El discípulo inquirió a su sabio maestro:
– ¿Por qué muchas veces Dios parece injusto con unos y generoso con otros?
El maestro le contó la siguiente historia:
– Vamos hasta la montaña en la que mora Dios –comentó un caballero a su amigo–. Quiero demostrar que Él sólo sabe exigir, y que no hace nada por aliviar nuestras cargas.
– Voy para demostrar mi fe –dijo el otro.
Llegaron por la noche a lo alto del monte y escucharon una voz en la oscuridad.
– ¡Cargad vuestros caballos con las piedras del suelo!
– ¿Ves? –dijo el primer caballero–. Después de subir tanto y estar muy cansados, aún nos hace cargar con más peso. ¡Jamás obedeceré!
En cambio, el segundo caballero hizo lo que le voz decía.
Cuando acabaron de bajar el monte, llegó la aurora y el alba trajo los primeros rayos de sol que iluminaron las piedras que el caballero piadoso había recogido. Eran diamantes puros, de kilates incalculables.
Dice el maestro:
Las decisiones de Dios son misteriosas, pero aunque no lo comprendamos ahora, siempre resultan a nuestro favor.
Mi querido amigo, cuando se te presenten por la vida muchas adversidades, y sientas que Dios te carga aún más en vez de aliviarte, no debes desesperar, ni quejarte por los golpes que recibes. Aun cuando no llegues a entenderlos, no pierdas la esperanza, pues la decisiones de Dios siempre juegan a favor de sus hijos que le aman.
Ya el Apóstol San Pablo nos lo decía:
“Fiel es Dios que nunca nos va a dejar ser probados más allá que nuestras propias fuerzas. Sino que junto con la prueba, nos dará la fortaleza para poder resistir”