Sábado en la Mañana

Entre más envejezco, más disfruto de las mañanas de Sábado… Precisamente de un sábado… Tal vez es la quieta soledad que viene con ser el primero en levantarse, ó quizá el increíble gozo de no tener que ir al trabajo… de todas maneras, las primeras horas de un sábado son en extremo deleitosas.

Hace unas cuantas semanas, me dirigía hacia mi equipo de radioaficionado en el sótano de mi casa, con una humeante taza de café en una mano y el periódico en la otra. Lo que comenzó como una típica mañana de sábado, se convirtió en una de esas lecciones que la vida parece darnos de vez en cuando…

Déjenme contarles:

Sintonicé mi equipo de radio a la porción telefónica de mi banda, para entrar en una red de intercambio de sábado en la mañana. Después de un rato, me topé con un compañero que sonaba un tanto mayor. Él le estaba diciendo, a quien estuviese conversando con él, algo acerca de “unas mil canicas”. Quedé intrigado y me detuve para escuchar lo que tenía que decir:

“Bueno Tommy, de veras que parece que estás ocupado con tu trabajo. Estoy seguro de que te pagan bien, pero es una lástima que tengas que estar fuera de casa y lejos de tu familia tanto tiempo. Es difícil imaginar que un hombre joven tenga que trabajar sesenta horas a la semana para sobrevivir.

Continuó: “Déjame decirte algo, Tommy, algo que me ha ayudado a mantener una buena perspectiva sobre mis propias prioridades”… Y entonces fué cuando comenzó a explicar su teoría sobre unas “mil canicas”… Me senté un día e hice algo de aritmética. La persona promedio vive unos setenta y cinco años. Yo sé, algunos viven más y otros menos, pero en promedio, la gente vive unos setenta y cinco años”. Entonces, multipliqué 75 años por 52 semanas por año, y obtuve 3,900, que es el número de sábados que la persona promedio habrá de tener en toda su vida. Mantente conmigo, Tommy, que voy a la parte importante”… Me tomó hasta que casi tenía cincuenta y cinco años pensar todo esto en detalle”, continuó, ” y para ése entonces, con mis 55 años, ya había vivido más de dos mil ochocientos sábados!!! Me puse a pensar que si llegaba a los setenta y cinco años, sólo me quedarían unos mil sábados mas que disfrutar”… Así que fui a una tienda de juguetes y compré cada canica que tenían. Tuve que visitar tres tiendas para obtener 1,000 canicas. Las llevé a casa y las puse en una fuente de cristal transparente, junto a mi equipo de radioaficionado. Cada sábado a partir de entonces, he tomado una canica y la he tirado”.. “Descubrí que al observar cómo disminuían las canicas, me enfocaba más sobre las cosas verdaderamente importantes en la vida. No hay nada como ver cómo se te agota tu tiempo en la tierra, para ajustar y adaptar tus prioridades en esta vida”. Ahora déjame decirte una última cosa antes que nos desconectemos y lleve a mi bella esposa a desayunar. Esta mañana, saqué la última canica de la fuente de cristal… y entonces, me di cuenta de que si vivo hasta el próximo sábado, entonces me habrá sido dado un poquito más de tiempo, de vida… y si hay algo que todos podemos usar es un poco más de tiempo”. Me gustó conversar contigo, Tommy, espero que puedas estar más tiempo con tu familia y espero volver a encontrarnos aquí en la banda. Hasta pronto, se despide “el hombre de 75 años”. Cambio y fuera, ¡buen día!”…

Uno pudiera haber oído un alfiler caer en la banda cuando este amigo se desconectó. Creo que nos dió a todos, bastante sobre lo qué pensar. Yo había planeado trabajar en la antena aquella mañana, y luego iba a reunirme con unos cuantos radioaficionados para preparar la nueva circular del club… En vez de aquello, subí las escaleras y desperté a mi esposa con un beso. “Vamos, querida, te quiero llevar a ti y los muchachos a desayunar fuera”. “¿Qué pasa?” Preguntó sorprendida, “Oh, nada; es que no hemos pasado un sábado juntos con los muchachos en mucho tiempo. Por cierto, ¿pudiésemos parar en la tienda de juguetes mientras estamos fuera? Necesito comprar “algunas canicas”…

