Por: Hna. María Luisa Quintero, O.P.
Fray Nelson,
En realidad tengo que empezar diciéndote que doy gracias a Dios por mi vida, porque yo debía estar en aquel tren “de la muerte”, porque normalmente tomabamos ese, lo que pasó fue que tomé otro que hacía menos paradas, y como una Hermana que nos lleva hasta la estación no estaba esta semana pasada, entonces nos tocaba irnos por nuestra parte, pues la otra Hermana, se fue más tarde, de tal forma que yo tomé el tren de las 7:26, y fue normal hasta llegar a Madrid, porque este va por otra vía.
He llegado allí y me he encontrado con que la vía que tenía que tomar estaba cerrada pero no decían el motivo, de tal manera que lo que yo hice fue dirigirme a la estación de autobuses para ir a la universidad., y así he llegado a clase. Por supuesto, allí nadie sabía nada, de tal manera que he tenido las dos horas de clase y luego nos han dicho que se suspendían las clases, me subí al autobús para llegar al metro y luego otro autobús para llegar a Guadalajara; en fin, un montón de proezas. Total que he llegado a las 2:15 de la tarde y todo el mundo estaba muy preocupado por mí; de verdad todas las Hermanas se interesaron por mí.
Hemos pasado unos días muy horribles, pero a la vez dándole gracias al Padre por todo lo que ha hecho por nosotras, de verdad que cuando no nos llega el momento… Con todo esto me doy cuenta de lo mucho que las personas nos quieren, o mejor en este caso me quieren, porque llamaron de todas partes desde donde están nuestras hermanas, de Venezuela, Colombia, y todas las casas de España, era una preocupación constante, y cuando hable con mi Provincial ella me lo decía con llanto, ¡no sabes Luisa cuanto te queremos todas y lo mucho que hemos sufrido por ti! Es verdad porque ella se movilizó de inmediato y llamó a todo el mundo e incluso una de mis hermanas fue hasta la universidad para ver si me podía localizar, fueron momentos muy duros… incluso me han llamado de mi casa, mi madre y mis hermanos muy preocupados, porque efectivamente yo podía estar allí…
Bien, pues de todo esto hay una reflexión por hacer y es el dar un sentido y un valor a la vida que Dios me está regalando cada instante; ver y sentirme realmente amada por Él, pues me pongo a pensar en tanta gente que no ha muerto pero ha quedado muy mal físicamente y pienso, yo pudiera ser una de ellas… No sabes lo doloroso que es el volver a pasar por estos lugares y descubrir el silencio, la soledad, el dolor que se respira en el ambiente; es una sensación de impotencia, que no llegas a ver una respuesta coherente, te preguntas: ¿pueden tener corazón y conciencia aquellos que han hecho todo esto? ¡Qué sangre tan fría, salir del tren sabiendo que dejas detrás una carga de explosivos, sabiendo que la gente que vas a asesinar es gente trabajadora, estudiante, simples ciudadanos de a pie, que muchos de ellos han tenido que salir de sus países huyendo de la violencia! Pienso en tantos compatriotas que han venido a buscar un futuro y se han encontrado con la muerte. Y ¿quiénes son los causantes de tanto dolor? Pues justamente aquellos que se creen dioses, dueños del destino del mundo, hombres que buscan su vanagloria, hombres que al igual que los terroristas un día han cerrado sus ojos y sus oídos ante el clamor de tanta gente que pedía acabar con la guerra.
Es un momento de mucho dolor pues no sabes hasta dónde es verdad que Dios ha dejado de estar en el corazón del ser humano, pues ¿cómo es posible ver a otro ser humano como un simple objetivo militar y no como un ser creado por un mismo Dios, como lo eres tu? No ser capaz de descubrir esa huella del Creador en cada uno y respetar su dignidad… ¿Por qué cerrar los ojos mientras realizas actos tan crueles…? No, no es justo tanto dolor causado en tantas familias, no es justo el dolor que tienen que llevar de ahora en adelante tantos jóvenes que tienen que permanecer en una silla o en una cama para toda su vida.
El pueblo efectivamente está lleno de mucho dolor, pero lo peor de todo es el odio que empiezan a albergar en su corazón, que llega hasta el extremo de la xenofobia, pues ahora empezará un momento de buscar culpables y arrojar contra ellos el dolor y la rabía; ahora empieza un momento de desconcierto y de desconfianza; ya se empieza a notar en el ambiente, en la mente de la personas, en la forma de hablar, en la visión que tienen de la vida…
Y bueno también es muy triste que el papel de la Iglesia no tenga mayor relevancia, pues en estos días se hacen programas por la radio y la tele sobre el tema, especialmente sobre la vida, e invitan a filósofos, médicos, psicólogos, en fin a muchas personas, y me pregunto: ¿Y el teólogo no tiene una palabra que decir desde la fe? Por supuesto que esto es una prueba de que la voz de la Iglesia no tiene ninguna relevacia, ni importancia. Incluso en la tele salen aquellos que han acompañado a las víctimas pero no dicen nada de los sacerdotes que estan allí, o de las religiosas. Por si acaso salen celebrando los funerales, pero no dicen nada de todo lo que se ha dicho en las iglesias, la cantidad de oraciones que se están haciéndo, las vigilias, en fin, que de verdad que la Iglesia no cuenta para nada en esta sociedad secularizada.
Bueno Fray, perdoname por todo el rollo, lo que pasa es que todo esto está tanto en el corazón de los españoles como en el mío, y no puedes dejar sentir y pensar tantas cosas y al mismo tiempo descubrir que hay un Dios que se duele ante tanto dolor de sus hijos; que incluso el día de la tragedía el día se puso gris y luego el viernes todo el día lloviendo en Madrid y en Guadalajara. Eran las lágrimas de Dios Padre que siente nuestro mismo sufrimiento y se une a él. Pienso que sí es importante ver desde la fe este momento histórico, pues no es que Dios quiera nada de lo que esta pasando, sin embargo una vez más vemos a un Dios que sufre por el ser humano, que no sabe conducir su libertad, un ser humano que cuanto más avanza la técnica más se deshumaniza, más frío se vuelve su corazón…
Bien, fray, pues después de todo esto creo que lo único que tenemos es confiar en que el Padre sigue esperando de nosotros un corazón noble donde habite la justicia y el amor, un corazón que sepa ver en el hermano un ser con dignidad igual a la suya, un ser que de alguna manera me remite a mi Creador; creo que allí se debe dirigir nuestra oración y súplica, a cambiar nuestro corazón de piedra en un corazón de carne.
Que el Señor te siga bendiciendo cada día y te llene de su amor.
Con cariño,
Luisa