasiado bien: ambos parecen ser más cerebro que corazón. Por su parte, Edward no se ha quedado pasivo sino que se ha lanzado a la fuente mágica, y ha resultado en Nueva York también, tras los pasos de su amada. Pero Edward es un narcisista, demasiado seguro de su espada y de su belleza masculina. Giselle no es una persona de la que él se haya enamorado, sino el resultado “lógico” del mundo que el conoce, en el cual a un príncipe como él sólo le puede corresponder una princesa como ella.
Esta última anotación es clave para comprender por qué la película no termina “como debiera.” Es verdad que Edward y Giselle se encuentran, y se abrazan y que ya uno espera que todo termine con “se casaron, fueron felices y comieron perdices.” Pero a esas alturas, Giselle ya ha experimentado que puede tener disgusto y franca rabia; ha sentido también que los hombres reales pasan por dudas, luchas contra ellas y son capaces de darle una oportunidad al bien–y eso le ha parecido extraordinario, casi más extraordinario que encantar a los animales del bosque con una melodía preciosa. Giselle siente que en realidad no conoce a Edward, y que el amor de ellos desconoce mucho de lo que el amor es. Una felicidad sin sufrimiento y sin luchas, es también una felicidad sin victorias.
Edward, por su parte, siente que ya todo está resuelto: su misión de rescatar a la princesa se ha conseguido. Él no percibe la sutileza del asunto, los meandros de la cuestión. Giselle en cambio empieza a fascinarse con la complejidad de un mundo que aunque tiene sus amenazas tiene también sus promesas. Finalmente, pues, convence a Edward de que asistan a una gran fiesta de traje formal (una ball, en inglés). Un momento de danza le ayuda a ella a descubrir lo que los espectadores ya sabíamo: que en el fondo Edward le parece muy “fácil” y a la larga poco interesante; mientras que Robert es la imagen de un verdadero caballero, que ha tenido sus luchas pero que también se merece sus victorias. Cuando Nancy le da un apasionado beso a Robert, Giselle se siente morir. Allí hace su presencia la madrastra, que logra que Giselle dé un mordisco a una manzana envenenada, cayendo así en un profundo sueño.
Tratándose de cuentos de hadas, es obvio que el beso del príncipe logrará despertar a la princesa. Edward entonces lo intenta… sin resultado. Es el beso de Robert quien despierta a Giselle de su letargo, demostrando así que el príncipe que en realidad estaba destinado para ella no era el presuntuoso y fantasioso Edward sino el persistente y respetuoso Robert. Un último ataque de la madrastra, convertida en dragón, fracasa y la pobre bruja muere, abriendo espacio para la felicidad de Gisella y Robert, pero también de Edward y Nancy, porque la fantasía y la imaginación que faltaba a Nancy, ¿de dónde podría venir sino de un príncipe como Edward?
Muchos detalles he omitido en este resumen, pero el hilo conductor creo que está ahí presentado.
Comentarios
Bueno, creo que después de revisar la trama se entiende por qué digo que no esta película no es exactamente “para niños.” No creo que sea perversa para que ellos la vean (como sí lo es el Golden Compass) sino simplemente que mi impresión inicial es que la mayor parte del contenido, que no e spobre ni trivial, se les escaparía. Otros pueden tener otra opinión.
Algo que me gusta mucho de Enchanted es el mensaje que traen algunos de los personajes menores, en particular, el siervo del castillo y la ardilla. El siervo, Nathaniel (Timothy Spall), está a órdenes de la madrastra, y por eso tiene que colaborar en la desaparición de Giselle. Sus esfuerzos resultan fallidos (y por eso tiene que intervenir al final la madrastra misma) pero en el proceso de atacar a un inocente y fracasar, Nathaniel descubre que, si de servir se trata, es mejor servir a alguien que valga la pena. Al final es un hombre que ha descubierto los límites de la lealtad, y en el proceso se ha descubierto a sí mismo (¡aparece firmando sus propios libros!)
He dejado para el final a la ardilla, de nombre Pip. Partamos de la base de que es generada por computador, y es de lo mejor que yo haya visto en efectos especiales (que no sean explosiones…). Lo que destaco, sin embargo, no es la parte tecnológica. Pip es aquel personaje desinteresado, que busca el bien del inocente, que no se frena si no es comprendido, y que sabe implicarse en el camino de las soluciones. Su peso es muy pequeño, pero es él quien logra que el hasta del edificio donde se ha trepado la madrastra-dragón se quiebre, y ella caiga, liberando así definitivamente a Robert. Por decirlo brevemente: Pip es la imagen de aquel que no se queda diciendo: “soy pequeño, no puedo cambiar nada, ni siquiera me entienden…” Su mensaje es que tu pequeño parte puede crear una gran diferencia. Desde mi punto de vista, es el mensaje más profundo y saludable de una película que bien merece la pena.