Nos acostumbramos a vivir en nuestra casa y a no tener otra vista que no sea las ventanas de alrededor. Y porque no tiene vista, luego nos acostumbramos a no mirar para afuera. Y porque no miramos para afuera luego nos acostumbramos a no abrir del todo las cortinas. Y porque no abrimos del todo las cortinas luego nos acostumbramos a encender más temprano la luz. Y a medida que nos acostumbramos, olvidamos el sol, olvidamos el aire, olvidamos la amplitud. Nos acostumbramos a despertar sobresaltados porque se nos hizo tarde. A tomar café corriendo porque estamos atrasados. A comer un sandwich porque no da tiempo para comer a gusto. A salir del trabajo porque ya es la tarde, A cenar rápido y dormir con el estómago pesado sin haber vivido el día. Nos acostumbramos a esperar el día entero y oír en el teléfono: “hoy no puedo ir”. A sonreír para las personas sin recibir una sonrisa de vuelta. A ser ignorados cuando precisábamos tanto ser vistos. Si el trabajo está duro, nos consolamos pensando en el fin de semana. Y peor aún, hacemos pesado nuestro trabajo, y a los demás, viviendo en las críticas destructivas y en la siembra de la discordia hablando negatividad y todavía sin argumento alguno. Y si el fin de semana no hay mucho que hacer vamos a dormir temprano y quedamos satisfechos porque siempre tenemos sueño atrasado. Nos acostumbramos a ahorrar vida. Que, de poco a poquito, igual se gasta y que una vez gastada, por estar acostumbrados, nos perdimos de vivir. De disfrutar cada Sábado con intensidad…

Hay Regalos que no te Conviene Recibir

Era un profesor comprometido y estricto, conocido también por sus alumnos como un hombre justo y comprensivo. Al terminar la clase, ese día de verano, mientras el maestro organizaba unos documentos encima de su escritorio, se le acercó uno de sus alumnos y en forma desafiante le dijo:

-Profesor, lo que me alegra de haber terminado la clase es que no tendré que escuchar más sus tonterías y podré descansar de verle esa cara aburridora.

El alumno estaba erguido, con semblante arrogante, en espera de que el maestro reaccionara ofendido y descontrolado. El profesor miró al alumno por un instante y en forma muy tranquila le preguntó:

-¿Cuándo alguien te ofrece algo que no quieres, lo recibes?

El alumno quedó desconcertado por la calidez de la sorpresiva pregunta.

-Por supuesto que no. Contestó de nuevo en tono despectivo el muchacho.

-Bueno, prosiguió el profesor, cuando alguien intenta ofenderme o me dice algo desagradable, me está ofreciendo algo, en este caso una emoción de rabia y rencor, que puedo decidir no aceptar.

-No entiendo a qué se refiere. Dijo el alumno confundido.

-Muy sencillo, replicó el profesor, tú me estás ofreciendo rabia y desprecio y si yo me siento ofendido o me pongo furioso, estaré aceptando tu regalo, y yo, mi amigo, en verdad, prefiero obsequiarme mi propia serenidad muchacho, concluyó el profesor en tono gentil, -tu rabia pasará, pero no trates de dejarla conmigo, porque no me interesa, yo no puedo controlar lo que tu llevas en tu corazón pero de mí depende lo que yo cargo en el mío. Cada día en todo momento, tu puedes escoger qué emociones o sentimientos quieres poner en tu corazón y lo que elijas lo tendrás hasta que tu decidas cambiarlo. Es tan grande la libertad que nos da la vida que hasta tenemos la opción de amargarnos o ser felices.

Hablemos de neutralidad

La memoria tiene poder. A menudo–quiero decir, sin que falte una sola semana en todo el año–la televisión británica transmite algo de los horrores de la Segunda Guerra Mundial. Una y otra vez se repiten escenas que dejan expuestas todas las mentiras del nazismo.

