HONORABLES MAGISTRADOS
CORTE CONSTITUCIONAL
República de Colombia
Atn. Dr. MANUEL J. CEPEDA ESPINOSA, Presidente de la Corte
Respetado Dr. Cepeda:
Por estos días, la sociedad colombiana está inmersa en un debate tan complejo como necesario para todos: ¿hay que dar paso a la despenalización del aborto? Según nuestro ordenamiento legal, la Honorable Corte Constitucional que usted dirige debe sentar jurisprudencia respecto a este vital tema.
Como psicólogo, pero sobre todo como colombiano, gracias a la democracia que disfrutamos, me permito presentar mi punto de vista ante usted, con el objeto de que en lo que se considere necesario, pueda ser un elemento más de estudio para la Corte.
Se plantea una discusión respecto a si el aborto puede ser admitido de manera legal en casos particulares como: acceso carnal violento sufrido por la madre, malformaciones congénitas del niño o problemas de salud de la madre que pongan en peligro su propia vida.
Analicemos brevemente quiénes son los sujetos que están implicados en un aborto, así como las consecuencias del mismo.
El niño no nacido: el bebé en gestación es un ser humano, el cual ha empezado su existencia desde el mismo momento en que se unen el espermatozoide y el óvulo en el aparato genital de la madre. Existen opiniones, que se expresan en voz cada vez mas alta, en cuanto a que “el producto de la relación sexual” no es un ser humano hasta pasadas 48 horas o a veces un par de semanas de gestación.
Conviene recordar que la célula que se forma en el momento de la concepción, ya es una persona. Tres argumentos así lo atestiguan: tiene el ADN que la especie humana; está vivo (si no fuera así sería excretado por el cuerpo de la madre); y, si las condiciones en el útero de su madre se lo permiten, se desarrollará hasta adquirir la plena forma y fisiología humanas.
Adicionalmente, suele aducirse que “la mujer es dueña de su cuerpo, su sexualidad y del resultado de su sexualidad”; como sociedad, no debemos callar que lo engendrado no es “el resultado de algo”, sino que es una persona que merece dignidad y cuidados acordes con su estado, como lo demuestran los argumentos mencionados en el párrafo anterior. Adicionalmente los distintos malestares que casi invariablemente siente la madre durante su embarazo atestiguan que su organismo reconoce como un cuerpo extraño al niño que está gestando. Ese bebé no es un apéndice de la madre: es otro ser humano.
Veamos ahora qué sucede con la madre: las mujeres que consentidamente abortan sus hijos enfrentan profundas crisis emocionales que pueden poner en peligro su estabilidad afectiva de manera permanente. Adicionalmente, pueden sufrir daños a veces irreparables en su aparato genital que determinen su esterilidad de por vida.
Con respecto a la sociedad en general: en el momento en que se permita legalmente atentar y acabar contra la vida de los niños no nacidos, quienes son los miembros más débiles de la sociedad, se abrirá un espacio para aceptar que la vida puede ser administrada por quien posea la autoridad y la fuerza para hacerlo. Es decir, que los que tengan una posición dominante, podrán no solo oprimir a los mas débiles, sino que tendrán la capacidad de determinar quién vive y quién no.
En este momento se discute sobre los niños no nacidos; ¿quiénes seguirán después? ¿Los ancianos? ¿los enfermos? ¿Los que no son bonitos? ¿Los que tienen uno u otro color de piel? La humanidad y especialmente nuestro país, con 40 años de violencia guerrillera, atestiguan la barbarie casi infinita del ser humano contra sí mismo, cuando la sociedad no utiliza los medios legalmente constituidos para impedir el asesinato de sus miembros, especialmente de los que no pueden defenderse.
Hay hechos de salud pública que no pueden ser desconocidos: las infecciones y en muchos casos, la muerte de las madres que abortan clandestinamente. Estos hechos trágicos deben ser atendidos pero no pueden ser puestos como argumento para acabar “higiénicamente” con la vida de los niños no nacidos.
Como sociedad, es imperativo que encontremos espacios dignos para las madres que por tragedias o por imprevisiones no desean serlo. Sin duda, una educación que evidencie el vínculo necesario que debe haber entre la afectividad y su expresión física, así como los riesgos reales del ejercicio de la sexualidad, son “vacunas” más que efectivas para que las mujeres no consideren que acabar con la vida de sus hijos no nacidos es una solución a un embarazo no deseado.
La Honorable Corte que usted dirige tiene en frente una cita inocultable con la Historia de nuestro país. Este es el momento en que la sociedad colombiana puede comenzar a respetar la vida de sus miembros, empezando por los más débiles, los que no pueden defenderse de las manos de quienes quieren matarlos. Esta es la hora para que la institucionalidad colombiana se ponga de pie y al unísono, rechace que algunas personas se abroguen el derecho de decidir quiénes merecen vivir y quiénes no.
Termino parafraseando un dicho de la sabiduría popular: ¿por qué será que los que están a favor del aborto están vivos?
Y añado yo: los que ya nacimos, podemos oponernos con nuestras ideas o encontrar soluciones si nos despiden de nuestras casas. El niño no nacido sólo puede protestar con su propia muerte cuando lo expulsan del seno de su madre y no le permiten desarrollarse y luchar por sus ideales y metas.
¿Qué tal que un niño que no sea abortado sea quien pueda prestarle un servicio invaluable a la Humanidad?
Firmado: Saulo Medina F., Psicólogo