Carta a las Vírgenes Seglares Dominicas
con motivo del fallecimiento de
Myriam Marlen López, O.P.
Dublín, 4 de Octubre de 2005
Queridas Hermanas,
Separado por la distancia, pero no por el tiempo ni por el afecto, les dirijo estas palabras a la hora misma en que algunas de ustedes, a nombre de todos nosotros, participan de la celebración de las exequias de nuestra muy recordada Myriam Marlen.
Su salud, hay que reconocerlo, se había deteriorado demasiado en las últimas semanas, pero el corazón tiene sus anhelos, y era el nuestro que ella pudiera recuperarse de tan grave estado, y de nuevo pudiera unirse a nuestra oración y alegrarnos con su sonrisa. No lo quiso así mi Dios, que conoce los corazones y tiene designios que nos superan. Ahora esa sonrisa, espontánea y abierta a todos, se habrá unido al gozo de quienes moran en la Patria. Ahora la alegría de ella es perfecta: ha alcanzado al Amado.

Fergal sufría de una artritis deformante desde su juventud. Le fue detectada no mucho después de su ordenación sacerdotal. El dolor casi constante y las limitaciones propias de la enfermedad le acompañaron hasta los 76 años que tenía al momento de partir. Pero la artritis no frenó ni su inteligencia sobresaliente, ni su corazón compasivo, ni su alegría fraterna, ni su voz recia, que a menudo llamaba a reflexión o también a disfrutar de las cosas amables de la vida. Fue profesor universitario muchos años en la Universidad Nacional de Irlanda, en las áreas de filosofía y sociología. Sus exalumnos lo recuerdan como alguien que los hacía pensar. De temperanto vivaz y dialéctico, gustaba de tomar siempre la postura contraria a su interlocutor, fuera quien fuera, no por incomodar, sino por llevar a la gente a compartir su propia pasión por la verdad.
