Un informe de la OMS revela que el tabaco y el alcohol causan el 12 por ciento de los fallecimientos. Las ilegales, el 0,4.
Alrededor de 205 millones de personas de todo el mundo consumen algún tipo de droga ilegal, según un informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS) publicado días atrás. Pero su efecto en las condiciones de salud, reflejadas tanto en mortalidad como en años de vida perdida por incapacidad, es mucho menor que el de las sustancias legales: tabaco y alcohol. De acuerdo con el trabajo Neurociencia del uso y abuso de las sustancias psicoactivas, un 12 por ciento de los fallecimientos que suceden cada año se debe a las drogas autorizadas (el 8,8 por ciento al tabaco y el 3,2 por ciento al alcohol), frente a un 0,4 por ciento debido a las sustancias ilegales: cannabis, anfetaminas (incluido el éxtasis), cocaína y opioides.
El impacto del tabaco es mayor entre los hombres y las mujeres de los países más ricos (causa el 26,3 por ciento y el 9,3 por ciento de las muertes, respectivamente). En los llamados países en desarrollo de baja mortalidad (el este de Europa y la mayoría de Sudamérica y los tigres del sudeste asiático), este porcentaje es del 12,2 por ciento para hombres y del 2,9 entre las mujeres. En los más pobres, las tasas son del 7,5 y el 1,5 por ciento, respectivamente.
Respecto a la pérdida de años de vida y discapacidad, el tabaco ocupa el cuarto lugar del mundo, seguido del alcohol, que es el quinto. Las dos drogas legales producen una pérdida del 8,1 por ciento de años; las sustancias ilegales, la décima parte (0,8 por ciento).
Según los niveles de desarrollo, el efecto en años de vida perdidos también es mayor en los países ricos (un 17,1 por ciento entre los hombres y un 6,2 entre las mujeres). El informe destaca que entre los varones de los países más desarrollados, las drogas ilegales son causa del 2,3 por ciento de las discapacidades, una tasa superior al efecto de las drogas legales en las mujeres de los países en desarrollo, tanto las de países con baja mortalidad (un 1,3 por ciento debido al tabaco y un 2 por ciento al alcohol) como en los más pobres (el 0,6 y el 0,5 por ciento para cada una de las dos sustancias legales).
El estudio, aparte de recoger los datos estadísticos, señala que “la dependencia de una sustancia es un trastorno mental similar al de cualquier otra enfermedad neurológica o psiquiátrica”, y que, por lo tanto, debe ser tratable farmacológicamente.
Esta conclusión se basa en el desarrollo de nuevas técnicas médicas de imagen, como la resonancia magnética del cerebro, que permite observar los cambios en el organismo y, sobre todo, el funcionamiento de los llamados neurotransmisores (las moléculas que llevan los impulsos entre las neuronas).
La OMS establece una serie de criterios para determinar que existe adicción. Según el informe, deben darse al menos tres de los siguientes criterios para que se dé esa dependencia:
– Deseo. Que exista un fuerte deseo (o deseo compulsivo) de tomar esas sustancias.
– Control. Que haya dificultades en controlar o limitar los niveles o el tiempo de consumo.
– Efectos. Que haya efectos destacados cuando se elimina el consumo, como que aparezca alguna forma del llamado síndrome de abstinencia, o que se recurra a otra sustancia similar para evitarlo.
– Dosis. Que aparezca tolerancia, esto es, que el adicto necesite dosis mayores para conseguir los mismos efectos.
– Obsesión. Que se vayan abandonando progresivamente el resto de los placeres o intereses y se dedique cada vez más tiempo en conseguir las drogas (sean éstas legales o no).
– Reincidencia. Continuar con el consumo a pesar de que aparezcan evidencias claras de su efecto dañino en el hígado en el caso de bebedores, o si aparecen síntomas de depresión o problemas mentales.
Por Emilio de Benito
* De El País de Madrid