El camino para el perdón: Les invito a iniciar esta reflexión sobre el camino del perdón, que nos lleva hasta el bienestar. Veremos cómo se crean los rencores, los odios, cómo se destruyen con el perdón y cómo podemos construir una vida de tranquilidad y confianza en los demás. Son muchos los testimonios de personas cuya vida ha cambiado dando un perdón completo. Ojalá también usted pueda aprender a perdonar para siempre.
Entregar demasiado espacio: Para caminar mejor tratemos de imaginar nuestra cabeza como una casa con una cantidad de habitaciones y lugares disponibles. Usted es el dueño y tiene total autonomía para arrendar su casa y los lugares que quiere arrendar. En cierto momento llegan inquilinos a buscar lugar en ella, son sus heridas y rencores.
Les puedes arrendar la habitación principal y construirles, además, una tina de agua caliente. Podemos ofrecerle una tarifa reducida sin término de vencimiento; o solamente arrendarles por un día. Puedes permitirle colocar sus pertenencias en todas las habitaciones de la casa o limitarlos a la pequeña habitación que queda detrás de la casa. En otras palabras: ¿cuánto tiempo gastamos pensando en nuestras aflicciones o decepciones? ¿Con qué intensidad?
La respuesta a estas preguntas muestran qué tanto conflicto nos produce una herida o un rencor.
Cuando pensamos demasiado tiempo en ellos es porque hay rencor y le hemos arrendado demasiado espacio en nuestra casa, en nuestra cabeza. Elena hablaba sin descanso de su tortuosa vida con su ex marido. En tono burlón y voz entrecortada, me contó cómo le mentía constantemente. Sus enamoramientos ocupaban todo el temario, y en cada conversación se lamentaba de la insensibilidad de la gente y aprovechaba toda ocasión para recalcar lo canalla que fue su ex marido.
Escuchándola se pensaría que la abandonó ayer, pero aquello había sucedido hacía cinco años atrás. Lo único que valía para Elena era que lo que había hecho ese hombre estaba mal. Ya no estaba casada con su ex marido, pero le arrendaba demasiado espacio de tiempo en la cabeza, y allí seguían viviendo juntos. Es más, jamás pensó tanto en él cuando estaba casada.
Con algunas ofensas e injurias que le hacen ¿es usted como Elena? ¿ Habla una y otra vez de lo que le ha sucedido?¿Deja que su cabeza se enrede con rencores varias veces al día? ¿No se cansa pensando tanto tiempo en el pasado? ¿No se cansa oyendo a los demás la misma historia? Siendo usted el dueño de la casa y pudiendo decidir a quién arrendar y las condiciones del contrato, ¿qué tipo de alojamiento les quiere suministrar a sus heridas y rencores?
Que sucedan cosas malas no quiere decir que usted se ahogue en ellas. ¿Piensa usted más en sus problemas que en sus cosas buenas?¿le arrienda usted más espacio a lo malo que a lo bueno? Lo que se transmite en la pantalla de su cabeza es como los programas de televisión que sintonizamos con control remoto. Podemos ver canales de terror, sexo, telenovelas, violencia, o canales que muestran la belleza de la naturaleza y la bondad la gente. Cualquier persona puede sintonizar el canal del rencor o el canal del perdón. ¿Qué estás transmitiendo hoy?
Como el controlador del tráfico aéreo así tú no permita a los aviones del rencor que aterricen en tu cabeza. Esto no quiere decir que ignoremos nuestros problemas o neguemos que nos han lastimado. Pero que no polaricemos nuestra atención en el dolor, pues este se hace más intenso, creamos ideas fijas y hábitos difíciles de romper. Mantener siempre frescas las heridas hace que nos dominen. Encendamos el canal del perdón y así tendremos un mundo diferente.
La ciencia del perdón: La actual investigación científica, de acuerdo a datos recientes, demuestra que aprender a perdonar es bueno para nuestra salud mental y para la salud física. Una serie de estudios científicos prueban el poder de sanación del perdón. Perdonar es un bálsamo contra el dolor y el disgusto. Otros estudios demuestran que la rabia y hostilidad son malas para la salud cardiovascular. Las personas que tienen dificultad para manejar la rabia tienen una tasa más alta de enfermedades del corazón y sufren más infartos. Cuando perdonamos experimentamos menos depresión y desesperanza y sentimos que podemos relacionarnos mejor con las personas y con la naturaleza.
