Amado Dios Padre

Amado Dios Padre,

todo era bueno

si tú lo creaste.

Las tierras y cielos,

mares y campos,

el alma y el cuerpo.

A ti, Padre Santo,

cantan los valles,

los montes y llanos.

¡Oh Dios Admirable!,

diste a nosotros

tu obra de arte.

Tu amor ardoroso,

Fuego Infinito,

dispone de todo.

Llegó el enemigo;

lleno de rabia,

frustró tu designio.

Y el hombre se engaña,

luego se mira

con triste mirada.

¡Qué amarga mentira!

Tristes colores

tomaba la vida.

¡Qué ricos tan pobres

van por el mundo

tus hijos los hombres!

Y andando sin rumbo,

cuanto creaste

dirán que es muy suyo.

Mas llega la tarde,

cae la noche,

el miedo renace.

Altivos, los hombres

gimen cansados

de verse tan pobres.

La noche ha pasado;

sol en la sierra,

el hambre ha llegado.

“Vendrá la cosecha”,

dice el orgullo,

si el hambre lo aprieta.

Mas juzgan que es duro

ser labradores

de todo este mundo.

Abunda el desorden:

males y males

agobian al hombre.

Y tú, Nuestro Padre,

siempre clemente,

Señor tan amante.

Tu amor, alto y fuerte,

todo supera,

Señor, desde siempre.

Y tú, Nazarena,

Virgen, mi Niña,

¡cuál es tu grandeza!

El Dios que te mira,

Dios Admirable,

te quiere, María.

Su Fuego Adorable

–Dios hecho Llama–

fecunda tu carne.

¡Al Dios de la gracia,

gloria, aleluya,

loor y alabanza!

Profetas lo anuncian:

Dios nace pobre

de ti, Virgen Pura.

Y todo en el orbe

goza y se alegra

de Dios hecho hombre.

Tu grande obediencia,

Cristo bendito,

salvó nuestra tierra.

Por él, por tu Cristo,

Mártir Excelso,

según tu designio:

A ti, Dios Eterno,

toda la gloria

por todos los tiempos.

He visto tus obras,

Dios Poderoso,

¡qué grandes son todas!

Cuando abro los ojos,

luz de tu Llama

da luz a mi rostro.

Dos veces te canta,

Dios Alfarero,

la vida en mi alma.

A ti, pues, me debo:

llevo tu nombre

grabado en el pecho.

Y todos los hombres

–toda la Iglesia–

te den sus amores.

Pues tú, Dios que reinas,

todo lo haces

con gran Providencia.

Amado Dios Padre,

todo era bueno

si tú lo creaste.

Amén.

Una respuesta a «Amado Dios Padre»

  1. ¡HERMOSO!
    Dios te ha bendecido, tienes alma de poeta.
    Todo está bello pero me encantó:
    “A ti, pues, me debo:
    llevo tu nombre
    grabado en el pecho”,
    pues es exactamente el sentido de toda vocación, ÉL ha dejado grabado en nuestro pecho su Nombre, le pertenecemos a ÉL y sólo a ÉL. Gracias por tus hermosas reflexiones!

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