¡Pregunta difícil! ¿Dios prueba o no prueba? Parece haber respuestas contradictorias. La Carta de Santiago dice que Dios no prueba a nadie (St 1,13); por otro lado, la versión del Padrenuestro en san Mateo no dice simplemente: “No nos dejes caer en tentación” sino algo como: “No nos metas en tentación” (Mt 6,13). En el Deuteronomio Moisés dice al pueblo que Dios “te sustentó con maná en el desierto, comida que tus padres no habían conocido, afligiéndote y probándote, para a la postre hacerte bien” (Dt 8,16).
Creo que la confusión surge de los distintos sentidos de la palabra “prueba.” Dios no “aprende” nada de nuestros sufrimientos ni de los tiempos malos que a veces pasamos. Dios nos nos “prueba” en sentido de averiguar algo que no supiera; más bien somos nosotros los que llegamos a conocer nuestras fortalezas o nuestras infidelidades cuando atravesamos tiempos difíciles.
Tampoco cabe decir que Dios empuja a alguien a que haga algo malo. Esto es lo que rechaza el pasaje citado de la Carta de Santiago. Este mismo apóstol agrega: “cada uno es tentado cuando es llevado y seducido por su propia pasión. Después, cuando la pasión ha concebido, da a luz el pecado; y cuando el pecado es consumado, engendra la muerte.” (St 1,14-15)
La prueba, en cambio, es lugar de purificación en el mismo sentido en que la desnudez del desierto nos despoja de la vaciedad de los ídolos porque muestra que no son nada ni pueden nada. En este sentido, Dios nos “prueba” en cuanto que con su pedagogía nos conduce a situaciones en que nuestro corazón reconoce la vanidad de sus apegos y la falsedad de las alianzas humanas en que se imagina fuerte. A esta clase de “pruebas” se refiere seguramente un texto conocido del profeta Oseas que compara al pueblo de Dios con una esposa casquivana: “La castigaré por los días de los Baales cuando ella les ofrecía sacrificios y se adornaba con sus zarcillos y joyas, y se iba tras sus amantes, y se olvidaba de mí–declara el SEÑOR. Por tanto, he aquí, la seduciré, la llevaré al desierto, y le hablaré al corazón. Le daré sus viñas desde allí, y el valle de Acor por puerta de esperanza. Y allí cantará como en los días de su juventud, como en el día en que subió de la tierra de Egipto.”
(Os 2,13-15)
¿Y por qué nos enseña Jesús que pidamos a Dios Padre que nos someta a ninguna prueba? Simplemente porque no está en nosotros salir con bien de ninguna prueba. Las pruebas no son algo que haya que desear sino algo que, si sucede dentro del plan y Providencia del Señor, podemos aceptar y aprovechar mucho, apegándonos a Él y buscando serle fieles en todo.
Bastante objetiva la explicación, pero debo reparar en algunas cosas, el texto citado Santiago 1:12, si lo observan bien en las versiones de Reina Valera 1909 y 1960, en vez de ayudarnos nos deja con mas incertidumbre, (1960) “Bien aventurado el varón que soporta la tentación, porque cuando haya resistido a la prueba….” Da ha entender que son una misma cosa y efectivamente uno pudiera pensar que Dios no prueba, poruqe uno piensa que prueba y tentación son la misma cosa. Pero en la versión 1909, dice “Bien aventurado el varón que sufre la tentación; porque cuando fuere probado…”, si se dan cuenta separa en dos tiempos lo que es tentación con prueba, y después continua diciendo que Dios no tienta, estoy de acuerdo con la apreciación de arriba, además la Biblia innegablemente lo menciona en Deuteronomio 13:3; Salmo 7:9; Salmo 11:15; Proverbios 17:3; Zacarías 13:9; 1 Tesalonicenses 2:4.