Hay en nosotros los latinos limitaciones pero también un maravilloso potencial. cada región, cada cultura, cada pueblo tiene sus propias riquezas y, si bien es cierto que hay que reconocer los atavismos, los pasos hacia adelante brotan siempre de las fortalezas que tenemos, de las capacidades y habilidades que han crecido en nosotros y con nosotros. Sin chauvinismos, valorar lo nuestro.
1. Un concepto prevalente de familia extensa
No sé si es algo ligado a la cultura rural. Es posible, y en esa medida es posible que se disuelva si el urbanismo a ultranza reina en todas partes. En cualquier caso, la familia extensa, aquella donde el abuelo y la tía soltera tienen siempre un lugar, aquella en que tener primos significa algo en términos de riqueza humana, es un valor inmenso que sirve de base a una cultura en defensa de la vida.
2. Somos connaturales al concepto de gratuidad
El trópico en que se halla la mayoría de nuestros países, y que en todo caso deja su impronta en toda Latinoamérica, es probablemente la zona geográfica más generosa de este planeta. Por algo la gente muy seria del Norte busca el clima grato, el ambiente relajado, la sensación de distensión que abunda en nuestras latitudes. Algunos irlandeses he conocido, por ejemplo, que “se convirtieron” al trópico y descubrieron que era simplemente maravilloso no tener que ganarse todas las sonrisas.
3. Miles de kilómetros con una sola lengua
Hay idiomas y lenguas de venerable ancestro indígena en Latinoamérica pero la lingua franca es el español. Nuestro idioma no es el de mayor riqueza semántica, si miramos el tamaño de los diccionarios o de los alfabetos. Pero, ¿no significa algo que haya escuchado a más de un angloparlante de nacimiento decir que en las sutilezas y delicadezas del corazón humano va de lejos el español? Su gramática consistente que permite frases amplias, la riqueza y balance de adjetivos, su proximidad a las imágenes y símiles de diverso estilo, dan una expresividad única a nuestra lengua.
4. Prelación de la perspectiva holística
El pensamiento pragmatista es lógico, analítico y privilegia la especialización. Luego no encuentra fácil alcanzar visiones de conjunto. Las busca en un nuevo análisis, a través de la filosofía, o en experiencias místicas o esotéricas. Lo primero queda reservado en la práctica a una élite; lo segundo puede dar santos, o una oleada de palabrería (tipo New Age) seguida de otra de agnosticismo (como sucede hoy). Es curioso que en tales circunstancias Occidente vuelve la mirada hacia el ancestro indígena americano, ansiando un enfoque que provea integración con la Naturaleza, con el Universo, con todos los seres humanos… Tales aspiraciones no son ajenas a la entraña latina, que se ha acostumbrado a pensar en el mundo como hogar y no sólo como cantera, bodega o fábrica.
5. Sentido de la fiesta
Una palabra que ha pasado al uso internacional: fiesta. Puede ser un nombre más para la indolencia o puede ser la respuesta real a una cantidad de anhelos del corazón humano que, si no hallan salida, se vuelven patologías espantosas. La fiesta bien entendida es la respiración y descanso de un pueblo. Es también un modo de decir qué sentido tiene existir pues si uno no espera una fiesta no espera nada que valga la pena.