Una película semejante, aunque en otra clave, se proyecta secretamente en el inconsciente colectivo europeo. Esa película repite un mensaje fundamental: “la religión produce guerra; es mejor no tener religión.” La cosa funciona más sutilmente que en el caso nazi, por supuesto. Yo diría que si uno no está atento no percibe nada, pero es posible que un día uno de pronto note que durante meses y meses TODO lo que sale bajo el título de religión va unido a adjetivos como “fundamentalista,” “extremismo,” “intolerancia,” y otros parecidos.

A esta edad mía he llegado a convencerme que es inútil pedir neutralidad a los medios de comunicación. Un ejemplo típico es lo que trae el editorial de EL TIEMPO, de Colombia, para el día 8 de Enero de 2006:

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Lo que no es y sí parece

Hay una serie de términos en inglés que nosotros los hispanohablantes tendemos a traducir mal, o cuyo significado fácilmente se nos escapa o confunde.

  • Realize, también escrito realise, no es en primer término “realizar” sino descubrir, caer en la cuenta. Para realizar algo se usa más achieve, accomplish.
  • Help no siempre está relacionado con ayuda. Existe el giro “I cannot help it” que significa “no puedo evitarlo.” Esta acepción va más con verbos como “poder” o “deber” y su complemento directo es un pronombre neutro o su equivalente (por ejemplo, un verbo en infinitivo).
  • Prevent no es prevenir sino impedir; para decir prevenir se usan giros como “warn” o “warn/tell in advance.”
  • Pretend no es pretender simplemente, sino más bien simular o hacer de cuenta. Para lograr el efecto de una frase como “¿Qué pretendes con eso?” se usa aim o intend.

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John Walsh, diácono

El tiempo que hace que estoy en Irlanda no había estado en ninguna ordenación. La primera fue ayer, cuando John Walsh, un joven estudiante que está acabando su ciclo teológico en Oxford, recibió el diaconado.

Fue una ceremonia bella con muy poca asistencia de fieles. Presidió uno de los obispos auxiliares de Dublín, Mons. Dermot O’Mahony. El evangelio fue hermosamente proclamado en canto por un diácono inglés, de nombre Dominic.

En su predicación, Mons. Dermot destacó la actitud de los sabios de Oriente, que supieron reconocer en adoración al Mesías que no era de su pueblo; invitó también a seguir el ejemplo de Cristo, que no excluyó a ningún pueblo y que a todos incluyó en su amor. Dijo que tal era el modelo de los ministros de Cristo: nadie debía sentir que estaba afuera del corazón de un diácono o sacerdote.

Este obispo brilla no sólo por su predicación sino por su sencillez y alegría. Al final de la misa comentó que hacía muchos años que no podía presidir una ordenación, porque, como es sabido, padece un cáncer que lo ha postrado muchas veces. Parece que ahora es él quien está venciendo a la enfermedad, y desde su experiencia de marginación y de dolor, es notable cuánto ha crecido su alma y cómo es de ancho su corazón de pastor.

En fin, ha sido un día de gracia, y de él sólo podemos dar gracias.

45 años

Ya 45 años! Estoy feliz: hace 45 años se casaron mis papás. Su testimonio maravilloso de cariño, fidelidad, perdón, sabiduría, alegría, principios, fe sincera, amor mutuo… ha construido mucho de lo mejor que pueda haber en mí. Chicho, Mamá: los quiero mucho y les debo tanto, ¡pero tanto! Ayúdenme, quienes bien me quieran, a dar gracias al Señor por mi hogar, y a pedir a Dios que haya muchos, muchos hogares felices.

El Regalo

Cierto hombre susurró: ¡Dios, háblame! y el árbol cantó. Pero el hombre no oía.

Luego, el hombre habló más fuerte, pidiendo: ¡Dios, háblame!, y un rayo cruzó el cielo. Pero el hombre no oía.

El hombre miró a su alrededor y dijo: ¡Dios, permite que te vea! Y una estrella se iluminó con gran resplandor.

Pero el hombre no la notó. Entonces el hombre gritó: ¡Dios, muéstrame un milagro! y en ese minuto nació un bebé. Pero el hombre no lo supo.

