Hay una variadísima cantidad de formas que expresan el amor que le tenemos al prójimo; sean hijos, hermanos, esposos, madres, amigos, vecinos, etc… Y esta variedad de formas tiene su origen en el amor, y ciertamente éste es ingenioso e inagotable. De su riqueza y fecundidad se nutren estas expresiones que se van manifestando armoniosamente en nuestra vida. Algunas se convierten en gestos, otras en palabras y sería imposible enumerarlas porque son tantas las formas, que resulta ilusorio imaginarlas. Ellas son las expresiones propias del amor que exceden a todo lenguaje, son expresión de la paz del corazón y destierran radicalmente el obrar violento. Nunca sacan boleto de “ida y vuelta”. Son gratuitas y sin ser exigidas ni reclamadas, nacen y se desarrollan lentamente en nuestro corazón. Ellas expresan nuestra interioridad, están más allá de los ocasionales momentos, son estables, sólidas y expresan a su manera la obra de Dios en nosotros.
En mí se fue convirtiendo en una palabra; gracias, ella coronaba toda conversación, y nunca estaba destinada a enriquecerme personalmente pero lo realizaba, creaba un misterioso puente entre el emisor y su destino regalándome la posibilidad de participar en el corazón que albergaba esa reverente expresión.
Al principio no percibí su eco, hasta que un día lo descubrí, para ese tiempo ya había alcanzado una autonomía propia, era como la expresión más profunda de gratitud que sentía frente al Creador y su Amor. Esta era su fuente secreta que la tornaba inagotable y que después de repetirla una y otra vez, sintiéndola siempre nueva y al mismo tiempo renovada, fui entendiendo que era la sonrisa de mi alma. El vivir agradecido dando gracias, me convirtió en un agraciado de su bendición.
Esto me llenó de alegría, aunque nostálgicamente comprendí que mi alma solamente sonreía con aquellos que amaba, y que lejos estaba de agradecer con un amor que se sustentara en la gracia a los que no consideraba amigos. Este eco interior como un maestro sabio, me mostró la necesidad de vivir esta realidad fundante del Amor, en esa aparente ausencia de respuesta inmediata. ¡¡¡Cuánta grandeza se esconde en la vida cristiana!!! He ahí la novedad siempre renovada de la fe cristiana, al odio se le responde con amor.
Escuchemos al Maestro que nos habla al corazón y nos da a conocer la secreta llave del camino que conduce a la felicidad:
27 “Pero yo os digo a los que me escucháis: Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os odien, 28 bendecid a los que os maldigan, rogad por los que os difamen. 29 Al que te hiera en una mejilla, preséntale también la otra; y al que te quite el manto, no le niegues la túnica. 30 A todo el que te pida, da, y al que tome lo tuyo, no se lo reclames. 31 Y lo que queráis que os hagan los hombres, hacédselo vosotros igualmente. 32 Si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? Pues también los pecadores aman a los que les aman. 33 Si hacéis bien a los que os lo hacen a vosotros, ¿qué mérito tenéis? ¡También los pecadores hacen otro tanto! 34 Si prestáis a aquellos de quienes esperáis recibir, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores prestan a los pecadores para recibir lo correspondiente. 35 Más bien, amad a vuestros enemigos; haced el bien, y prestad sin esperar nada a cambio; y vuestra recompensa será grande, y seréis hijos del Altísimo, porque él es bueno con los ingratos y los perversos (Lc 6,27-35).
El mundo moderno que se aleja de Dios se escandaliza de esta Verdad ¿Tú compartes su escándalo? ¿Te escandalizan las palabras de Jesús?. Él también nos interroga a nosotros como a sus discípulos.
Hay cristianos que creen poder prescindir de confrontarse con la verdad del Evangelio. “Ellos intentan vaciar y convertir en inocuas, para que no turben su manera da vivir, palabras como: “Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os odien” (Lc 6, 27). Tales palabras, para estas personas, resultan difíciles de aceptar y de traducir en coherentes comportamientos de vida. De hecho, son palabras que, si tomadas en serio, obligan a una radical conversión. En cambio, cuando se está ofendido y herido, se está tentado a ceder a los mecanismos psicológicos de la autocompasión y de la revancha, ignorando la invitación de Jesús a amar al propio enemigo. Sin embargo, los sucesos humanos de cada día sacan a la luz, con gran evidencia, cómo el perdón y la reconciliación son imprescindibles para llevar a cabo una real renovación personal y social. Esto vale en las relaciones interpersonales, pero también en las relaciones entre las comunidades y entre las naciones”.
La vida cristiana siempre ha sido representada con la imagen del Camino, el Señor nos encuentra hoy en él, animémonos a vivir la radicalidad del Evangelio porque su origen esta en la radicalidad del Amor. El lenguaje del Evangelio es revelación para el creyente y ocultamiento para el incrédulo. El Señor pronuncia sobre nosotros aquellas bellísimas palabras del Apocalipsis que son una invitación a dejarnos moldear por el Divino alfarero: “Hoy hago nuevas todas las cosas”(Ap 21,5). Si has encontrado la sonrisa de tu alma, permítele al Señor que la lleve a la plenitud de la entrega en el Amor.
Por: Diác. Jorge Novoa