1.1. He invocado el Espíritu Santo y he meditado con amor en la enseñanza de la Santa Iglesia sobre nuestros hermanos en la gracia y la gloria, los Santos Ángeles. Y he sentido fluir en mi mente palabras sabias y bellas que aquí transcribo.
1.2. Has de saber que aquello que tiene su fundamento en Dios tiene verdadera raíz y verdadero cimiento. Él es el único Fuerte, y sólo tiene fortaleza quien se apoya en Él. Piensa entonces cuánto es el amor que une mi vida a tu vida, puesto que ha sido Él, nuestro Divino Hacedor, el que ha querido unirnos. La fuerza de nuestra unidad tiene su comienzo en el único que es fuente de toda Fuerza, cuyo Nombre es invencible. Por eso puedes confiar en mí, porque la fuerza que me une a ti no tiene su origen en mí sino en Dios.
1.3. Ha pasado mucho tiempo. En cierto modo has perdido mucho tiempo por no aceptar con tu corazón y con tu mente mi presencia en tu vida. Un día Dios te va a conceder dolor por ese tiempo desperdiciado. Ese dolor, como todos los que Dios inspira en el alma arrepentida, es un acto de su amor en ti, porque te va a permitir, con la fuerza de amor que acompaña a ese mismo dolor, recibir en tu alma gracias abundantes que de otro modo habrían quedado simplemente perdidas por no haber sido recibidas.
1.4. Sin embargo, mientras llega ese día de la visita del dolor que Dios te va a dar, haces bien en no permanecer ocioso. Veo tu alma mejor dispuesta, y hoy, que has querido escucharme, he querido yo también hablarte. Y así es entre tú y yo: cuando Dios me envió al servicio de tu salvación, de cierta manera me hizo siervo tuyo. Y por amor a Dios te sirvo esperando tu beneplácito y tu tiempo y tu disposición. Lo hago por obediencia de amor a mi Dios, que tanto te ha amado.
1.5. Hoy te hablo, y mis palabras van tejiendo una casa, como una tienda del desierto, en tu alma. Yo no soy tu vida, sino un ministro de la providencia divina en tu vida. Cada vez que obro en ti y en tus cosas soy como una expresión de la Palabra. Yo soy como el pronunciar del amor divino en tu día; soy la cadencia de su misericordia. Si lees en el pentagrama de la fe mi visita, si cantas las notas de mi presencia, escucharás la melodía misma del amor que Dios te tiene. Porque mi mensaje no es mío; la verdad es que, si buscares en mí, nada encontrarías, porque todo lo que soy, lo que pienso, lo que siento y lo que digo está desde su misma raíz donado a Dios, que es mi fuente. En cambio, si me buscares en Dios, me hallarías entero, en toda la verdad de mi ser, en toda la belleza de mi rostro y el amor de mi corazón.
1.6. Sé bien que estas palabras pueden parecerte extrañas. Pero deberías pensar que lo extraño es que no las hayas escuchado antes; y aún más extraño, y más triste, es que haya tan pocos cristianos dispuestos a acoger las inspiraciones de sus Ángeles.
1.7. Si deseas que seamos algo más que dos amigos que caminan en silencio, es preciso que sepas que puedes hablarme y que yo también puedo hablarte. El silencio es hermoso cuando está habitado por la Palabra, como es hermoso el silencio de Dios Padre habitado por completo por la elocuencia de su Única y Divina Palabra. No busques entonces el silencio que es huida de la Palabra, sino el silencio que está habitado por la Palabra. Y si quieres caminar conmigo en silencio, llena de tal modo tus palabras de la Palabra que sea Ella la que habite en el silencio de nuestros pasos.
1.8 Hablo así para que me entiendas, porque no tendría sentido hablarte si no quisiera alcanzar tu mente. Mas no has de pensar que hay un camino que me haga distinto. El camino es la imagen en el espacio de lo que significa el tiempo.
1.9 Por ello dijo Nuestro Señor que él era vuestro Camino, porque en Él tiene su firmeza el tiempo de la historia humana. Yo no tengo historia, pero, porque es verdad que nuestro Dios ha querido que yo obre verdaderamente en ti, y tú sí tienes historia, por eso tú puedes pensar tal vez que yo también tengo historia y hago camino.
1.10. Yo soy distinto de ti, pero no estoy distante. Me acerca a ti el designio de Dios y ese vínculo es más vigoroso que toda distancia. Ahora bien, el designio de Dios es un modo de hablar de la expresión de su Palabra en la creación; de donde puedes ver que sólo la Palabra congrega en sí y recapitula en sí todo lo creado.
1.11. Así puedes entender también que la palabra es el camino que me acerca mejor a ti. Con palabras te expreso quién soy, sin necesidad de que me imagines; con palabras te abrazo y cuido: discretas y sutiles palabras que son más veloces que el más rápido de tus pensamientos. De esto debo hablarte en otra ocasión. Por ahora vete a orar.
1.12. Entonces he dejado de escribir y he ido a la Capilla Conventual para el Oficio de Lectura.