Luego el hombre pide a gritos, en desesperación: Tócame Dios y hazme saber que estás aquí! Dicho esto, Dios bajo y tocó al hombre, pero éste espantó a la mariposa que volaba a su alrededor y continuó caminando.

¡No te pierdas de una bendición sólo porque no viene envuelta del modo en que tú esperas!

¿Reemplazarías a Cristo?

El Silencio de Dios

Cuenta una antigua Leyenda Noruega, acerca de un hombre llamado Haakon, quien cuidaba una Ermita. A ella acudía la gente a orar con mucha devoción.

En esta ermita había una cruz muy antigua. Muchos acudían ahí para pedirle a Cristo algún milagro.

Un día, el ermitaño Haakon quiso pedirle un favor. Lo impulsaba un sentimiento generoso. Se arrodillo ante la cruz y dijo:

“Señor, quiero padecer por ti. Déjame ocupar tu puesto. Quiero reemplazarte en la cruz”.

Y se quedo fijo con la mirada puesta en la Efigie, como esperando la respuesta.

El Señor abrió sus labios y hablo. Sus palabras cayeron de lo alto, susurrantes y amonestadoras:

“Siervo mío, accedo a tu deseo, pero ha de ser con una condición”.

¿Cuál, Señor? Pregunto con acento suplicante Haakon. ¿Es una condición difícil?

¡Estoy dispuesto a cumplirla con tu ayuda, Señor! Respondió el viejo ermitaño.

Escucha: Suceda lo que suceda y veas lo que veas, has de guardar silencio.

Haakon contestó:¡Os, lo prometo, Señor! Y se efectuó el cambio.

Nadie advirtió el trueque. Nadie reconoció al ermitaño, colgado con los clavos en la Cruz.

El Señor ocupaba el puesto de Haakon. Y Este por largo tiempo cumplió el compromiso. A nadie dijo nada. Pero un día, llegó un rico.

Después de haber orado, dejo allí olvidada su cartera. Haakon lo vió y calló. Tampoco dijo nada cuando un pobre, que vino dos horas después, se apropió de la cartera del rico.

Ni tampoco dijo nada cuando un muchacho se postró ante él poco después para pedirle su gracia antes de emprender un largo viaje.

Pero en ese momento volvió a entrar el rico en busca de la bolsa. Al no hallarla, pensó que el muchacho se la había apropiado. El rico se volvió al joven y le dijo iracundo:

¡¡¡Dame la bolsa que me has robado!!!

El joven sorprendido, replico: ¡No he robado ninguna bolsa!

¡No mientas, devuélvemela enseguida!

¡Le repito que no he cogido ninguna bolsa! Afirmó el muchacho.

El rico arremetió, furioso contra él. Sonó entonces una voz fuerte: ¡Detente! El rico miró hacia arriba y vió que la imagen le hablaba.

Haakon, que no pudo permanecer en silencio, gritó, defendió al joven, increpó al rico por la falsa acusación. Este quedó anonadado, y salió de la Ermita.

El joven salió también porque tenía prisa para emprender su viaje. Cuando la Ermita quedo a solas, Cristo se dirigió a su siervo y le dijo:

Baja de la Cruz. No sirves para ocupar mi puesto. No has sabido guardar silencio.

Señor, dijo Haakon, ¿cómo iba a permitir esa injusticia?

Se cambiaron los oficios. Jesús ocupó la Cruz de nuevo y el ermitaño se quedó ante la Cruz.

El Señor, siguió hablando: Tu no sabías que al rico le convenía perder la bolsa, pues llevaba en ella el precio de la virginidad de una joven mujer.

El pobre, por el contrario, tenía necesidad de ese dinero e hizo bien en llevárselo; en cuanto al muchacho que iba a ser golpeado, sus heridas le hubiesen impedido realizar el viaje que para él resultaría fatal.

Ahora, hace unos minutos acaba de zozobrar el barco y él ha perdido la vida.

Tú no sabías nada. Yo si sé. Por eso callo. Y el señor nuevamente guardó silencio.

Muchas veces nos preguntamos: ¿Por qué razón Dios no nos contesta? ¿Por qué razón se queda callado Dios?

