En cierta ocasión previno Dios al pueblo de un terremoto que habría de tragarse las aguas de toda la tierra. Y las aguas que reemplazarían a las desaparecidas habrían de enloquecer a todo el mundo. Tan sólo el profeta se tomó en serio a Dios. Transportó hasta la cueva de su montaña enormes recipientes de agua, de modo que no hubiera ya de faltarle el líquido elemento en los días de su vida.
Y efectivamente, se produjo el terremoto, desaparecieron las aguas y una nueva agua llenó los arroyos y los lagos y los ríos y los estanques.
Algunos meses más tarde bajó el profeta de su montaña a ver lo que había ocurrido. Y era verdad: todo el mundo se había vuelto loco y le atacaba a él y no quería tener nada que ver con él. Y hasta se convenció todo el mundo de que era él quien que estaba loco. Así pues, el profeta regresó a su cueva de la montaña, contento por haber tenido la precaución de guardar agua. Pero, a medida que transcurría el tiempo, la soledad se le hacía insoportable. Anhelaba tener compañía humana. De modo que descendió de nuevo a la llanura. Pero nuevamente fue rechazado por la gente, tan diferente de él. Entonces el profeta tomó su decisión: Tiró el agua que había guardado, bebió del agua nueva y se unió a sus semejantes en su locura.
Reflexión:
Muchas veces por temor a la soledad solemos unirnos a los demás aún cuando nos damos cuenta que sus actitudes, sus formas de pensar, de hablar o de ser no nos son gratas o no coinciden con las nuestras. Y así nos entregamos a vivir la vida copiando modelos de otras personas y no respetando nuestro interior. Pero nos pasa a diario que nos sentimos acompañados pero vacios y que si bien estamos rodeados de gente seguimos sintiendonos solos. Si optamos por quedarnos solos hay quienes juzgan mal esa soledad y creen que el problema está en nosotros, que en algo fallamos cuando no tenemos amistades, que no somos “normales”. Con el lema de “la unión hace la fuerza” en estos tiempos vemos cómo muchos son cómplices de atentados, de secuestros y demás, pero también podemos ver que hay uniones positivas y son aquellas que buscan destacarse en la ayuda, la solidaridad y el hacer el bien a los demás.
Cuando escapamos de nuestra soledad tenemos que tener ciertos cuidados: tratemos de acercarnos a quienes pueden ayudarnos a ser mejores personas. Tratemos de no ser parte de una masa y por sobre todo de no usar un uniforme que nos haga perder nuestra verdadera identidad.
SEAMOS FIELES A “SUS” ENSEÑANZAS.