Preguntas y Respuestas – 5

Si Dios encarnado es Jesucristo, que todo lo sabía y que era iluminado por su Padre; ¿por qué escogió a un traidor entre sus apóstoles, y por qué su Padre buscó para su hijo amado una muerte tan
cruel? -Fernando.

La respuesta corta es: no lo sabemos. Mejor: nadie lo sabe completamente. El que diga que comprende todo sobre los designios de la salvación está exagerando, por decir lo menos.

Sin embargo, algo podemos decir. La Cruz de Cristo, con todo lo que tuvo de traición y de dolor (al fin y al cabo, la traición vino a ser sólo una expresión más del dolor), tiene mucho de incomprensible pero no es el absurdo total. Cristo aceptó a Judas entre los suyos por la misma razón por la que aceptó clavos en sus manos, o una lanza en su costado. La pregunta en todos los casos es la misma, y la respuesta es la misma también: a través de ese supremo dolor se ha manifestado una calidad y potencia de amor que sirve de señal a todos en todas las épocas.

Es algo muy especulativo pero podemos razonar como sigue: ¿qué es lo que podría frenar en su proceso de conversión a un gran pecador, a un verdadero enemigo de Dios? Supongamos que alguien que ha vivido muy, muy lejos del Señor considera la posibilidad de dejar su mala vida. ¿Qué podría detenerlo? Obviamente, este pensamiento: “Lo que he hecho ya es demasiado grave; ya no hay nada que yo pueda hacer para remediar las cosas.” ¿Cómo evita Dios que eso suceda? A través de la dolorosísima pasión de su Hijo. El peor de los criminales puede ver que Cristo oró por sus enemigos; el peor de los pecadores puede ver que Cristo es benigno incluso cuando es herido hasta el extremo; el más horrendo de los hombres perversos puede ver la dolorosa pasión de Cristo y convencerse de que es verdad que el amor de Dios todo lo vence. Pero el precio para poder llegar a convencer a todos es haberlo sufrido todo, y eso fue lo que hizo Cristo, siguiendo el plan trazado por su Padre Dios.

Es decir que los sufrimientos del Señor Jesús fueron puertas abiertas para nuestra esperanza. Entre esos sufrimientos hay que contar el ser abandonado por sus apóstoles, y no sólo por Judas. De hecho, se discute si la falta de Judas Iscariote fue peor que la de otros. En cierto sentido lo fue, por la desesperación que parece que se apoderó de él, pero sobre el destino final de este hombre no debemos decir demasiado, pues todo está en el juicio de Dios.

Lo que sí queda claro es que detrás del cruel sufrimiento de Cristo lo que había y hay es AMOR llevado a su máxima expresión. ¿Y por qué nuestro Padre Dios llevó a su Hijo por esos caminos? Aunque tampoco esto lo podemos responder con la certeza con que hablan los físicos o los químicos, uno ve que Dios Padre no estaba dejando de amar a su Hijo por amarnos a nosotros como hijos en su Hijo. De hecho, hay una “gloria” de la Cruz. Cristo, vencido el sufrimiento, no sólo ha testificado amor y obediencia a su Padre, sino que ha sido engrandecido como Aquel a quien pertenece por doble título el universo entero, no sólo por Creación sino por Redención. Y así, aunque suene extraño, hay que afirmar que Dios Padre estaba glorificando a su Hijo en la Cruz, y estaba revelando en él y a través de él qué significa ser Dios, y en qué sentido más pleno y perfecto Dios es infinito.