Muchos de nosotros quisiéramos que Él nos respondiera lo que deseamos oír… Pero, Dios no es así. Dios nos responde aun con el silencio… Debemos aprender a escucharlo.

Su Divino silencio, son palabras destinadas a convencernos de que Él sabe lo que está haciendo. En su silencio nos dice con amor; ¡Confiad en Mi que sé bien lo que debo hacer!

¿Recibir o Dar?

El pequeño Chad era un muchachito tímido y callado. Un día, al llegar a casa, dijo a su madre que quería preparar una tarjeta de San Valentín para cada chico de su clase. Ella pensó, con el corazón oprimido:

– Ojalá no haga eso.

Pues había observado que, cuando los niños volvían de la escuela, Chad iba siempre detrás de los demás. Los otros reían, conversaban e iban abrazados, pero Chad siempre quedaba excluido. Así y todo, por seguirle la corriente compró papel, pegamento y lápices de colores. Chad, dedicó tres semanas a trabajar con mucha paciencia, noche tras noche, hasta hacer treinta y cinco tarjetas.

Al amanecer del Día de San Valentín, Chad no cabía en sí de entusiasmo. Apiló los regalos con todo cuidado, los metió en una bolsa y salió corriendo a la calle. La madre decidió prepararle sus pastelitos favoritos, para servírselos cuando regresara de la escuela. Sabía que llegaría desilusionado y de ese modo esperaba aliviarle un poco la pena. Le dolía pensar que él no iba a recibir muchos obsequios. Ninguno, quizá.

Esa tarde, puso en la mesa los pastelitos y el vaso de leche. Al oír el bullicio de los niños, miró por la ventana. Como cabía esperar, venían riendo y divirtiéndose en grande. Y como siempre, Chad venía último, aunque caminaba algo más deprisa que de costumbre. La madre supuso que estallaría en lágrimas en cuanto entrara. El pobre venía con los brazos vacíos. Le abrió la puerta, haciendo un esfuerzo por contener las lágrimas.

– Mami te preparó leche con pastelitos, le dijo.

Pero él apenas oyó esas palabras, pasó a su lado con expresión radiante, sin decir más que:

– ¡Ninguno! ¡Ninguno!

Ella sintió que el corazón le daba un vuelco. Y entonces el niño agregó:

– ¡No me olvidé de ninguno! ¡De ninguno!

Detrás de un sufrimiento, a veces hay un pensamiento equivocado.

¿Qué es el Amor?

En una de las salas de un colegio había varios niños. Uno de ellos preguntó:

– .. Maestra… ¿qué es el amor?

La maestra sintió que la criatura merecía una respuesta que estuviese a la altura de la pregunta inteligente que había formulado. Como ya estaban en hora de recreo, pidió a sus alumnos que dieran una vuelta por el patio de la escuela y trajesen lo que más despertase en ellos el sentimiento del amor.

Los chicos salieron apresurados y, cuando volvieron, la maestra les dijo:

– Quiero que cada uno muestre lo que trajo consigo.

El primer alumno respondió:

– Yo traje esta flor: ¿no es linda?

Cuando llegó su turno, el segundo alumno dijo:

– Yo traje esta mariposa. Vea el colorido de sus alas; la voy a colocar en mi colección.

El tercer alumno completó:

– Yo traje este pichón de pajarito que se cayó del nido hermano: ¿no es gracioso?

Y así los chicos, uno a uno, fueron colocando lo que habían recogido en el patio.

Terminada la exposición, la maestra notó que una de las niñas no había traído nada y que había permanecido quieta durante todo el tiempo. Se sentía avergonzada porque no había traído nada.

La maestra se dirigió a ella y le preguntó:

– Muy bien: ¿y tu? ¿no has encontrado nada?

La criatura, tímidamente, respondió:

– Disculpe, maestra. Vi la flor y sentí su perfume; pensé en arrancarla pero preferí dejarla para que exhalase su aroma por más tiempo. Vi también la mariposa, suave, colorida, pero parecía tan feliz que no tuve el coraje de aprisionarla. Vi también el pichoncito caído entre las hojas, pero… al subir al árbol, noté la mirada triste de su madre y preferí devolverlo al nido. Por lo tanto, maestra, traigo conmigo el perfume de la flor, la sensación de libertad de la mariposa y la gratitud que observé en los ojos de la madre del pajarito.

