James Creelman describe en una de sus cartas su viaje a través de los estados balcánicos en busca de Natalia, la reina desterrada de Serbia:
“En aquel viaje memorable”, dice, “aprendí por vez primera que el abastecimiento de la esencia del perfume de rosas con el que el mundo se surte, proviene de la montaña de los Balcanes.
Y, lo que más me llamó la atención, continua diciendo, “es que recogen las rosas en las horas de mayor oscuridad. Los recogedores empiezan a la una y termina de recogerlas a las dos”.
“Al principio yo creí que hacían esto a dicha hora por superstición, pero empecé a investigar sobre este pintoresco misterio y hallé que en experimentos científicos, recientemente realizados, se ha demostrado que el cuarenta por ciento de la fragancia de las rosas desaparece con la luz del día”.
Fue durante la noche cuando se oyó la canción de los ángeles. La luz sale de las tinieblas y la mañana nace de la noche.