Las personas que aprende a perdonar se vuelven más calmadas, aumentan su esperanza, se deprimen menos, sufren menos ansiedad, menos estrés, aumentan su seguridad y aprenden a querer más.
Estudios científicos: Un estudio realizado por el doctor Fred Luskin, de la Universidad de Stanford de los Estados Unidos, se concentró específicamente en averiguar porqué perdonar mejora la salud física y reveló que cuando la gente perdona a su ofensor, mejora el funcionamiento de sus sistemas nervioso y cardiovascular. En ese estudio se les pidió a unos estudiantes que imaginaran haber perdonado a su ofensor. Se les pidió rechazar activamente la venganza y asumir una actitud de buena voluntad. Los períodos para imaginar el perdón se intercalaron con períodos para ejercitar su rencor. Al practicar el rencor, aumentó en ellos la presión sanguínea, el ritmo cardíaco y la presión de la pared arterial. Si esas respuestas se prolongan, pueden afectar el corazón y los vasos sanguíneos. Aumentó, igualmente, la tensión muscular y los estudiantes informaron sentirse incómodos y menos controlados.
Durante el período para perdonar no se presentaron molestias psicológica y los estudiantes informaron sentir emociones positivas y relajamiento. Ese experimento demostró que tanto el perdón como el disgusto generan reacciones físicas y emocionales inmediatas: positivos durante el perdón y negativas durante el disgusto. De la misma manera, el estudio demostró que el resentimiento puede tensionar el sistema nervioso a corto plazo.
Otro estudio de la Universidad de Wisconsin, en Madison, indicó que la intensidad con la cual perdonan las personas se relaciona con diversas enfermedades. Cuanto más perdonaron, menos se sufrieron enfermedades; y cuanto menos perdonaron, más enfermedades se reportaron.
En el estudio, la relación entre perdonar y la salud estuvo conforme con la frecuencia de síntomas reportados. Las personas con más capacidad para perdonar registraron menos síntomas que aquellas que desarrollaron menos capacidad para perdonar.
Un tercer estudio específico sobre el perdón y la salud fue realizado en la Universidad de Tennessee. El investigador entrevistó 107 estudiantes universitarios gravemente lastimados por uno de sus padres, un amigo a su pareja. Se les pidió recordar el suceso y luego se les tomó la presión sanguínea, el ritmo cardíaco, la tensión muscular de la frente y la sudoración. El estudio encontró que las personas que perdonaron también reportaron menos estrés en la vida diaria y menos síntomas físicos de enfermedad.
Los resultados de los anteriores estudios sugieren que hay beneficios para la salud si se aprende a perdonar. Esto no tiene efectos nocivos. Quienes aprendieron a perdonar reportaron mejoría en la salud en un período de seis meses. Podemos concluir que el perdón nos sana física, emocional y espiritualmente.
Aprender a perdonar: Un psiquiatra decía que el noventa por ciento de sus pacientes llegaban donde él por falta de perdón. Necesitamos, por tanto, aprender a perdonar, pues no perdonar es una especie de odio. El perdón es un proceso espiritual y una práctica. Un proceso, cuyo secreto está en insistir, persistir y practicar sin cansarse. Son tres los pasos para perdonar: amarnos a nosotros mismos, sentirnos amado por Dios y amar al otro.
El primero es amarnos a nosotros mismos, cuidarnos y valorarnos. A veces nos maltratamos, nos culpamos y nos hacemos daño. Necesitamos ser buenos y amables con nosotros mismos, aceptarnos como somos. Volvemos a nacer cuando decidimos aprender de nuestros errores, ser tolerantes con nuestras fallas y desterrar la culpa, la rabia, el rencor y el resentimiento.
El segundo paso es sentirnos amados por Dios y amarlo con todo el corazón, con toda el alma y con todas las fuerzas. El perdón brota espontáneamente cuando el amor de Dios nos llena de paz, de gozo y esperanza. Con su Espíritu somos capaces de perdonarnos y de perdonar sin medida.
El tercer paso es amar a la otra persona. Amar al otro exige un ejercicio permanente de comprensión amorosa que nos permite ponernos en su lugar y verlo con una mirada comprensiva. Este paso lo daremos fácilmente si antes hemos sido buenos y comprensivos con nosotros mismos y hemos experimentado cuán bueno es Dios con nosotros.