¿Cómo puedo mostrar lo que traje?

La maestra agradeció a la alumna y le dio la nota máxima, considerando que había sido la única que logró percibir que sólo podemos traer el amor en el corazón.

¿Qué debe cambiar?

Pensamos en cambiar el mundo, a las personas, las circunstancias de la vida… ¿Qué es lo más importante?

Siendo joven era un revolucionario y mi oración a Dios era:

– “Señor, dame la energía para cambiar al mundo.”

Al llegar a los cuarenta y darme cuenta de que la mitad de mi vida se había ido sin que yo hubiese cambiado una sola alma, modifiqué mi oración:

– “Señor, dame la gracia para cambiar a todos aquellos con quienes tengo contacto, solamente mi familia y mis amigos y estaré satisfecho.”

Ahora, que ya soy un anciano y mis días están contados, mi única oración es:

– “Señor, dame la gracia de cambiarme a mí mismo.”

¡Si hubiera orado de esta forma desde el principio, no hubiese desperdiciado mi vida!

Construir puentes

Se cuenta que, cierta vez, dos hermanos que vivían en granjas vecinas, separadas apenas por un río, entraron en conflicto. Fue la primera gran desavenencia en toda una vida de trabajo uno al lado del otro, compartiendo las herramientas y cuidando uno del otro.

Durante años ellos trabajaron en sus granjas y al final de cada día, podían atravesar el río y disfrutar uno de la compañía del otro. A pesar del cansancio, hacían la caminata con placer, pues se amaban. Pero ahora todo había cambiado.

Lo que comenzara con un pequeño mal entendido finalmente explotó en un cambio de ásperas palabras, seguidas por semanas de total silencio. Una mañana, el hermano mas viejo sintió que golpeaban su puerta. Cuando abrió vio un hombre con una caja de herramientas de carpintero en la mano.

– Estoy buscando trabajo -dijo este.- Quizás usted tenga un pequeño servicio que yo pueda hacer.

– ¡Si! – dijo el granjero – claro que tengo trabajo para usted. Ve aquella granja al otro lado del río. Es de mi vecino. No, en realidad es de mi hermano más joven. Nos peleamos y no puedo soportarlo más. ¿Ve aquella pila de madera cerca del granero? Quiero que usted construya una cerca bien alta a lo largo del río para que yo no precise verlo más.

– Creo que entiendo la situación – dijo el carpintero. Muéstreme donde están las palas que ciertamente haré un trabajo que lo dejara a usted satisfecho.

Como precisaba ir a la ciudad, el hermano más viejo ayudó al carpintero a encontrar el material y partió.

El hombre trabajó arduamente durante todo aquel día. Ya anochecía cuando terminó su obra. El granjero regresó de su viaje y sus ojos no podían creer lo que veían. ¡No había ningún cerco! En vez de cerco había un puente que unía las dos márgenes del río. Era realmente un bello trabajo, pero el granjero estaba furioso y le dijo:

– Usted fue muy atrevido en construir ese puente después de todo lo que yo le conté.

Sin embargo, las sorpresas no habían terminado. Al mirar nuevamente para el puente, vio a su hermano que se acercaba del otro margen, corriendo con los brazos abiertos. Por un instante permaneció inmóvil de su lado del río. Pero de repente, en un impulso, corrió en dirección del otro y ellos se abrazaron en medio del puente.

El carpintero estaba partiendo con su caja de herramientas cuando el hermano que lo contrató le dijo emocionado:

– ¡Espere! quédese con nosotros por algunos días.

El carpintero respondió:

– Me encantaría quedarme, pero, desgraciadamente tengo muchos otros puentes que construir.

Y usted, ¿esta necesitando un carpintero, o es capaz de construir su propio puente para aproximarse a aquellos con los que rompió contacto?

No busque construir cercas que lo separen de las personas de los que se encuentra distanciado.

Construya puentes.

