Queridísimos Hermanos en El Señor, Amigos míos de mi Alma:
Nunca pude pensar recibir tal cantidad de Testimonios de Amor, de Apoyo, de Amistad, como los que he recibido entre ayer y hoy, más de cien.
No tengo palabras para agradecerles a todos, absolutamente a todos, a los que me han escrito y a los que no habiendo podido hacerlo, me han tenido en sus corazones y en sus oraciones.
Por eso, no puedo menos que dejarme guiar nuevamente por este impulso tan grande que hoy siente mi alma, y vuelvo, amigos. Y porque esto es grande, muy grande como jamás nadie pudo haber pensado que pasaría, el que hoy, formamos una familia maravillosa y de mucho ejemplo para el devenir de nuestros tiempos.
Incluso, hoy estamos consiguiendo que se unan personas entre sí que antes no se conocían de nada, para vivir este momento tan especial y tan entrañable. Son las cosas de Dios, sin duda. Ya ven, amigos, este hombre que les escribe, por no tener una actitud normal, por no poder ser una persona que siga unas directrices siempre constantes, por el daño tan grande que ha hecho en mí el pecado: el haberme separado del Señor en una mala vida; este hombre, yo, se ha desnudado el alma, pues varias veces anuncié mi marcha ya antes; varias veces he cometido errores; muchas veces dejé de contestar las maravillosas cartas que me enviaban; y ayer, una falta de aceptación me llevó de nuevo a ser injusto con Uds., con la obra misma del Señor a la que todos nos ocupa, para seguir firmes en el testimonio del Evangelio, cada día, animándonos y apoyándonos los unos a los otros como hacían los antiguos cristianos, como estoy seguro, que El Señor quiere en nosotros y sentirnos parte de un mismo modo de Proceder en Jesucristo Nuestro Señor.
Amigos míos de mi Alma: Este Cursillista de Cristiandad, que lo ha hecho en Las Palmas de Gran Canaria, en el 60 Mixto, en Las Javerianas, Santa Brígida, Gran Canaria, hace ya unos años, hoy no es ejemplo precisamente de un recto vivir su Cuarto Día; sólo que espero que con la ayuda de todos ustedes lo haga posible un día.
Con mucho amor, hoy, Amigos de mi Alma, por tantas palabras que me han llegado, de apoyo y de ánimo, le pido a la Santísima Virgen Maria, no deje de guardarlos en su corazón, para que un día, sean el aroma mismo de su jardín del cielo, y que hoy mismo, también sean los pétalos de la Decena del Rosario, porque concadenados en este Amor tan grande que tenéis, me haréis ser un buen hombre y ganar también yo el Cielo.
Con muchísimo agradecimiento, un abrazo muy fuerte, y gracias, Amigos míos de mi Alma.
Juan Francisco.