El único sobreviviente de un naufragio llegó a la orilla de la playa de una lejana y deshabitada isla. Todos los días oraba fervientemente, pidiéndole a Dios que lo rescatara; y todos los días miraba al horizonte esperando que le rescataran, pero los días iban pasando y la esperanza se iba apagando.
Cansado y deprimido, eventualmente empezó a construír una pequeña cabaña con la madera del naufragio para protegerse de los elementos y proteger las pocas posesiones que con mucho esfuerzo había encontrado en la isla. Un día, al regresar de andar buscando comida, encontró que la pequeña cabaña se había quemado, el humo subía hacia el cielo. Lo peor que le sucedió fue haber perdido hasta las pocas cosas que tenía. El pobre estaba consternado, desanimado, confundido y lleno de dolor. Herido, furioso lloró amargamente y le gritó a Dios diciendo: “¿Cómo puedes hacerme esto?” Lloró impotentemente lamentándose de todo lo que le había pasado y de cómo Dios le había quitado todo, aún sus pocas pertenencias.
Desconsolado se quedó dormido sobre la arena. Al día siguiente, temprano por la mañana le despertó el sonido lejano de un barco que se acercaba a la isla. Cuando vinieron a rescatarlo él preguntó cansado y perplejo a los marineros: ¿Cómo sabían que yo estaba aquí? Ellos le contestaron: “Vimos las señales de humo que nos hiciste”.
Esto nos enseña que a veces es fácil desesperarse y enojarse cuando las cosas nos salen mal. Pero no debemos perder la fe y la esperanza porque Dios está siempre obrando a nuestro favor y él está en control de nuestras vidas, aún en el medio del dolor y el sufrimiento. Todo sucede por alguna razón, nuestro trabajo es tratar de comprender por qué.
A veces le pedimos a Dios con exigencia quiero esto, concédeme lo otro, sin pensar en las consecuencias, y hasta le culpamos por lo que creemos que son unas desgracias lo que por nuestros propios méritos echamos a perder, o simplemente él no considera que sea lo mejor para nosotros y hacemos una gran tragedia de nuestros problemas sin mirar lo positivo. El mundo está lleno de grandes y pequeñas alegrías; si exagerásemos nuestras alegrías como hacemos con nuestras penas, nuestros problemas perderían importancia.
Recuerda, la próxima vez que se queme tu pequeña cabaña con las cosas que tú más atesoras, puede ser simplemente una señal de humo que surge de la gracia de Dios. Por todas la cosas negativas que nos pasan, debemos convencernos a nosotros mismos que Dios tiene un plan y una respuesta positiva para todo.