Clase de Español en el Cielo

Un profesor universitario de español, muy reconocido, soñó que se encontraba con Dios y decidió preguntarle el motivo por el cual nunca había sido feliz en su vida, a pesar de su exitosa carrera y sus conocimientos.

Dios le dijo entonces: “Sé que eres profesor de una gran trayectoria en el idioma, dime cuáles son las tres primeras personas en la gramática”.

El profesor se sorprendió de aquella pregunta tan fácil, y respondió: “Pues eso es muy fácil para una persona con mis conocimientos del idioma, son : YO, TU y EL”.

Dios le miró y dijo : “Ves, ese es el problema. Aún con tus conocimientos lo has dicho al revés y esa es la causa de tu infelicidad. Siempre debes decir “EL” primero, refiriéndote a mí para que yo sea el primero en tu vida. “TU” para que el prójimo sea la segunda persona mas importante en tu vida. Y finalmente cuando me hayas buscado y hayas ayudado a tu prójimo, entonces estará el “YO”.

Por ende nunca te equivoques mas, si deseas ser feliz debes decir: “EL, TU y YO”

Por amor a Jesús Sacramentado

Unos meses antes de su muerte el Obispo Fulton J. Sheen fue entrevistado por la televisión nacional: “Obispo Sheen, usted inspiró a millones de personas en todo el mundo. ¿Quién lo inspiró a usted? ¿Fue acaso un Papa?”.

El Obispo Sheen respondió que su mayor inspiración no fue un Papa, ni un Cardenal, u otro obispo, y ni siquiera fue un sacerdote o monja. Fue una niña china de once años de edad.

Explicó que cuando los comunistas se apoderaron de China, encarcelaron a un sacerdote en su propia rectoría cerca de la Iglesia. El sacerdote observó aterrado desde su ventana como los comunistas penetraron en el templo y se dirigieron al santuario. Llenos de odio profanaron el tabernáculo, tomaron el copón y lo tiraron al piso, esparciendo las hostias consagradas. Eran tiempos de persecución y el sacerdote sabía exactamente cuantas hostias contenía el copón: treinta y dos.

Cuando los comunistas se retiraron, tal vez no se dieron cuenta, o no prestaron atención a una niñita que rezaba en la parte de atrás de la iglesia, la cual vió todo lo sucedido. Esa noche la pequeña regresó y, evadiendo la guardia apostada en la rectoría, entró al templo. Allí hizo una hora santa de oración, un acto de amor para reparar el acto de odio. Después de su hora santa, entró en el santuario, se arrodilló, e inclinándose hacia delante, con su lengua recibió a Jesús en la Sagrada Comunión. (en aquel tiempo no se permitía a los laicos tocar la Eucaristía con sus manos).

La pequeña continuó regresando cada noche, haciendo su hora santa y recibiendo a Jesús Eucarístico en su lengua. En la trigésima segunda noche, después de haber consumido la última hostia, accidentalmente hizo un ruido que despertó al guardia. Este corrió detrás de ella, la agarró, y la golpeó hasta matarla con la culata de su rifle.

Este acto de martirio heroico fue presenciado por el sacerdote mientras, sumamente abatido, miraba desde la ventana de su cuarto convertido en celda.

Cuando el Obispo Sheen escuchó el relato, se inspiró a tal grado que prometió a Dios que haría una hora santa de oración frente a Jesús Sacramentado todos los días por el resto de su vida. Si aquella pequeña pudo dar testimonio con su vida de la real y hermosa Presencia de su Salvador en el Santísimo Sacramento, entonces el obispo se veía obligado a lo mismo. Su único deseo desde entonces sería, atraer el mundo al Corazón ardiente de Jesús en el Santísimo Sacramento.

La pequeña le enseñó al Obispo el verdadero valor y celo que se debe tener por la Eucaristía; como la fe puede sobreponerse a todo miedo y como el verdadero amor a Jesús en la Eucaristía debe trascender a la vida misma.

Lo que se esconde en la Hostia Sagrada es la gloria de Su amor. Todo lo creado es un reflejo de la realidad suprema que es Jesucristo. El sol en el cielo es tan solo un símbolo del hijo de Dios en el Santísimo Sacramento. Por eso es que muchas custodias imitan los rayos de sol. Como el sol es la fuente natural de toda energía, el Santísimo Sacramento es la fuente sobrenatural de toda gracia y amor.

