Por qué la Cienciología
Una de las características del “stand-up comedy” es que se presta para hacer humor inteligente. El solo hecho de que estamos frente a una persona que habla durante cerca de tres horas sin otra ayuda que algunas imágenes de fondo y una silla implica que la atención va mucho más hacia las palabras, en contraste con lo que puede pasar en otros géneros del entretenimiento, que privilegian la imagen o la acción.
La Pelota de Letras es una obra de alta calidad descriptiva. Bien se notan los centenares de horas de fina observación que Andrés López ha tenido que invertir para captar lo que pudiéramos llamar la “esencia” de cada generación. No cualquier dicho es lo suficientemente elocuente y universal como para captar la atención o despertar la risa de todo un auditorio. Hay mucho trabajo previo a una presentación así; sin mencionar las horas de memorización y ensayo que tienen que ser muchísimas también.
Pero quedémonos en el carácter descriptivo de la obra. De inmediato encontramos un factor propio del humor: cierta dosis de crueldad. No creo que haya que ser demasiado puritanos en esto: el casi bebé que llama “perra” a la mamá, o la exhibición de calzones que viven haciendo las niñas de la generación “Y” no son cosas que deban traumatizar a nadie. Yo aquí no me refiero a ese tipo de realidades “crueles” ni tampoco a las menciones de borracheras, sexo extramatrimonial… o a la flema que lleva 20 años en la garganta del abuelo. Hay que asumir que el humor tiene eso, en general, y que no podemos esperar que todo humor sea color nieve.
La crueldad que atrae mi atención es aquella que ve a los papás dos estratos sociales por debajo de la GG, y que ve a los de la GG en esfuerzo supremo por alcanzar el nivel social de los amigos, que parecen estar dos estratos por arriba. No es humor cruel sino una realidad que resulta ser cruel y compleja. Entre la incomprensión de los padres y la autosuficiencia de los que le siguen, la generación GG siente que han pasado “por encima” de ella. En esto hay algo bien interesante, algo existencial que sin duda enlaza con la experiencia misma del comediante y autor.
Claro está: lo peor es que frente a esa angustia, ese estar “en sandwich,” lo único que reciben los de la GG, según López, es el famoso: “¡Deje así!” Sólo tienen y sólo quieren tener su presente, porque no les gusta el pasado de disputas y viejas luchas de abuelos y padres; tampoco les atrae el mundo anodino y supertecnologizado de los que les sucedieron; ¿qué queda entonces para los de la GG? ¿Sólo “dejar así”?
López mismo es una muestra de que no hay que “dejar así.” Su “evangelio” es su vida propia: él quería tener éxito, dejar su huella en la historia, ser relevante. Tenía un sueño, y su sueño era lo que hoy se llama La Pelota de Letras, pero no tenía cómo alcanzar ese sueño. Pasaban los años, sin formar un hogar propio y sin mucho dinero, prestigio o poder, y realmente López necesitaba una especie de fuerza y de principio organizador que le permitiera pasar del sueño a la realidad. Ahí es donde entra la Cienciología. No es por nada que López hace dedicatoria de su obra con estas palabras: “A mi mamá, a mi familia, a mis amigos y amigas, y a mi maestro L. Ronald Hubbard.” Este último caballero, no sobre decirlo, es el fundador de la Cienciología, al misma que predican Tom Cruise, John Travolta y Priscila Presley, entre otros.