Pensamos en cambiar el mundo, a las personas, las circunstancias de la vida… ¿Qué es lo más importante?
Siendo joven era un revolucionario y mi oración a Dios era:
– “Señor, dame la energía para cambiar al mundo.”
Al llegar a los cuarenta y darme cuenta de que la mitad de mi vida se había ido sin que yo hubiese cambiado una sola alma, modifiqué mi oración:
– “Señor, dame la gracia para cambiar a todos aquellos con quienes tengo contacto, solamente mi familia y mis amigos y estaré satisfecho.”
Ahora, que ya soy un anciano y mis días están contados, mi única oración es:
– “Señor, dame la gracia de cambiarme a mí mismo.”
¡Si hubiera orado de esta forma desde el principio, no hubiese desperdiciado mi vida!