King Kong: el relato

Una cosa es la película y otra cosa es el relato. El relato viene de principios del siglo pasado, cuando menos; la película, en cambio, es edición 2005.

Sobre el relato como tal pueden comentarse varias cosas, buenas y no tan buenas.

  1. Se supone que quieren firlmar una película en uan isla desconocida, la Isla de la Calavera (Skull Island), a la que efectivamente llegan. Es la isla donde vive el gorila gigante, el Rey Kong, al cual los aborígenes rinden tributo y también sacrificios humanos. Comentario: llama la atención el modo como se presentan los aborígenes: violentos, crueles, incapaces de diálogo; el único modo de argumentar con ellos son las armas de fuego. ¿Algún parecido con la conquista de lo que hoy es Estados Unidos por parte de los hombres “blancos”? Esto no pertenece a la versión del 2005 sino que es parte del relato original.
  2. Interesante, en cambio, la relación entre la chica y el animal. Es ella quien vence, en realidad. La fuerza del gigante se pliega ante el poder de la bella, que no es poder sólo de un cuerpo bien formado, sino el poder del encanto, de la risa, del baile, del buen humor. Lo que domina al gorila no es la fuerza como tal, sino la belleza. En la versión de 2005 esa es la frase final: “A Kong no lo mataron esos aviones, sino la belleza.”
  3. Uno puede especular un poco más incluso, reconociendo una relación entre este gigante fuerte pero solitario y Adán en el paraíso. Ni siquiera tres dinosaurios descomunales logran doblegar a Kong: él es el rey. Pero es un rey solitario, que necesita rendirse ante alguien, y que por eos busca la belleza del atardecer y que se fascina ante la hermosura de la muchacha.
  4. En otro tono, es interesante la autocrítica que este relato supone, en cuanto a la sociedad comercializada y superficial de los Estados Unidos. Ávidos de novedades, consumidores de cosas extrañas, hábiles para comprar, vender, manipular. Aunque esto, si se piensa bien, no son los Estados Unidos, simplemente. Es más bien lo que la Biblia llama “el mundo,” lleno de vanidades y medias verdades, de vacío y de humo fatuo.

Desde estos otros ángulos creo que King Kong es un relato que merece ser conocido y reflexionado, y los papás harán bien en comentar cosas como las aquí dichas con sus hijos.

La Plata Fina

Hace algún tiempo, algunas señoras se reunieron en cierta ciudad para estudiar la Biblia. Mientras que leían el tercer capítulo de Malaquías, encontraron una expresión notable en el tercer versículo:

” …y Él se sentará como un refinador y purificador de la plata (Mal. 3:3).”

Una de las señoras propuso visitar un platero y reportarles a las demás lo que el dijera sobre el tema.

Ella fue por consiguiente, y sin decir el objeto de su diligencia pidió al platero que le dijera sobre el proceso de refinar la plata.

Después de que él describió completamente el proceso, ella le preguntó:

“Pero señor, ¿usted se sienta mientras que está en el proceso de la refinación?”.

– “Oh, si, señora,” contestó el platero;

-“Debo sentarme con mi ojo fijado constantemente en el horno, porque si el tiempo necesario para la refinación se excede el grado más leve, la plata será dañada.”

La señora inmediatamente vio la belleza, y también el consuelo de la expresión…

– “Él se sentará como un refinador y purificador de la plata.”

Dios ve necesario poner a sus hijos en un horno…su ojo está constantemente atento en el trabajo de la purificación, y su sabiduría y amor obran juntos de la mejor manera para nosotros.

Nuestras pruebas no vienen al azar, y él no nos dejará ser probados mas allá de lo que podemos sobrellevar.

Antes de que ella se fuera, la señora hizo la pregunta final:

– “¿Cuándo sabe que el proceso está completo?”

– “Pues, eso es muy sencillo, ” contestó el platero.

– “Cuando puedo ver mi propia imagen en la plata, se acaba el proceso de refinación.”